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Alfredo Jocelyn-Holt: “Lagos es sentencioso y es más aburrido que un memorándum del Banco Mundial” Afirma que “nunca antes el antiintelectualismo en Chile había sido tan hegemónico”

Alfredo Jocelyn-Holt: “Lagos es sentencioso y es más aburrido que un memorándum del Banco Mundial”

En entrevista con El Mostrador, el historiador asegura que ninguno de los candidatos presidenciales se destaca por su capacidad intelectual. “Piñera se supone que es muy brillante (con números supongo, que no es lo mismo que manejar ideas); yo siempre he encontrado infinitamente más lúcido a su hermano José, quien seguramente va a pasar como más influyente en la historia”. Pero no se queda ahí. También lanza sus dardos contra el Frente Amplio, los intelectuales de derecha y la llamada cultura de las democracias modernas: “Mucha televisión, mucho fútbol, mucha telefonía móvil, mucho evento que pasa por ‘cultural’, mucho joven con ganas de irse (cómo si afuera se estuviera mejor), mucho afán en querer empoderarse, mucho ‘derecho’ a opinar, y poquísima, nula a veces, densidad espiritual”, dice.


-Usted planteó una tesis que está en el aire: hay un exceso de información en la prensa y, por otro lado, una carencia de ideas. ¿Se trata de un fenómeno mundial o lo ve como algo más aislado, que afecta con más vigor a Chile?

-Es mundial, por supuesto. El internet y las otras redes sociales han incrementado el volumen de información a niveles exponenciales sin por ello garantizar su veracidad. De ahí la gigantesca cantidad de basura que se almacena, a la cual no se la discrimina o distingue de la información fehaciente. Sumémosle, además, que la prensa, incluso seria, suele hacerse eco de esta información tendenciosa. Y, para peor, usuarios del mundo digital están convencidos de que porque está en la “red” y ellos tienen acceso, con eso basta. Si incluso basta con sintonizar con los canales de supuesta “información” afines a nuestros propios prejuicios y nos sentimos “informados”. Conozco a muchos académicos en Chile, incluso, que se informan por sólo un medio, lo cual me parece un chanterío.

Ahora bien, en países como Chile es muy posible que lo anterior se agudice. No estamos todavía suficientemente cosmopolitizados, seguimos siendo muy provincianos, como para saber descodificar nuestra propia participación en un mundo crecientemente globalizado. Carecemos de filtros para procesar toda esta información disponible. Somos más consumidores que generadores de “big data”. Y seguimos estando muy lejos como para participar en discusiones de peso sobre  dónde va el mundo. Nuestras universidades no están a la altura. El país tampoco. Lo decía Vicente Huidobro en 1925: “¿Qué sabios ha tenido Chile? ¿Qué teoría científica se debe a un chileno? ¿Qué teoría filosófica ha nacido en Chile? ¿Qué principio químico ha sido descubierto en Chile? ¿Qué político chileno ha tenido trascendencia universal? ¿Qué producto de fabricación chilena o…?” Mientras ello no cambie, nuestra incidencia a nivel de humanidad va a ser baja. Internamente es otro el efecto: aramos con los bueyes que tenemos. No nos queda más remedio que manejarnos con “lo que hay”. Y “lo que hay” no digamos que lo pulimos, quizá lo estemos incluso echando a perder. No termina por sorprenderme cuántas vocaciones de jóvenes capísimos matamos, generación en generación, en nuestras universidades actuales chilenas. Perdí la cuenta de talentos que alguna vez conocí y que hoy día se dedican a la gastronomía. No me han tocado los fanáticos del surf, pero sé que los hay. En el barrio alto, a eso se dedican.

-Entre las razones que usted ha enumerado para explicar este fenómeno, se refiere al decaimiento de las universidades. En el caso de las facultades de periodismo, ¿se está inculcando excesivamente el valor de la información por sobre el valor del diálogo?

-Desde que dejé de hacer clases en Periodismo de la UDP en los años 90 perdí contacto con las facultades de periodismo. A su vez no ayuda en nada que lo que se hace en esos centros  no trascienda y casi nunca se sepan sus aportes. ¿Existe algún periódico universitario chileno dirigido y escrito por estudiantes como los hay en otros lugares del mundo? ¿Existe algún canal universitario de televisión que esté innovando en ese rubro? En cuanto a la valoración del diálogo en nuestras universidades, lo siento. Tenía entendido que están en otras paradas: en cuán militantes (con o en contra) del “modelo” son, qué tan necesitados o no de ayuda estatal se encuentran, en si se acreditan o no por más de dos años, si se publican artículos indexados que nadie lee pero que al menos sirven para computar puntos a favor de la universidad para su próxima acreditación, si el semestre que se avecina va a ser lleno de paros y tomas o va a ser más o menos normal.

 -¿Qué efectos tiene la pobreza de ideas en la prensa en el desarrollo de las democracias modernas y, por consiguiente, en la salud de la política?

-La pobreza de las ideas es un tremendo estímulo para las democracias modernas, entendidas éstas como regla de la mayoría. Vea usted qué tan buena salud goza la soberanía popular últimamente, en Reino Unido con el Brexit y en EEUU con Donald Trump. Si Rousseau resucitara estaría encantado con lo que está pasando. Tanta “gente”, tanta voluntad general, tanto “volk”, tanta “nueva mayoría”, unidos tras unas pocas ideas unívocas algo simplistas: abajo el mal gobierno, mueran las elites (todas corruptas),  hay que reformarlo todo, las instituciones no sirven, sólo los jóvenes son puros porque no han tenido tiempo para degenerarse… Por cierto, hay quienes en la prensa objetamos este justicialismo popular jacobino, pero se nos denosta. Seríamos unos “vendidos”, unos paniaguados del establishment, unos meros opinólogos. Bachelet me lo dijo en 2005, en plena campaña a la presidencia antes de que fuera electa, luego que le hiciera un par de preguntas que, al parecer, la incomodaron, y que no me contestó. ¿Qué pesa más, hoy en día, una noticia viral difundida cuan “trending topic”, o algún argumento bien armado y fundamentado? ¿Cuántos son los lectores chilenos que leen libros más allá de los que dicen leer durante las vacaciones de verano? Qué nuestra cultura sea cada vez más visual o icónica, nuestro conocimiento más “líquido”, y haya cundido cierto cinismo, tras haberse radicalizado nuestro escepticismo desconfiado, puede que explique por qué las ideas son tan poco apreciadas. Para que ideas existan y proliferen se requieren lectores medianamente cultos, es decir, respetuosos de lo que se ha pensado y hecho en el pasado, capaces de reflexionar conforme a ciertas estructuras alfabéticas básicas (sujeto-verbo-predicado), y estén dispuestos a tener convicciones, ojalá a contracorriente de las modas, en especial la corrección política, ese “qué dirán” al que se adscriben los que no piensan críticamente, y se dejan pastorear porque la vida así es menos complicada. Nunca antes el antiintelectualismo en Chile había sido tan hegemónico, ni siquiera durante la dictadura que también se sostuvo sobre el predominio de las mayorías, en su caso, aterradas. Hoy, quizá, algo atontadas. Mucha televisión, mucho futbol, mucha telefonía móvil, mucho evento que pasa por “cultural”, mucho joven con ganas de irse (cómo si afuera se estuviera mejor), mucho afán en querer empoderarse, mucho “derecho” a opinar, y poquísima, nula a veces, densidad espiritual.

 -Parafraseando a Montaigne, ¿acaso pena más en nosotros el valor de la cita que la verdad del razonamiento?

-Montaigne para poder escribir se recluyó a una torre que también era una biblioteca donde leía y pensaba. Por eso lo seguimos leyendo, no porque sea Montaigne.

-Usted dijo que no se asocia al periodismo con la discusión de ideas, ¿pasa lo mismo con la política? ¿A qué candidato presidencial ve más debilitado en este aspecto?

-¿Qué tiene que ver la política electoral, la única que se supone que existe (lo que es falso), con las ideas? En la derecha pesan más los intereses que las ideas, cuestión en que debieran reflexionar los Mansuy-Ortuzar-Herrera y Claudio Alvarado (a quienes estimo mucho). La izquierda, tradicionalmente, ha sido más ideológica que preocupada de las ideas; hoy día, al ser medio schmittiana y gramsciana (es decir una combinación fatal, produce corta circuitos mentales), es pura estrategia o, peor, mera táctica, y de ahí a puros eslóganes es sólo un paso. El centro –la DC (porque los radicales no pesan más que una bolsa de cabritas a no ser en sus cenáculos “lautarinos”)- se dedica a vaivenear para un lado u otro, hacia la izquierda, o bien, de vuelta a la derecha hasta marearnos a todos. Cepal se terminó. Ni Ignacio Walker ni Mariana Aylwin volvieron alguna vez a abrir un libro, o al menos no se les nota. Gutenberg Martínez podrá ser rector de universidad pero no le conozco ni una sola idea.

Todos los candidatos presidenciales (y vamos en más de una docena) no se destacan por su capacidad intelectual. Piñera se supone que es muy brillante (con números supongo, que no es lo mismo que manejar ideas); yo siempre he encontrado infinitamente más lúcido a su hermano José, quien seguramente va a pasar como más influyente en la historia. Lagos es sentencioso y es más aburrido que un memorándum del Banco Mundial. Desde que quiso salvar el planeta me recuerda a Al Gore, nadie muy memorable. Atria y la Canelo son ambos productos de Pío Nono con Santa María, sofistas, su largo historial de contradicciones está registrado, se parecen mucho el uno al otro. Mayol es quien más se acerca al modelo de alguien pensando, aunque se haya equivocado sistemáticamente (decretó la muerte del “modelo”, ahora último decreta la muerte de la “elite”). Por qué Mayol quiere ser presidente o también escribir una ópera, me supera; gente así quiere llamar la atención y punto. El resto saltémonoslos.

 -¿Cómo ve al Frente Amplio en este sentido? ¿Le parece un espacio más fecundo para la discusión de ideas?

-De “amplios” tienen poco; si todos tienen una misma línea de izquierda tirados para la punta, una suerte de neo-post-izquierdismo-millennial-generacional, y no se han destacado por ser muy tolerantes a la fecha. Gustan “manifestarse”, se “toman” los espacios, que yo sepa no negocian, “infiltran” las instituciones que denigran porque lo de ellos es puramente táctico (“guerra de posiciones”), son por sobre todo mediáticos, más preocupados del efecto que producen que lo que de veras hacen; ¿qué han hecho más allá de lo que han dicho que harían? En cuanto a que se ven como un “frente”, no mienten, se retratan. Tienen mentalidad milica, militante, de choque. Y conste que cuando un militar piensa siempre llama la atención, debe ser porque es una novedad (por ejemplo Lieutenant-General H. R. McMaster, el consejero de seguridad nacional de Trump). Y éste se supone es un “frente amplio”, es decir, se ven a sí mismos como una fuerza,  un poder en germen, en movimiento. Se creen una infantería, un nuevo sentir, una nueva ola. Las ideas no congenian con gente y fenómenos así. Las ideas se piensan a solas; se debaten en público, aunque entre unos pocos más lúcidos y elocuentes porque esa es la manera de asegurar cierta mínima calidad a la hora de los debates; se escriben en libros que no siempre se leen, pero que luego se les descubre o redescubre. Las ideas no son lo mismo que las ideologías. Estas últimas llaman a la acción, rehúyen la contemplación. El “Frente Amplio” va incluso más allá, es pura acción, ni siquiera tiene domicilio ideológico conocido. Es un brazo armado de puro voluntarismo gesticulante. Si Boric empuña el puño tanto como Trump.

-Como historiador, ¿hubo en Chile algún equivalente al The New York Review of Books?

-No porque desde que el New York Review of Books (NYRB) fue fundado en 1963, no hemos estado muy dispuestos a pensar en conjunto. La DC de Frei Montalva tenía cierta debilidad sectaria por los catecismos humanistas cristianos. La derecha hacia los años 60 dejó de ser liberal y se volvió nacionalista, medio corporativista, hasta que devino fascista. La izquierda miraba a la Casa de las Américas en La Habana cuyas publicaciones no tienen nada qué ver con una revista, aunque progresista, también pluralista como el NYRB. La dictadura más que seguro la hubiera cerrado si hubiese existido. Publicaciones como la revista de Estudios Públicos han intentado hacerlo pero a medias; ha primado la necesidad de defender el “modelo”, y el CEP es un “think tank”, tiene un punto de vista que defender. El NYRB siempre ha sido un equipo editorial que pide colaboraciones sin otra intención que promover ideas y a autores que les gusta escribir bien, discutir elocuentemente, y que están obsesionados con libros, viven y respiran en torno a ellos.

-En su columna de la semana pasada, cuando habló del veto a las ideas, ¿a qué vetos se refería?

-A los muchos que varios hemos tenido que soportar porque no nos cuadramos. Yo he sido despedido de cinco instituciones universitarias y eso que en ninguna se me han quejado de cómo hago docencia. Por ahí no va el problema, va más bien por el lado de que uno cuestiona la falta de calidad, la chapucería ambiente, se los dice y se sienten descubiertos, y no lo toleran. En El Mercurio estoy vetado desde que Cristián Zegers fue nombrado director, y eso que fui columnista del diario durante nueve años. Ya antes tenía vetos en Reportajes de El Mercurio que dirigía Joaquín Villarino, presumo porque era compinche siamés con Zegers, y también en La Segunda de entonces dirigida por Zegers. A veces los vetos son personales más que institucionales. Tengo vetos también en los departamentos de historia, en especial en la PUC y en la UCh. Otros podrán contar historias similares. Gabriel Salazar ha sido vetado en la PUC (donde hoy, tras más de 40 años, ha vuelto a hacer clases), en ARCIS (y ahí fue hasta con oferta de puñetes de parte de Max Marambio), debió irse de la USACH y acaba de mandarse a cambiar de Filosofía y Humanidades (Departamento de Ciencias Históricas) de la UCh atacado por colegas feministas. Dejé de escribir en The Clinic, donde era columnista habitual, porque publicaron una diatriba en mi contra que ni siquiera merecía ser respondida. No tengo problemas con discutir, pero no suelo frecuentar lugares a que me convidan para que me escupan. Donde más cómodo me he sentido es en La Tercera con todos sus directores y editores y en Qué Pasa, en este último caso en la época de Enrique Mujica, se los agradezco. Armando Uribe ha mencionado varias veces que se ha sentido vetado. Patricia Verdugo, en su momento, también lo dijo. Tomás Moulián y muchos otros que fuimos críticos hacia fines de los años 90 (durante el gobierno de Lagos que debe haber sido de lo más sectario que ha habido) estábamos vetados de la televisión, en especial de TVN.

 -En la misma columna, también dijo que “autores no faltan”, lo cual significa que las ideas tampoco, pero que existe “suspicacia” frente a éstas. ¿Se le ocurre algún ejemplo para graficar dicha afirmación?

-Autores no faltan, tampoco personas que podrían dirigir una revista de ideas con además capacidad de convocatoria. En la columna mencionaba a Álvaro Matus. Buenísimos otros nombres podrían ser: Arturo Fontaine, Héctor Soto, Matías Rivas, Juan Manuel Vial, Pedro Gandolfo (pero nadie más de “Artes y Letras”, un antro sectario), también David Gallagher que ha escrito para el NYRB, así que podría dar lecciones de cómo armar una revista de este tipo, aunque David y Arturo tendrían que explicarnos por qué no pudieron hacerlo, aunque algo trataron, en la revista de Estudios Públicos. Otros dos nombres posibles: Braulio Fernández y Marcelo Somarriva.

La suspicacia a que hacía alusión es a las ideas, y esa es una muy vieja historia para atrás, quizá de siempre. Este fue, durante mucho tiempo –siglos enteros–, un país de huasos. Yo vengo de ese mundo de riendas, trillas, rodeos, y topeaderas, pero pude sobrevivir. En la casa de uno de mis bisabuelos había unos enormes tomos de las Siete Partidas y también pinturas de calidad; un hermano de una de mis bisabuelas fue un talentoso crítico literario y esteta, amigo de Rubén Darío; mi padre me introdujo al fascinante mundo de la arquitectura; mi suegro era lector y se lo tomaba en serio. Conocí a mi señora que venía de mí mismo mundo, y también se salvó intelectualmente. Otras personas podrán señalar otras fuentes de posible rescate, algún cura en la familia, algún profesional medio frustrado porque quizá habría querido ser literato o intelectual y la vida, o la falta de coraje se los impidió. He estado trabajando últimamente sobre un personaje fascinante –Jorge Yarur Banna—un empresario culto: notable. Así que no siendo imposible en lo personal, también puede serlo a nivel nacional.

 

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