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La otra pobreza: patrimonio ecológico de Chile ha sido arrasado en los últimos años Estudio de la U. de Chile determinó pérdidas cuantiosas de bosque nativo, agua y suelo

La otra pobreza: patrimonio ecológico de Chile ha sido arrasado en los últimos años

Macarena Segovia
Por : Macarena Segovia Periodista El Mostrador
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El ‘Informe País: Estado del medio ambiente en Chile. Comparación 1999-2015’ analiza los distintos procesos de desintegración que han vivido diversos recursos naturales de nuestro país. Las conclusiones con claras: “No hay conciencia” del daño que día a día se le está realizando al planeta, mientras que la institucionalidad no da el ancho para afrontar una crisis que, de una u otra forma, favorece a grupos específicos de interés movidos por la mercantilización de uno de nuestros principales patrimonios.


La más de 380 mil hectáreas (ha) quemadas que dejaron los incendios que azotaron al centro sur de nuestro país este verano no solo pusieron en evidencia la débil respuesta política y técnica que tuvo el sistema gubernamental del país, sino que abrieron también la discusión respecto al uso de suelo con fines industriales y agrícolas, además de la aniquilación constante del ecosistema, de la flora y fauna de nuestro país y, junto con ello, de miles de hectáreas de bosque nativo, evidenciando la incapacidad del ser humano para desarrollarse en sintonía con la naturaleza.

Un grupo de científicos australianos de la Australian National University lo evidenciaban hace unos días, cuando prendieron las alarmas al respecto, y lograron cuantificar el efecto del hombre sobre el cambio climático, es decir, el impacto humano en los ecosistemas. Definieron que durante los 4,5 billones de años de existencia del planeta, las fuerzas externas dominantes han influido en la tasa de cambio del Sistema Terrestre y observaron, además, un aumento “muy pronunciado” en la tasa de cambio de Hombre y Ecosistema desde 1950, así como “un fuerte acoplamiento entre ambos, un fenómeno ahora conocido como la Gran Aceleración». El estudio reveló que en los últimos 45 años la tasa de temperatura de la Tierra aumentó 170 veces por emisiones antropogénicas, pasando de un 0,01° C por siglo, a un 1,7° C desde 1970, lo que deja en evidencia el crecimiento acelerado de la destrucción de los ecosistemas.

Una arista similar recoge el ‘Informe País: Estado del medio ambiente en Chile. Comparación 1999-2015, realizado por el Centro de Análisis de Políticas Públicas del INAP de la Universidad de Chile. Este informe señala que desde 1999 las “macropresiones que condicionaban el medioambiente se han intensificado cuantitativa y cualitativamente”, lo que ha estado marcado por el crecimiento económico del país y, junto con ello, el desmesurado requerimiento de los recursos naturales disponibles, en especial el agua y la tierra. Este último ítem se ve marcado por los altos índices de deforestación del bosque nativo chileno.

El director del Centro de Análisis de Políticas Públicas del INAP, Nicolo Gligo, caracteriza a este proceso como una sentencia clara respecto a la reducción del territorio nacional: “El país se achica. Esto hay que verlo en tres dimensiones, se nos achican los bienes de la naturaleza, tenemos menos agua, menos bosque nativo, mucho menos suelo, la erosión del suelo es terrible, hemos pedido un 5% de nuestro territorio, como 7 millones de hectáreas, son territorio perdido, cuando pasa todo esto el país se achica y nuestro patrimonio ecológico es menor”.

Según informes de la Conaf para el periodo 1999-2013, ha existido “una pérdida bruta de bosque nativo de un total de 237.126 hectáreas (ha) y un promedio anual de 16.938 ha. (…). La distribución regional de estas pérdidas de bosque nativo se registraron en las regiones de La Araucanía y los Lagos con 56.285 ha (1993-2013) y 44.794 ha (1998-2013), respectivamente”.

Pero los resultados en los que se encuentra basado el Informe País “han encontrado una tendencia general contrapuesta a la reportada por Conaf”. La compilación de los estudios efectuados por investigadores de diferentes universidades “estima una pérdida neta de 143.521 ha para el período 1990-2000 y de 170.400 ha, lo que da un total de 313.921 ha.

Estas pérdidas se han concentrado desde las Regiones de Valparaíso a Los Lagos, principalmente porque “han estado expuestas a una gran presión por cambio de uso y cobertura del suelo del país, debido a una alta concentración de algunas de las principales actividades económicas a nivel nacional. Las Regiones de Valparaíso a Los Lagos incluyen el 79% de las áreas urbanas e industriales del país, un 94% de la agricultura y un 98,7% de las plantaciones forestales de especies exóticas”. Además, allí se concentra la mayor proporción de incendios forestales.

[cita tipo=»destaque»]“El país se achica. Esto hay que verlo en tres dimensiones, se nos achican los bienes de la naturaleza, tenemos menos agua, menos bosque nativo, mucho menos suelo, la erosión del suelo es terrible, hemos pedido un 5% de nuestro territorio, como 7 millones de hectáreas en el país, es territorio perdido, cuando pasa todo esto el país se achica, nuestro patrimonio es menor”, señala Gligo.[/cita]

El análisis y estudio de la intervención y degradación de los bosques nativos en Chile es una tarea “compleja”, según establece el informe. Es más, solo se cuenta con antecedentes para el año 1999 y no para una fecha posterior. En números, para el centro sur y sur del país se estima un total de 383.816 ha de bosques degradados solamente en el período 2001-2010, lo que daría un área de degradación promedio de 38.382 ha anuales.

Una de las principales causas de dicha degradación reside en la explotación irregular de los bosques, los que alcanzaría una superficie de 56.922 ha, “con impactos estructurales y funcionales aún no evaluados”. El informe del Inap de la Universidad de Chile evidencia que entre 1999 y 2015 se tendría una superficie superior a 1,5 millones de ha de bosques con algún grado de degradación estructural.

De acuerdo al Informe País, las principales razones de la pérdida de bosque nativo han sido la “habilitación de terrenos agrícolas, la sustitución por plantaciones forestales, pérdida de bosques hacia matorrales e incendios forestales –que en su mayor proporción son producidos intencionalmente–”. En porcentajes, la conversión a praderas y matorrales corresponde al 48% de la pérdida y un 41% a la sustitución por plantaciones forestales.

Para Gligo, esta reforestación no es contrastable con el bosque nativo y asegura que “no tiene ningún sentido” compararlos. “Las plantaciones forestales es una agricultura de árboles, ¿qué diferencia hay entre un bosque de duraznos con una plantación de pino? Nosotros creemos que hay que diferenciar claramente lo que son plantaciones de bosque nativo, que tiene múltiples funciones ecológicas que no las tienen las plantaciones forestales. Entre ellas, la fundamental es el hábitat de la biodiversidad en el lugar y, en segundo lugar, la mantención de los cursos de agua”, indica el académico.

Efecto incendios

La coyuntura de la catástrofe de los incendios de este año, que azotó el centro sur del país y que ha dejado más de 380 mil hectáreas quemadas, puso sobre el tapete la relevancia de mantener el bosque nativo como una forma de contener este tipo de catástrofes y revivió también las críticas a las extensas plantaciones de las forestales y la posibilidad de que la mano directamente intencionada del hombre pudiera estar detrás de estos siniestros que matan parte importante del patrimonio ecológico de nuestro país.

El Informe País, que fue lanzado antes de la proliferación de siniestros de este verano, señala a estos como un factor determinante en el proceso de eliminación del bosque nativo de nuestro país. Según el documento, en las últimas cuatro décadas la ocurrencia total de incendios ha aumentado consistentemente, alcanzando en la temporada 2014-2015 el máximo, con más de 8.000 eventos. En tanto, las temporadas de incendio 2013-14 y 2014-15 alcanzaron aproximadamente 106.000 y 129.000 hectáreas quemadas, respectivamente. “Esta extraordinaria superficie quemada en forma consecutiva no tiene precedentes en los últimos cuarenta años, superando dos veces el promedio quemado anualmente (54.800 ha/año) para las temporadas 1976-77 y 2014-2015”, indica.

Agrega que “durante los últimas tres décadas las causas de los incendios no han cambiado mayormente, siendo el factor humano el principal responsable de su ocurrencia. Las causas de tipo accidental e intencional explican en conjunto más del 84% de los incendios, alcanzando para la última década (2006-2015) el 91%”. Por otra parte, reconoce que el porcentaje de los incendios ocasionados por causas naturales es ínfima, pero “su contribución en la última década ha aumentado a 0.3 %, duplicando su valor respecto a la anterior”.

En opinión de Gligo, hay “mucho bosque que se quema exclusivamente para expandir la ganadería y después no hay culpables. Incluso hubo un tiempo en que se estaban quemando alerces para voltearlos y exportarlos después. Hay muchas tácticas para agredir al bosque nativo. A mi juicio, el gran problema es la sustitución en los incendios, eso hay que pararlo como sea. No debe sustituirse ningún árbol en Chile, hay suficientes hectáreas erosionadas en el país para ser reforestadas”.

El académico añade que, a pesar de esto, se sigue reforestando, cambiando el uso de suelo, pero “no con la ligereza que se hacía antes, se ha avanzado en los permisos y planes de manejo”, pero –según el especialista– el despliegue de estos planes es limitado, porque la Conaf no cuenta con los recursos ni la institucionalidad adecuada para poder desarrollarlos. “No hay posibilidad de un control total en planes de manejo de bosque nativo”, apunta.

Finalmente, Gligo recuerda que utilizar los incendios como forma de redefinición de suelo no es nueva, “en el 1900, los 100 km al norte de Puerto Montt estuvieron tres meses quemándose para producir la colonización alemana del sur de Chile. Dramas como estos se repiten con menos intensidad en nuestro país”.

Institucionalidad deficiente y supremacía del mercado

Los especialistas señalan que este proceso explosivo y continuo de destrucción de los bosques nativos se debe a una problemática estructural del país, basada en “la ausencia de una política que promueva las plantaciones nativas. El DL 701 vigente hasta 2013 no fomentó estas plantaciones y a partir de 2008, en que se promulgó la ley de Bosque Nativo (ley 20.283), esta ha tenido serias limitaciones en cuanto al estímulo de actividades a partir de incentivos”.

El documento deja en claro que, en materia legislativa, la prioridad es que el Gobierno inicie la tramitación de una ley para la creación del Servicio Forestal como ente superior de regulación y fomento del sector forestal, y que reemplace a Conaf como Corporación de Derecho Privado. El texto recuerda que dicha necesidad fue expresada por el Tribunal Constitucional (TC) al aprobarse la Ley de Bosque Nativo en 2008.

En dicho momento, el TC manifestó que “exhorta a S.E. la Presidenta de la República para que regularice la situación jurídica de la Conaf”, lo que no había sido tomado en cuenta hasta el anuncio de una reformulación de esta entidad, tras la catástrofe de los incendios.

Además, de acuerdo al documento académico, la iniciativa del Ministerio de Agricultura por formar dicho Servicio ha contado con un cortafuegos interno al interior del sistema gubernamental, ya que es el mismo Ministerio de Hacienda, el que se ha negado a la legislación de iniciativa, junto a instancias superiores del Ejecutivo.

Según el director de Informe País, el problema de pérdida de bosque nativo “no tiene solución en Chile, no hay ninguna solución de forma integral desde el punto de vista del manejo adecuado o con menos costo ambiental, una ley de ordenamiento del territorio, así como la tienen Francia, Suecia y Finlandia, y que diga cómo se debe ocupar el suelo”.

Gligo asegura que, sin este plan integral, “todas las soluciones van a ser un parche”, y agrega que en el último incendio “más del 70% de la hectáreas podrían haberse salvado si nosotros hubiéramos tenido una planificación adecuada, si hubiéramos prohibido tener plantaciones en algunos lados”.

Postura que lleva más de 45 años planteando ante diversas autoridades y que, según el académico, no ha sido escuchada porque prevalece “el sistema regulado por el abusivo mercado obviamente”.

Esta mercantilización del uso de suelo, de los recursos naturales y del bosque nativo responde a “una desviación tecnocrática, profesionalizante, en que cada sector cree que tiene la solución en sus manos. Al final, nadie hace nada y entonces cada uno está planificando el ordenamiento territorial, porque se tienen instrumentos, por su cuenta. Y esto ayuda a determinados sectores, a los que les favorece que no haya regulación de los recursos y la planificación adecuada de nuestro territorio”.

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