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Nicolás Eyzaguirre, el ministro que no paga costos Titular de la Segpres es objeto de críticas transversales en el oficialismo

Nicolás Eyzaguirre, el ministro que no paga costos

Pese a que en la Nueva Mayoría continúan las peticiones para que deje su cargo como fórmula para mejorar la gestión, todo posible cambio de gabinete ha sido congelado. Mientras el nuevo ministro del Interior, Mario Fernández, ha tratado de dar señales de empoderamiento para Eyzaguirre, los parlamentarios oficialistas manifiestan sus dudas respecto a que la permanencia del militante PPD permita mejorar la coordinación de La Moneda con el bloque. Sin embargo, todos coinciden en que cualquier decisión pasa exclusivamente por la palabra de Bachelet y ahí no hay duda: Eyzaguirre mantiene la sintonía personal con la Presidenta, factor clave en la administración bacheletista.


Sin dejar detalles al azar, este martes, en su primera visita como ministro del Interior a la sede del Congreso de Valparaíso, Mario Fernández (DC) se hizo acompañar en todo momento por el titular de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre (PPD). Reuniones con los presidentes de ambas cámaras, con los senadores oficialistas, presencia en la Sala del Senado… siempre juntos. La señal era clara: dar muestra de una nueva relación entre ambas carteras pero, sobre todo, intentar despejar cualquier duda respecto de una posible salida de Eyzaguirre.

La cuidada puesta en escena en la sede del Poder Legislativo se sumaba a lo ocurrido el viernes pasado en La Moneda. Ese día, cuando la salida de Jorge Burgos dejaba como estela la petición de un cambio de gabinete mayor –e incluso Gonzalo Navarrete, el presidente electo del PPD, apuntaba a que su partido no intervendría para evitar la salida de Eyzaguirre, con una posterior aclaración de la colectividad–, el nuevo jefe de gabinete aparecía en el patio del Palacio acompañado por el ministro de Segpres, dándole su espaldarazo y relatando la amistad que los unía.

En el comité político que se desarrolló en La Moneda este lunes se apuntó en la misma dirección. Fernández rayó la cancha y sostuvo que cualquier cambio del equipo ministerial era decisión de la Presidenta Michelle Bachelet, pero que Eyzaguirre seguía estando a cargo de la relación legislativa entre el Gobierno y los parlamentarios oficialistas. Él, por su parte, se hacía cargo de la relación política con los partidos.

Pero, a pesar de los esfuerzos realizados por el reemplazante de Burgos para mostrar un nuevo empoderamiento del secretario de Estado, en las huestes oficialistas no todos están convencidos de que la permanencia de Eyzaguirre en su cargo sea la alternativa para mejorar la coordinación y gestión del Gobierno en lo que queda de mandato.

En los pasillos del Congreso varios parlamentarios de la Nueva Mayoría insisten en manifestar su molestia con la labor del economista, tanto en la cartera de Educación como en el actual ministerio que encabeza. “Un cambio de gabinete real pasa sí o sí por la salida de Eyzaguirre”, sostiene un diputado DC. Varios coinciden en que su aparente desgano y su desidia han sido perjudiciales para los proyectos que impulsa el Ejecutivo.

También apuntan a la falta de conversaciones con los diputados y senadores oficialistas, lo que ha generado un rechazo a su trabajo. “Nunca ha conversado con nosotros, ¿cuándo lo has visto buscando algún voto? Como sí lo hacía Cristián Larroulet y su subsecretario Claudio Alvarado”, recuerda un diputado socialista.

“Yo siento que la relación de Eyzaguirre con los parlamentarios oficialistas está agotada, no es suficiente la llegada de Fernández, una golondrina no hace verano, queda muy poco de Gobierno y un solo cambio no modifica nada”, asegura otro legislador democratacristiano.

Dentro de las críticas de los diputados oficialistas, se apunta a que Eyzaguirre deja caer gran parte de las responsabilidades en sus asesores, desligándose de un trabajo político y ejecutivo que le corresponde a él. Varios recuerdan cómo en distintas comisiones el secretario de Estado cedía las explicaciones de los proyectos a los abogados de su equipo, pues él mismo reconocía que no estaba al tanto de los detalles, para muchos relevantes, de ciertos elementos de las iniciativas legales.

“Es algo estructural, a Eyzaguirre le carga el Congreso, encuentra a los diputados y el debate ‘picante’, le encantaría estar en almuerzos con los de la Sofofa en vez que acá”, señala un parlamentario de su partido.

Incluso desde la oposición dicen notar esas diferencias. El presidente de la UDI, Hernán Larraín, señaló que «la gestión de Eyzaguirre ha sido débil en cuanto a su rol de articulador entre los parlamentarios y La Moneda. Uno oye los reclamos permanentes en esa situación. Nadie está asumiendo esa tarea, la dejaron de hacer. No hay coordinación y no siempre los otros ministros están preocupados, no vienen, no participan».

La cercanía con Bachelet

Utilizando su característica ironía, que más de algún problema le ha traído, el lunes –tras el comité político– Nicolás Eyzaguirre descartaba que estuviera cansado. “No, en lo absoluto, todo lo contrario. Ayer subí el Cerro San Cristóbal en bicicleta con mi hijo, estoy de lo más bien», aseguraba el secretario de Estado. Sin embargo, la autoridad asumía cierto grado de autocrítica al sostener que el ambicioso programa se ha encontrado con elementos externos que lo han dificultado, por ejemplo, la desaceleración económica.

El diputado Jorge Tarud respondió rápido en su cuenta de Twitter: «Buenos ministros como Burgos se cansaron, otros, malitos, pero con ánimo».

Respecto a los cuestionamientos de los parlamentarios, Eyzaguirre sostuvo que “este es un problema que nos envuelve a todos, no solamente a mí, yo tengo una responsabilidad importante , tomo esas críticas con humildad y me tendré que esforzar cada día más por la unidad”, recalcó.

«No he presentado mi renuncia, pero si la Presidenta me la pide gustosamente lo voy a hacer», añadió ese día tras el comité político. Es precisamente, según explican parlamentarios oficialistas, uno de los puntos que lo sostienen en el gabinete: la confianza de Bachelet.

“Él es su riñón en el Gobierno. No vale la pena pedir su renuncia. Primero, por la cercanía de ambos y, segundo, porque la Presidenta hace todo lo contrario de lo que le piden por la prensa”, asegura un timonel de partido oficialista respecto a este punto.

[cita tipo= «destaque»]Dentro de las críticas de los diputados oficialistas, se apunta a que Eyzaguirre deja caer gran parte de las responsabilidades en sus asesores, desligándose de un trabajo político y ejecutivo que le corresponde a él. Varios recuerdan cómo en distintas comisiones el secretario de Estado cedía las explicaciones de los proyectos a los abogados de su equipo, pues él mismo reconocía que no estaba al tanto de los detalles, para muchos relevantes, de ciertos elementos de las iniciativas legales.[/cita]

Otro parlamentario del PPD sostuvo que “de todas maneras se verá como una operación de la DC, por la salida de Burgos, la petición de sacar a Eyzaguirre, así que no sirve de mucho plantear críticas serias ahora”.

Lo cierto es que, efectivamente, si bien Eyzaguirre ha tambaleado, nunca ha caído.

Muchas críticas recibió por su desempeño a cargo de la cartera de Educación, se cuestionó la desorganización, el diseño de los proyectos, y la falta de claridad, incluso, recibió un bullying mediático importante cuando realizó otras de sus metáforas: “Lo que tenemos actualmente es en una cancha enlosada un competidor corriendo con patines de alta velocidad y otro descalzo. El descalzo es la educación pública. Entonces, me dicen, ¿por qué no entrenas más y le das más comida al que va descalzo? Primero tengo que bajar al otro de los patines”. Pero él no se inmutó.

Así, tras el cambio de gabinete en que salieron dos de los ministros de confianza de Bachelet: Rodrigo Peñailillo (Interior) y Alberto Arenas (Hacienda), Eyzaguirre llegó al nuevo comité político para ser el nexo con la Mandataria, ya que Jorge Burgos y Rodrigo Valdés no formaban parte del círculo de la jefa de Estado.

Al poco tiempo de asumir en Segpres, Eyzaguirre concedió una entrevista en que realizó un crítico diagnóstico sobre la gestión del Gobierno y la forma en que tramitó la primera parte de la reforma educacional, asegurando que hubo un «exceso de ambición». Esa entrevista, para muchos en el oficialismo, marcó un punto de inflexión en cuanto a la renuncia por parte del Gobierno respecto de las grandes reformas, y aunque algunos aún aseguran que entonces la jefa de Estado no visó esas declaraciones, para otros no cabe duda que reprodujo algo que la Mandataria quiso establecer.

Con todo, Eyzaguirre sigue ahí. Si ni siquiera el hecho de llamarla públicamente “mi gordis” en 2005 alteró su relación, parece poco probable que las críticas que realizan hoy parlamentarios oficialistas pudieran alterar el estatus que tiene el ministro con la jefa de Estado.

Sin embargo, no todos en la NM cuestionan a Eyzaguirre. “Yo no tengo nada que decir de él, siempre hemos sacado adelante los proyectos a pesar de las discrepancias”, sostuvo un senador democratacristiano. Asimismo, en el partido otro parlamentario manifestó que “no hay que estar dándose palmoteos con los parlamentarios para sacar adelante el programa y Eyzaguirre lo sabe”.

Por su lado, un parlamentario socialista asegura que “el problema que tenía Eyzaguirre era el propio Burgos, si no hay ministro del Interior es bien poco lo que puede hacer el ministro de la Segpres”, sostuvo.

Con todo, en el oficialismo claramente hay un grupo que no está a gusto con el secretario de Estado y, si todo continúa igual, el pronóstico no es alentador. Un «parlamentario dice que los hechos están hablando por sí solos», mientras recuerda cuando el propio Eyzaguirre, ante el empresariado, sostuvo que «más allá de mi falta de diplomacia, júzguenme por los hechos».

El modelo Pérez Yoma

Cuando se supo públicamente que Mario Fernández asumiría las riendas del Ministerio del Interior, transversalmente en el oficialismo reconocieron su trayectoria política, su habilidad jurídica y su estilo que sintonizaría mucho mejor con la Presidenta Michelle Bachelet que el saliente Jorge Burgos. Sin embargo, también se puso el acento y las señales de preocupación en que la nueva autoridad DC no tiene el perfil de imponer un liderazgo fuerte, ser un conductor político nato y que, más bien, se acomoda más en un trabajo de equipo siendo actor secundario en lugar del actor principal, como demanda el cargo más importante del gabinete.

Por lo mismo, estos días en el Gobierno se ha comentado que el nuevo ministro pretende instalar un modelo interno de trabajo similar al que impuso, en el primer mandato de Bachelet, Edmundo Pérez Yoma.

Ello, pues –al igual que Pérez Yoma– es factible que el ministro Fernández pueda imprimir cuotas de orden interno al oficialismo. Para eso, en el Gobierno coincidieron en que la autoridad DC está en la búsqueda de un jefe de gabinete que sea políticamente potente, con redes reales en el Congreso, con manejo y conocimiento de las lógicas, rituales y criterios de los partidos para controlar de mejor manera los conflictos políticos con las colectividades y bancadas de la Nueva Mayoría.

Es efectivo que, desde el mismo miércoles 8 de junio, día en que asumió como ministro, Fernández ratificó a todo el mundo en sus puestos de trabajo en Interior –asesores, abogados, jefes de división, periodistas, incluido Ricardo Montero, quien se desempeñó como jefe de gabinete de Burgos–, pero lo cierto es que, más allá de las capacidades, la idea apunta a instalar a alguien con más peso y experiencia política.

Pérez Yoma, en la primera administración de Bachelet, puso en ese cargo al ex diputado DC, Exequiel Silva –quien hoy trabaja codo a codo con el ministro de la Segpres–, en la tarea de asesor principal que viene desarrollando con la autoridad PPD desde el Mineduc.

En el Ejecutivo afirmaron que precisamente una dupla así es lo que busca Fernández, alguien que efectivamente sea de toda su confianza, con fondo y trayectoria política, de preferencia alguien con quien ya haya trabajado en estas lides, con capacidad para “aquilatar” bien al momento de aconsejar al ministro, que conozca al dedillo el tejemaneje de este Gobierno, la verdadera trastienda. “El objetivo es tener un jefe de gabinete potente, que cuando este hable se entienda que es como hablar con él”, agregaron en el gobierno.

Es más, hay coincidencia en el nombre ideal para el cargo, pero se mantiene bajo siete llaves, precisamente para no “quemarlo” a la espera de que se concrete.

Hasta ahora, en su primera semana, Fernández ha recogido elogios transversales: que ha demostrado “virtudes” importantes, como el apoyo a Eyzaguirre, lo que se ha visto como un intento por mejorar la coordinación interna en el comité político, que fue una de las deficiencias en la era Burgos; también, se le han destacado los gestos políticos que ha tenido hacia los partidos de la Nueva Mayoría, como visitar a la DC y el PS en sus propias sedes, ir al Congreso el martes a reunirse con diputados, senadores y los presidentes de ambas cámaras; y la capacidad de cerrar rápidamente focos de conflicto, como el no dejar espacio a dudas en su apoyo al programa de Gobierno en el ámbito valórico, a pesar de sus profundas convicciones católicas.

Estos días el ministro Fernández está haciendo uso del “tiempo y carta blanca” que pidió al oficialismo en el comité político del lunes 13, para poder acomodarse a su nuevo cargo y empoderarse de los temas de la cartera. Eso automáticamente congeló todos los cambios internos que se evaluaban hasta antes de la salida de Burgos del Gobierno, a nivel de secretarios de Estado, subsecretarios, intendentes y gobernadores.

Si bien con esa petición se instaló una suerte de statu quo que durará al menos hasta fines de la próxima semana, en el ministerio reconocen que la figura del nuevo jefe de gabinete será algo que se resolverá antes que nada.

En esa misma reunión y ante la arremetida pública de la DC contra el ministro Eyzaguirre, cuestionando su permanencia en el gabinete, se acordó cerrar ese debate a través de los medios de comunicación. Es decir, no insistir con declaraciones sobre los ajustes en el gabinete, precisamente en pos de dejar espacio para definiciones al ministro Fernández. Eso, en todo caso, es de la puerta para afuera, porque internamente en el Gobierno la discusión sobre la necesidad de cambios en la administración bacheletista a todo nivel sigue igual de intensa.

En el oficialismo apuntan a dos tipos de cambios, por razones políticas, para aquellas autoridades que aspiran a postular al Congreso el próximo año, casos en los que en el Gobierno no querría esperar hasta cumplir el plazo legal de salida que es en noviembre, sino que dar una señal en el breve plazo de un reimpulso con el elenco gubernamental que trabajará efectivamente hasta el final de este mandato. El otro tipo de ajuste es respecto a los que están mal evaluados en su gestión, pero de lo cual hay dudas que pueda llevarse a cabo, porque no se observa que exista en estos momentos el “capital político” necesario para llevar adelante todos los cambios que se requieren.

En el resto de los cargos, entiéndase subsecretarios, intendentes y gobernadores, en el Gobierno recalcan que los diagnósticos están realizados hace rato, que incluso los partidos han hecho llegar sus sugerencias y que todo está en el escritorio de la jefa de gabinete de la Presidenta, Ana Lya Uriarte, que hasta la semana pasada la Mandataria no había tomado la decisión, que era lo único que frenaba esos ajustes y que ahora quedaron en suspenso por la llegada de Fernández.

A nivel de intendentes, si bien el ministro del Interior tendrá que hacer su propia evaluación en esta etapa de “acomodo”, desde La Moneda reconocen que hay coincidencia en cuáles son los cambios más urgentes que deben implementarse, como en el Maule, Aysén y Coquimbo.

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