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Harboe, nunca quedas mal con nadie

Felipe Saleh
Por : Felipe Saleh Periodista El Mostrador
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Justo cuando su imagen de niño bueno puede resultar afectada por alguna actuación inconsecuente, el parlamentario saca de la manga una explicación que parece convincente. Como que votó en contra de la cláusula que facilitaba probar el cohecho, aunque ahora lo hará a favor. Que estuvo en contra de la Ley Hinzpeter, pero a favor de la muy similar agenda antidelincuencia de Bachelet. Que el abogado que recibió platas de Corpesca en tiempos de la tramitación de la Ley de Pesca ya no trabaja con él hace ocho años, y que la promoción de una ley contra el comercio ambulante no tendría nada que ver con que su esposa represente a los centros comerciales. Se ha transformado en sombra fáctica de Guido Girardi, con alianzas claves en la Cámara Alta con figuras como los ex senadores Alberto Espina y Hernán Larraín, siendo un negociador respetado por el amplio y aún poderoso partido del orden.


Fue uno de los primeros en dar la alerta –incluso antes que la Superintendencia de Bancos–, el jueves 26, cuando advirtió por redes sociales sobre el hackeo masivo de tarjetas de crédito: “Se acaban de comunicar con mi equipo desde el Banco de Chile y dicen que la filtración de claves de tarjetas de crédito es de 12 bancos y que @sbif emitirá comunicado. Recomendación: cambie su clave ahora”, escribió ese día en su cuenta de Twitter el senador PPD Felipe Harboe, aunque después quedó en evidencia que nada tenían que ver las claves de los clientes de los bancos.

Porque Harboe es, antes que nada, un adelantado. Mucho antes que se hablara transversalmente del recambio en política, la renovación y el ocaso de los viejos tercios, estuvo él. A los 28 años fue jefe de gabinete del intendente metropolitano, Sergio Galilea, en el Gobierno de Ricardo Lagos, un puesto desde el cual el joven abogado egresado de la Universidad Central, dueño de un olfato lleno de ambición, comenzó a meterse en el tema que le daría notoriedad durante al menos una década: la seguridad ciudadana. En dos palabras: la delincuencia.

Un tema clave que, según las encuestas –las que Harboe habitualmente tiene a la vista–, es uno de los que más sigue interesando y preocupando a los votantes. Aunque no es fácil hablar de delincuencia y vestirse de político progresista, mundo al que –al menos teóricamente– pertenece Harboe.

A los 46 años todavía está en el grupo etario que se puede “vestir” como “joven” y, a la vez, aún rentabilizar la épica de la derrota a la dictadura. Harboe tenía 15 cuando salió a protestar con su mamá en contra del régimen militar y no alcanzaba los 16 esa noche del 25 de abril de 1988 cuando vio aquella imagen en televisión de Ricardo Lagos, apuntando con el dedo al general Pinochet, que funcionó como una epifanía que lo motivó a inscribirse en el PPD.

Ya en democracia, el hermano de su madre, Carlos Bascuñán Edwards –que se convertiría en el jefe de gabinete de Patricio Aylwin– ha sido un modelo para Harboe sobre cómo participar en decisiones importantes manteniendo un bajo perfil. Un ejemplo de cómo negociar sin crearse enemigos para siempre.

Lo hizo razonablemente bien, estando en la intendencia, en otro tema de alta connotación, como lo es el control de violencia en los estadios. Ungido por Lagos como uno de las promesas para el futuro junto con Carolina Tohá, luego lo nombró subsecretario de Carabineros. Durante su gestión desapareció el adolescente de origen mapuche José Huenante, tras ser detenido por la policía, pero el episodio políticamente no lo golpeó. Por el contrario, desde ese puesto estrechó lazos con la entonces ministra de Defensa, Michelle Bachelet, quien lo eligió para subsecretario del Interior durante su primer gobierno, un lugar desde donde desempeñó el papel de duro, se ganó el apodo y la fama de “sheriff” de Santiago, pero, justo antes que el daño a su figura fuese irreparable, pidió disculpas por avalar la falsa tesis del fuego cruzado entre Carabineros y mapuches que terminó con la muerte de Matías Catrileo.

Antes de que concluyera el primer Gobierno de Bachelet, consciente de que tenía un 90% de conocimiento entre la gente, gracias a sus apariciones casi semanales en televisión y demostrando una vez más su excelente olfato, renunció prematuramente a esa subsecretaría para ser candidato a diputado por un distrito tan protagónico como Santiago Centro.

Ya estaba entre la lista de “expertos” en combate a la delincuencia. Fue en esa calidad que, desde el Congreso, se expresó en contra de la entonces Ley Hinzpeter. “Es una mala ley, está mal hecha. No hay ningún penalista que haya venido a decir que se trata de un buen texto legal”, dijo en esa ocasión, sintonizando con la que en ese momento era la opinión popular.

Mortalmente parecidos

Desde su escaño parlamentario era hora de posicionarse en otros temas y otra vez se adelantó. Antes de que sonara como un mantra en boca de los políticos el concepto “ciudadano”, Harboe fue el principal gestor de una ley que haría felices a los votantes de todo el espectro: la Ley Dicom, que borró todas las deudas anotadas en el controvertido boletín de cinco años hacia atrás. Metiéndose en ese tipo de temas, el diputado pisaba los talones de quien llevaba el estandarte del PPD que “te defiende como león”, el estratégico e influyente senador Guido Girardi.

En alguna medida, Harboe creció mirando a Girardi y sus historias tienen algunos puntos en común. Vienen de una elite de centroizquierda y se hicieron conocidos con temas de alta exposición pública. Girardi, como director del Sesma, cerrando restaurantes insalubres; Harboe, fiscalizando decomisos de droga. Si a Girardi le interesa la ecología, el medioambiente y protege el patrimonio arqueológico denunciando a los organizadores del Rally Dakar, Harboe apunta hacia la protección del patrimonio arquitectónico, como la casa de Girardi en Cerro Alegre de Valparaíso.

Girardi está en lo de la Ley de Etiquetados; Harboe, en la de protección de datos personales. Girardi cuestiona a las farmacias; Harboe, a los bancos y la exigencia de seguros contra ataques cibernéticos. Girardi impulsó el Congreso del Futuro y Harboe pide que en el evento sea incorporada su Región de Ñuble. Ambos están casados con mujeres igualmente poderosas: Girardi con Paula Echeñique, el brazo derecho de la temible gestora cultural de Santiago a Mil, Carmen Romero, y Harboe con la abogada Katia Trusich, ex ejecutiva de laboratorios farmacéuticos, ex subsecretaria de Economía y hoy presidenta de la Cámara Chilena de Centros Comerciales.

[cita tipo=»destaque»]Para quienes lo han observado de cerca trabajando, estas volteretas tienen una explicación: “Es muy inteligente, trabajador, aplicado. Lo que se puede llamar un senador serio, pero su ambición por la plata y por llegar a ser Presidente hacen que más de una vez se pierda”, afirmó una fuente del Congreso ligada a la oposición.[/cita]

No es casualidad que, cuando hubo problemas durante la tramitación del proyecto de la Ley de Etiquetados, Girardi afirmó que la entonces subsecretaria de Economía estaba cooptada por la industria alimentaria, algo que Harboe obviamente negó. Y cuando a este le llegó su oportunidad, a mediados de 2016, le pasó la factura a Girardi y reconoció un secreto a voces que existía en el PPD, ese que señalaba al histórico parlamentario como el gran controlador del partido: “Tiene máquinas armadas en todas las regiones”, aseveró entonces. En el nuevo escenario del partido, con el debut de Heraldo Muñoz como timonel, el triunfo fue para Girardi y la derrota para Harboe.

La voltereta del cohecho

Harboe –fanático confeso de la saga El Padrino– se propuso llegar al Senado justamente derrotando a un caudillo de la región del Biobío, Hosain Sabag (DC). La guerra fue violenta, el entonces parlamentario de la falange lo acusaba de estar detrás de todas las publicaciones que mostraron su gestión llena de ripios y opacidades, también de engañar a Aylwin para grabar un mensaje a su favor, lo que fue desmentido por la familia del ex Primer Mandatario, incluyendo su tío Carlos Bascuñán, casado con Mariana Aylwin Oyarzún.

Elegido por amplia mayoría de su circunscripción, al llegar a la Cámara Alta, Harboe entró a las grandes ligas de la cocina política, donde su voto es más importante que cuando estaba en la Cámara de Diputados, a la vez que su posición lo ha convertido en un poder fáctico. Ahí profundizó alianzas estratégicas para negociaciones y acuerdos de todo tipo –como se sabe y comenta transversalmente en los pasillos del Congreso– con algunos senadores que hoy están de ministros de la administración piñerista, el RN Alberto Espina y Hernán Larraín (UDI)

Según el sondeo Integrity Watch de la Corporación Chile Transparente, es el senador que hasta el año pasado registraba la mayor cantidad de audiencias solicitadas por la Ley de Lobby, con un total de 187.

Una de las reuniones que se concretó fue la que sostuvo el 5 de marzo con Ricardo Mewes, dirigente de la Cámara Nacional de Comercio. Según el registro, Harboe le informó sobre los avances del Observatorio de Comercio Ilícito y sobre el proyecto que busca regular dicho problema, un tema que trabaja el senador mientras su esposa preside la Cámara de Centros Comerciales. “No existe conflicto de interés cuando se resuelven previamente. Siempre me he inhabilitado en materias en que mi señora tenga alguna participación. Respecto del comercio ilegal, los perjudicados por el comercio ilícito están en el comercio establecido, a quienes mi señora no representa, ya que la Cámara de Centros Comerciales es principalmente un negocio inmobiliario”, explicó el senador PPD.

Lo que queda medianamente claro es que este parlamentario siempre tiene una salida perfecta. Así, otro ejemplo es que, al momento de elegir a Ángela Vivanco, la nueva integrante de la Corte Suprema, o cuando el 2015 fue el turno de zanjar al Fiscal Nacional, su voto se hace tan importante como el de Girardi, no por nada se reunió con Jorge Abbott antes que fuera ratificado por el Senado. «Nunca he aceptado presiones y, la verdad, es que tampoco han intentado hacérmelas. Las votaciones de Ángela Vivanco y Jorge Abbot corresponden a acuerdos suscritos por el comité de senadores del PPD, del cual soy parte, igual que la de Carlos Cerda, Jorge Dahm y otros”, asegura.

Pero Harboe casi ve abollado su blindaje cuando el abogado Raúl Arrieta, ex asesor suyo y de su esposa, apareció entre las personas que habían recibido un total de $52 millones desde empresas del grupo Angelini en 2015. Frente a los fiscales, el abogado Arrieta hizo uso de su derecho a guardar silencio y ni Harboe ni Trusich han sido llamados a declarar. Otra vez se explica: “Mi única relación profesional con él fue que me ayudó en la Ley Dicom del 2010, la cual  benefició a 4 millones de ciudadanos y a la que se oponían todas las grandes empresas financieras y retail”.

Precisamente, uno de los proyectos de ley en que figura como autor da cuenta de sus contradicciones y su capacidad para salir inmune políticamente de ellas o, como prefieren decir sus cercanos, de esquivar los ataques de sus adversarios políticos.

Se trata de la norma que busca aumentar las penas a los delitos de cohecho y soborno, es decir, la conducta por la cual una autoridad pública recibe dinero de un privado a cambio de favores o en razón de los beneficios que podría generar desde su cargo. Harboe públicamente ha manifestado que está a favor de endurecer las penas incluso considerando la cárcel, pero a mediados de julio, cuando se discutía el articulado en la comisión mixta del Senado, votó en contra de una indicación sustancial, la que facilitaba las dificultades para probar el cohecho-soborno.

La cláusula impulsada por los diputados Leonardo Soto (PS) y Gabriel Silber (DC), entre otros, no exigía al Ministerio Público tener que probar una contraprestación –algo muy difícil procesalmente– a cambio del dinero recibido. Junto a parlamentarios de derecha, Harboe se alineó con aquellos que argumentaron que sí era necesaria una contraprestación precisa y que sea probada, con lo que cualquier endurecimiento de pena pasaba a ser letra muerta, ya que dejaba sin la posibilidad de sancionar casos como el del ex subsecretario de Minería, Pablo Wagner (UDI), o de otras autoridades que reciban dinero de un privado en razón del cargo que ejercen.

La molestia de la opinión pública generó que en la sesión siguiente –a la cual Harboe, invocando razones de fuerza mayor, no asistió– se acordara reponer la indicación. Y, a pesar de lo anterior, el senador PPD una vez más explica: “Soy uno de los autores del proyecto que sanciona los delitos de cohecho, corrupción y otros. Cuando la Cámara de Diputados rebajó las penas al cohecho y otros delitos, con el senador (Andrés) Allamand presentamos indicaciones para subir las penas hasta 10 años de cárcel, porque eso es lo que a nuestro juicio correspondía. La indicación del cohecho de mera actividad se rechazó porque tenía errores y omisiones graves, me consultaron sobre la nueva propuesta, estuve de acuerdo y he participado activamente en su redacción para que esta se apruebe en las próximas sesiones”, aseguró.

Mesas de mujeres

Harboe, tan humano como cualquiera, tiene una razón para lo que parecen aparentes contradicciones. Como el hecho de que haya votado en contra de la Ley Hinzpeter en 2013, aunque a favor de la “agenda corta antidelincuencia” que impulsó Bachelet y que, en el aspecto más controvertido, también estableció el control de identidad. Algo que sus detractores dejaron en evidencia, pero que a él no le parece motivo de inconsecuencia. «La Ley Hinzpeter buscaba regular las manifestaciones públicas, que son una expresión social legítima. La agenda corta se aplica para materias de seguridad pública (delincuencia). Son dos temas de naturaleza y consecuencias distintas”, planteó.

Para quienes lo han observado de cerca trabajando, estas volteretas tienen una explicación: “Es muy inteligente, trabajador, aplicado. Lo que se puede llamar un senador serio, pero su ambición por la plata y por llegar a ser Presidente hacen que más de una vez se pierda”, afirmó una fuente del Congreso ligada a la oposición.

Harboe sabe que es prácticamente imbatible en el puerta a puerta. De buen porte y ojos claros, está consciente de que el electorado femenino lo cotiza: “Me fue mejor en las mesas de mujeres que de hombres”, reconoció luego de ser elegido diputado.

No tiene problemas en reconocer que le encantaría llegar a La Moneda como Presidente. La ecuación entre el senador ciudadano, que ahora se ha volcado contra los bancos para proteger los recursos de los ahorrantes de los ciberataques, puede ser un peldaño más de ese largo trayecto hacia la oficina principal del segundo piso de Palacio, pero Harboe ya está construyendo un perfil “de Estado”, que la derecha también aprecia mucho.

Especialmente cuando el poder de Girardi parece ir a la baja y fue él quien ayudó a alinear los votos en favor de Ángela Vivanco. “Votó a favor, sabiendo que no valía la pena hacer el berrinche del PS, porque iba a significar un favor que puede cobrar en el futuro”, afirmó un parlamentario de oposición. Guardián del binominalismo. ¿Un paso vital en la carrera para ser Presidente?

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