El líder evangélico pasa por su momento más crítico al oficializar públicamente su relación extramarital con Ruth Sepúlveda Loyola, una integrante del coro de la catedral de Jotabeche y hermana de otro obispo, Teobaldo Sepúlveda.
El obispo Eduardo Durán Castro está en su peor momento y no es por la investigación que hace meses lleva adelante el Ministerio Público sobre el origen de su abultado patrimonio, ni tampoco por el hecho de haber perdido su puesto en la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos en La Moneda. Fue su vida personal la que desató la tormenta perfecta sobre el líder evangélico.
A pesar de su sabido uso irregular del diezmo, lo que realmente puso en jaque a Durán fue el anuncio que hizo la semana pasada de divorciarse de su esposa, Raquel Salinas, para oficializar su relación extramarital con Ruth Sepúlveda Loyola. No solo le cayó encima una ola de críticas de su congregación, sino que gatilló que su hijo, el diputado Eduardo Durán Salinas, se manifestara en desacuerdo público con la conducta de su padre y renunciara al Consejo de la catedral.
En la práctica y en los hechos, Durán y Raquel Salinas estaban separados desde hace casi una década y el obispo mantenía una relación con Alexia Fredes, una antigua integrante del coro de la catedral de Jotabeche. Esa relación duró hasta 2013, cuando el líder evangélico fue sorprendido teniendo un romance con Ruth Sepúlveda, de 59 años.
Desde el año pasado que la relación de Durán y Sepúlveda era un secreto a voces al interior de la catedral de Jotabeche, muchas veces alimentado por las imágenes de la pareja difundidas en las redes sociales de la nueva pareja del obispo.
Ruth Sepulveda también es integrante del coro de Jotabeche, un lugar muy codiciado entre los fieles. Es la hermana de otro obispo, Teobaldo Sepúlveda –nombre que ha sido cuestionado en algunos sectores del mundo evangélico– y que está ligado a Durán, porque fue él quien lo nombró obispo en Arica, una diócesis donde los diezmos son más cuantiosos que en Concón, donde era obispo antes.
