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La derecha y su eterna búsqueda de un relato político Documento Allamand-Larraín pone sobre la mesa la falencia histórica de la oposición

La derecha y su eterna búsqueda de un relato político

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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En Chile Vamos saben que en el fondo esta ausencia de relato, por ahora, le acomoda a Piñera, porque es el amo y señor del sector sin liderazgo de contrapeso, pero, ante la posibilidad de ganar el poder nuevamente, el escenario se pone delicado. “Gobernar sin relato es muy difícil, muy complejo, ya nos pasó y eso, sumado a un alto descontento ciudadano con las instituciones, pone todo cuesta arriba, pero hay muchos que prefieren gobernar aunque sea sobre las ruinas”, advirtió un ex colaborador de la administración piñerista.


Dos de cada tres chilenos dicen que vamos por mal camino. Pero ¿significa eso que nos ven a nosotros como la alternativa? Creo que no. Y es porque no les hemos dicho a los chilenos cuál es nuestro ‘para qué’, esa motivación o relato de país al cual después siguen las políticas públicas (…). Como nos deja claro la Nueva Mayoría, no basta con ganar una elección, sino que hay que poder gobernar. Para ello se necesitan buenas ideas programáticas, pero sobre todo, una legitimidad en las convicciones y orientación del progreso. Es una respuesta sobre lo justo y lo bueno; una respuesta política”, reza parte de la carta que publicó el miércoles 15 de febrero, en La Tercera, el diputado UDI, Jaime Belollio, que refleja un debate instalado y permanente en la derecha, pero que en casi ocho años no ha logrado llegar aún a buen puerto: encontrar un relato político, ese que da sentido y norte a las coaliciones y los gobiernos, que aglutina sus valores y su razón de ser más allá del eslogan, el marketing, las frases hechas para la televisión y el poder por el poder.

Ya en junio de 2009, el entonces senador de la UDI, Pablo Longueira, puso el acento en el verdadero talón de Aquiles de la derecha: su falta de relato político.

En esos días, en plena campaña presidencial, también con Sebastián Piñera como principal carta para llegar a La Moneda, el líder gremialista advirtió que hasta ese momento no se había construido “un mensaje frente a la ciudadanía” en aquellos temas como pobreza, empleo y delincuencia, que no existía una idea central de fondo.

Han pasado ocho años desde aquello y sigue siendo un debate actual en la oposición, más aún con el último intento que desplegó el sector para saldar esa deuda, el documento “Manifiesto por la República y el buen Gobierno. Una invitación a pensar”, que lanzaron los senadores Andrés Allamand (RN) y Hernán Larraín (Udi), apoyados por los académicos Hugo Herrera, Pablo Ortúzar, Joaquín García-Huidobro y el ex Contralor General, Ramiro Mendoza.

El texto no es un compilado más de propuestas ni una batería de medidas efectistas, sino que plantea una serie de principios que sirvan de guía para el despliegue eficaz de un gobierno: reivindica el concepto de República como el “destino común”, defiende la visión de un Estado subsidiario fuerte que no es sinónimo de más grande–, libre de las cuotas de los partidos, como también defiende “sin ambigüedades” que la ganancia económica es legítima y justa si se obtiene “en un marco legal y ético”, abogando por una economía que excluya las prácticas contrarias a la libre competencia.

El documento además aborda la inmigración “como un elemento constitutivo de la sociedad chilena”, admite que “las grandes desigualdades constituyen un problema político de primera magnitud” y sentencia que “no hay conciencia del largo y doloroso proceso histórico que está detrás de nuestras instituciones democráticas y con gran frivolidad se pretende reemplazarlas por la espontaneidad de los movimientos sociales”.

La derecha está caminando en círculos hace ocho años”, reconoce un alto ex asesor de La Moneda durante los cuatro años que gobernó Piñera y advierte que la razón de fondo para que consecutivamente fracasen todos los intentos por construir ese relato político-económico-social es que hay exceso de “caciques en la derecha, pocos intelectuales reales y nadie dispuesto a seguir los esfuerzos de otros”.

Piñera ya regresa de sus vacaciones, debe cumplir con el rito de anunciar públicamente lo que todos saben, que es el candidato de la derecha para las presidenciales de este año, pero junto con eso debe dar señales concretas sobre si este documento es solo otro fracaso o se transforma en la base de su relato.

Intentos fallidos

Cuando Longueira puso el tema el 2009 nadie lo secundó. En junio del año siguiente, con la derecha ya instalada en La Moneda, volvió a insistir públicamente en una entrevista en revista Cosas en la ausencia del relato y los peligros que eso representa, casi proféticamente con lo que sucedió en los años siguientes, para la proyección del sector: “Ganamos porque durante los últimos 25 años hemos trabajado duramente. Ganamos porque logramos que la gente nos diera una oportunidad. Pero que no se nos olvide que esos son votos prestados. O sea, triunfamos con votos que no son intelectualmente nuestros. Por tanto, si no somos capaces de convertir en nuestros esos votos, esto puede ser una aventura (…). Aquí había que construir –desde el minuto uno– la proyección de la centroderecha para que la gente entienda que esta es una posta; que estamos construyendo un proyecto de país que supera ampliamente estos cuatro años. Los períodos presidenciales son cortos. Por eso, siento que requerimos urgentemente tener un proyecto con contenido, con cuento, con mensajes, con épica. De lo contrario, será un paréntesis”. Dicho y hecho.

Desde Chile Vamos reconocen que la génesis de este debate por el relato parte con Longueira efectivamente, pero precisamente por la preocupación del gremialismo y de una parte de RN por los sacrificios en el ADN político de la derecha para ganar efectivamente el poder.

[cita tipo=»destaque»]En la propia derecha reconocen que el diagnóstico que hacen en el sector es el correcto, que ese nunca ha sido el problema, saben que no tienen un relato político y que el pragmatismo les gana siempre, que están sumidos en una suerte de parálisis, que los partidos se pierden habitualmente en la “cuña fácil”, la manía por la encuesta semanal y no se trabaja eficientemente en llevar dicho diagnóstico al papel.[/cita]

Ese mismo 2010, en noviembre, cuando era ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter también se lanzó a ese debate, en revista Capital, al plantear el surgimiento de una nueva derecha más “moderna, democrática y social”. Para el entonces ministro de Estado, la derecha no podía seguir haciendo “lo mismo que en los últimos 20 años, poner el énfasis en la economía, la generación de empleos y una forma determinada de combatir la delincuencia, sino que hay que crear una nueva centroderecha. Se ganó la elección con las vigas estructurales de la derecha –a pesar de los mitos que son las que hoy hemos empezado a poner en el centro de este proyecto, nuestro compromiso con los DD.HH., la relación ente desarrollo y medio ambiente, el equilibrio entre economía y justicia social, la sensibilidad por los temas de seguridad laboral y los pueblos originarios, el empoderamiento de los ciudadanos ante los grandes intereses”.

Su planteamiento sacó ronchas en la UDI, cayó pésimo que saliera al camino a quien era la estrella en ese momento, el también ministro Laurence Golborne, le criticaron que era un intento por instalarse en la carrera presidencial y rápidamente el gremialismo comenzó a trabajar su propio documento. Todo quedó en nada.

El 2011, previo al mensaje presidencial del 21 de mayo, cuando el efecto comunicacional del rescate de los mineros ya se dilataba entre los dedos de la administración piñerista, Longueira volvió a la carga sobre la ausencia de un relato político que le permitiera a la ciudadanía identificarse con la derecha y en especial con el Gobierno, lo que iba a incidir en la baja en las encuestas.

Falta construir un relato, la Concertación tuvo la capacidad de construir concertacionismo, tuvo un referente político: primero fue ‘Gana la gente’ (con Aylwin), después fue ‘Crecimiento con equidad’, que era un concepto, y englobaba y era una línea ideológica (…), nosotros tenemos que transmitir, en lo que hacemos, cuál es la diferencia entre un Gobierno de centroderecha y uno de la Concertación, y la gente tiene que compartir ese relato, transmitir el relato y transpirarlo, para que cuando vayan dos tipos en la micro (conversando) digan ‘es mejor que siga la Alianza, porque trae crecimiento con libertad’, por ejemplo», sentenció el senador UDI en abril de ese año, lo que le valió una pugna pública con el entonces ministro de la Segpres, Cristián Larroulet, quien aseguró que el relato gubernamental era el de las oportunidades.

Un año después, a raíz del lanzamiento del libro de Francisco Urbina Molfino y Pablo Ortúzar Madrid, Gobernar con Principios: Ideas para una nueva derecha, el abogado Gonzalo Arenas apuntó a la flojera intelectual de la que pecaba la derecha. “Lo más urgente, es la necesidad de una mejor articulación intelectual del sector que permita generar una guía política, basada en principios, que sirvan de referencia a la acción política y que entregue a sus actores la necesaria coherencia, profundidad y convicción en un programa de gobierno. Solo esa realidad podrá demostrarle al país que, además de la pregonada eficiencia, la centroderecha es también capaz de responder a la pregunta de fondo de los ciudadanos, cual es ¿cómo las ideas y principios de la centroderecha son mejores que las otras opciones para construir una sociedad más humana?”, precisó en una columna en El Mostrador.

La derecha fue absorbida por tratar de sacar a flote al Gobierno de Piñera que pasó dos años en el fondo de las encuestas y dar la pelea en las presidenciales del 2013, sin resultados. Fue precisamente mientras recién se lamían las heridas de esta, que el ex ministro de Cultura de la administración piñerista, Roberto Ampuero, planteó en una columna, en abril de 2014, que “la reciente derrota electoral de la centroderecha chilena se debió en parte a la ausencia en ese sector de un relato inspirador, de una narrativa capaz de proyectar un horizonte utópico entre sus adherentes y la ciudadanía (…). Superar este déficit constituye un imperativo moral y político que contribuiría a fortalecer la democracia en la región. Creo que los relatos político-culturales inspiradores de nuestras sociedades no tienen por qué seguir siendo monopolio exclusivo y perpetuo de la izquierda”.

En estos años se han mantenido diversos esfuerzos por encontrar ese relato perdido: en junio de 2015 se realizó el seminario “Pensar la centro derecha”, convocado por Allamand y el diputado Bellolio, para discutir “qué creemos y qué vamos a proponerle a Chile”, cita a la que también asistieron los parlamentarios Juan Antonio Coloma (UDI), Alberto Espina (RN), Patricio Melero (UDI), Nicolás Monckeberg (RN) y Felipe Kast (Evópoli) y Andrés Cahdwick, el hombre de confianza de Piñera.

Luego, en otro seminario, en agosto de 2015, se reunieron los centros de pensamiento de la oposición, el Instituto Libertad y Desarrollo (LyD), de la UDI, el Instituto Libertad (RN), la Fundación Avanza Chile, de Piñera, y la Fundación Jaime Guzmán, y solo dos meses después, la historiadora Lucía Santa Cruz convocó a jóvenes e intelectuales de la derecha para iniciar una reflexión sistemática de ideas. En el ínterin, la derecha dejó de ser la Alianza y pasó a ser Chile Vamos, mientras los entonces timoneles de la UDI, Ernesto Silva, y de RN, Cristián Monckeberg, hablaban de sentar las bases de una nueva coalición.

En la propia derecha reconocen que el diagnóstico que hacen en el sector es el correcto, que ese nunca ha sido el problema, saben que no tienen un relato político y que el pragmatismo les gana siempre, que están sumidos en una suerte de parálisis, que los partidos se pierden habitualmente en la “cuña fácil”, la manía por la encuesta semanal y no se trabaja eficientemente en llevar dicho diagnóstico al papel.

Desde RN agregaron que no son pocos los que ven con preocupación este escenario, porque saben que en el fondo esta ausencia de relato, por ahora, le acomoda a Piñera, porque es el amo y señor del sector sin liderazgo de contrapeso, pero, ante la posibilidad de ganar el poder nuevamente, el escenario se pone delicado. “Gobernar sin relato es muy difícil, muy complejo, ya nos pasó y eso, sumado a un alto descontento ciudadano con las instituciones, pone todo cuesta arriba, pero hay muchos que prefieren gobernar aunque sea sobre las ruinas”, advirtió un ex colaborador de la administración piñerista.

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