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La arremetida del obispo castrense para suceder a Ezzati Nombre del nuevo arzobispo debería ser conocido después de las elecciones presidenciales

La arremetida del obispo castrense para suceder a Ezzati

Alejandra Carmona López
Por : Alejandra Carmona López Co-autora del libro “El negocio del agua. Cómo Chile se convirtió en tierra seca”. Docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile
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Es considerado cercano, amable, mucho menos conservador que los sacerdotes que figuraban hasta ahora como candidatos para reemplazar al actual arzobispo de Santiago. Santiago Silva –sin apellido vinoso y criado en La Calera– ha comenzado a sonar fuerte entre sus pares para ascender a la posición en que se concentra el mayor poder político de la Iglesia. El religioso diocesano ya ganó una carrera: superó a otros sacerdotes y fue el favorito para presidir la CECh, un objetivo para el que el apoyo del obispo Alejandro Goic resultó crucial.


A mediados de noviembre del año pasado, un correo electrónico llegó hasta la cuenta de gmail del sacerdote Felipe Berríos. Lo que leyó le sorprendió. Era una presentación formal del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, Santiago Silva. “Te saludo como amigo. He leído algunas cosas que has dicho. Con algunas estoy de acuerdo y con otras no. Me gustaría que nos juntáramos”, cerraba el mail amistoso que Berríos nunca había recibido de parte de una autoridad eclesiástica, menos al asumir.

“Es lo que uno esperaría de un pastor. Que tutee, que sea amable, cercano, que tenga las puertas abiertas. Ahora, a veces, cuando sale alguna noticia, yo altiro se lo comento por WhatsApp. Me parece una persona muy amable”, comenta por teléfono el sacerdote jesuita, desde Antofagasta.

La cercanía que intenta Silva es algo que ha extrañado a muchos sacerdotes desde que asumió la presidencia de la Conferencia Episcopal (CECh), el 11 de noviembre de 2016. Incluso, entonces, para muchos era un desconocido y causaba resquemor su investidura. En septiembre de 2015 y en reemplazo de Juan Barros Madrid –el controvertido obispo de Osorno–, Silva fue nombrado obispo castrense. Tiene rango de general de brigada y es el encargado de atender el servicio religioso de las Fuerzas Armadas. Hasta entonces era obispo auxiliar de Valparaíso y presidente de la Comisión Nacional de Animación Bíblica de Pastoral.

Sin embargo, hay rasgos en la personalidad de Silva que han ido haciendo que su nombre vaya más allá de la instancia que preside y sea mencionado como una nueva carta probable para llenar el cupo que monseñor Ricardo Ezzati dejará vacío cuando abandone el arzobispado de Santiago.

Ezzati cumplió 75 años el 7 de enero de este año –la edad límite para llevar adelante el ejercicio de ese cargo– y el nombre de quien lo sucederá es crucial para trazar el camino de la Iglesia católica, sobre todo en tiempos en que la sociedad debate proyectos valóricos. El arzobispado de Santiago es una pieza fundamental en el tablero cuando se trata de tener poder político y la figura de Silva se ha levantado como un nombre fresco, saliendo al paso de otras figuras eclesiásticas, como Fernando Chomalí, obispo de Concepción, o Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo, hasta hace poco nombres seguros a la hora de hablar de probables sucesores de Ezzati.  

El lobby de Goic

Santiago Silva ya recorrió un primer trecho. Fuentes de la Iglesia comentan que el ser nombrado presidente de la Conferencia Episcopal fue un portazo para las aspiraciones de sacerdotes más conservadores y el propio obispo Alejandro Goic fue su promotor más importante. “El lobby que él realizó, permitió que Silva contara con el apoyo necesario para ser electo por unanimidad”, señalan en la Iglesia.

Silva es considerado un obispo moderado, “buena persona”, quizás con un carácter más dócil que lo que se necesita para un cargo como el de arzobispo de Santiago. “Es biblista. Esto lo hace tener una sensibilidad mayor y más humana”, comenta una fuente religiosa.

[cita tipo=»destaque»]El único peso que Silva tiene sobre sus hombros es un hecho que se hizo público en 2011. Ese año se conoció que un ex seminarista envió a Roma una acusación por acoso del ex rector del Seminario San Rafael, en Valparaíso, Mauro Ojeda. El texto señalaba que en 2004 Silva ya estaba al tanto de los hechos, sin embargo, no ayudó a la víctima. Un ex seminarista que conoció la situación cuenta que el afectado fue contactado, pero nunca nadie le prestó apoyo.[/cita]

Su nombre también rompería la tradición elitista que tienen las autoridades católicas. Su apellido no es extranjero ni vinoso. Se crió en Calera. Estudió con los hermanos maristas. Es magíster en Teología Dogmática de la Pontificia Universidad Católica de Chile y licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. A comienzos de 2002, fue nombrado por el papa Juan Pablo II como obispo titular de Bela y auxiliar de la diócesis de Valparaíso. “Viene de una familia de clase media. Su papá era trabajador de una empresa de cementos. No lleva la bandera de la Teología de la Liberación, pero sí es más liberal que los curas conservadores. Incluso fue el traductor de la llamada Biblia de América”, cuenta una fuente ligada a la Iglesia.

Uno de sus amigos en la Iglesia –según comentan fuentes de la misma– es el ex párroco de Reñaca y reconocido hincha de San Expedito, Enrique Opazo, “a quien pasaba a ver algunos fines de semana cuando viajaba hasta Concón a descansar a un departamento que tiene, en el mismo edificio que la hermana del cardenal Fresno”, confidencia una fuente que compartió misas con Silva.

Pese a que diversas fuentes de la Iglesia señalan que el nombre de Silva es una carta probable, también hacen hincapié en los tiempos de la institución: pese a que Ezzati cumplió su ciclo de edad a comienzos de este año, su estadía en el cargo fue prorrogada –hasta ahora– por un año más y el organismo se encuentra en compás de espera, “sobre todo teniendo en cuenta que es un año de elecciones. Es bueno esperar a saber quién será el nuevo Presidente de la República para escoger el perfil del arzobispo de Santiago”, señalan al interior de la institución religiosa.

La sombra de Ezzati 

Uno de los consensos a nivel interno en la Iglesia es que el nuevo arzobispo de la capital debe ser, sobre todo, lo más alejado posible de la figura del cardenal Ricardo Ezzati. Su criticada política a la hora de atender casos como el de Karadima o la poca empatía que tuvo en el caso Zamudio, son situaciones que no pueden repetirse si el organismo quiere caminar hacia otro nivel de pastores.

Quizás, en ese sentido, el único peso que Silva tiene sobre sus hombros es un hecho que se hizo público en 2011. Ese año se conoció que un ex seminarista envió a Roma una acusación por acoso del ex rector del Seminario San Rafael, en Valparaíso, Mauro Ojeda. El texto señalaba que en 2004 Silva ya estaba al tanto de los hechos, sin embargo, no ayudó a la víctima. Un ex seminarista que conoció la situación cuenta que el afectado fue contactado, pero nunca nadie le prestó apoyo: “Después que se conoció la denuncia, el cardenal Medina llamó al afectado y le dijo que el Santo Padre quería hablar con él. Ante Medina, él relató todos los hechos. Sin embargo, no pasó nada más. Nadie investigó”.

Después de ser electo presidente de la CECh, otro ex seminarista reiteró las mismas acusaciones. En esa oportunidad, Mauricio Pulgar señaló que Silva era encubridor de delitos de abuso sexual al interior de la Iglesia católica, cargos que el actual obispo castrense contestó: “Aseguro con certeza que no soy ni he sido encubridor de nadie”, dijo.

Otra de las críticas que caen sobre Silva es que, al momento de ser nombrado presidente de la Conferencia Episcopal, realizó un gesto interesante al pedir a monseñor Alejandro Goic, a René Rebolledo y al obispo de Copiapó, conformar una minicomisión para evaluar la situación de Osorno con la criticada llegada de Barros. «Sin embargo, hoy no se ha comprometido con la situación», puntualizan feligreses de Osorno.

Son todos estos factores los que pesarán cuando el nombre de Santiago Silva se ponga en la terna final, al momento de elegir al sucesor del cuestionado Ricardo Ezzati.

“Si llegara a ser él el elegido, sería el primer obispo castrense en llegar a Santiago”, comentan en la Iglesia.

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