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Gobernador Regional: un director de orquesta Opinión

Gobernador Regional: un director de orquesta

Claudio Orrego
Por : Claudio Orrego Ex acalde. Ex Intendente Región Metropolitana
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Mucha tinta y palabras se han gastado en analizar el nuevo cargo de Gobernador Regional que -por primera vez- elegiremos el próximo 15 y 16 de mayo. Y las opiniones han sido bien extremas: por un lado están los escépticos (“será como un león sin dientes”), que creen que la falta de atribuciones y mayores recursos generarán gran frustración por su nula capacidad de incidir en el desarrollo regional. En el otro extremo están los entusiastas/populistas (“tendremos todo el presupuesto que tengamos que tener”), que no tienen empacho en anunciar el fin del narcotráfico, la construcción de un tren a Valparaíso, la solución de los campamentos y el déficit habitacional, sembrando las semillas de una profunda desilusión ciudadana.

Ambas posturas cometen un error y le hacen un daño a este novel cargo. Una de las conclusiones de innumerables estudios de la OCDE, tanto generales como sobre Chile en particular, es que el excesivo centralismo ha limitado fuertemente el desarrollo de nuestro país, tanto en términos de crecimiento como de equidad. Pretender que la tecnocracia de los ministerios radicadas en el centro de Santiago, desarrolle mejores diagnósticos y coordine mejor la acción pública en los territorios de un país diverso como Chile es tan iluso como falaz. La experiencia mundial, tanto en regiones como Ciudades y áreas metropolitanas, es que se requiere descentralizar el poder para dar un impulso a la justicia territorial.

Es cierto que esta reforma nació con forceps. La tecnocracia y la elite política no pudieron frenar la demanda por mayor descentralización, pero si se encargó de limitar sus atribuciones, creó un cargo paralelo (“delegado regional”), instauró un mecanismo 100% presidencialista para entregar nuevas atribuciones y evitó aumentar en serio sus recursos. Esto es objetivamente una limitación a esta nueva institucionalidad. Sin embargo, ¿logra disminuir y opacar su importancia, potencial y trascendencia? Claramente, no.

Quienes hemos sido testigos y actores de la evolución del rol de los alcaldes, elegidos democráticamente desde 1993, hemos visto cómo una institución originalmente desprovista de muchas atribuciones y recursos, al correr de los años y de múltiples reformas, se ha ido transformando en la institucionalidad más legitima de nuestra cuestionada Democracia. Que duda cabe que ello no ha sido por sus altos presupuestos o desbordantes atribuciones, sino por la forma como alcaldes y alcaldesas han ejercido su liderazgo político en terreno, creando planes, políticas y proyectos que han generado mayor justicia y calidad de vida en sus comunas.

Pues bien, es evidente que ello también ocurrirá con los nuevos gobernadores. Apoyados en su enorme e incontrarrestable legitimidad ciudadana, sumado a la administración del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR), la elaboración de los planes de ordenamiento territorial, políticas regionales de diversos temas (infraestructura, residuos, cambio climático, entre otros) y una articulación pública de las demandas agregadas de los municipios y actores regionales, los Gobernadores serán el verdadero director de orquesta del desarrollo regional.

Al igual que una orquesta, lo primero es reconocer que no se trata de un “solo”. Se requieren todo tipo de músicos (municipios, ministerios, universidades, ONGs, sector privado y ciudadanía) para poder tocar una verdadera sinfonía. El verdadero liderazgo de las nuevas autoridades regionales no consistirá tanto en ejercer “atribuciones exclusivas”, como en convocar, inspirar y coordinar a múltiples actores para impulsar un plan de desarrollo regional, generado con participación y con pertinencia territorial.

En territorios doblemente fragmentados como la Región Metropolitana (tanto territorialmente con 52 municipios, como sectorialmente con 23 ministerios), este rol de director de orquesta es fundamental. Necesitamos una partitura que refleje la visión de Ciudad y Región que queremos para los próximos 30 a 40 años. Si el gobernador logra generar esa partitura y sentar en la mesa a TODOS los músicos, ya habrá hecho una contribución invaluable.

Ahora, al igual que con el mundo municipal, tenemos que mirar este momento como un punto de partida y no de llegada. La elaboración de una nueva Constitución será un espacio privilegiado para pensar en serio como repartiremos el poder a las regiones y municipios, esta vez sin el veto de la tecnocracia ni de las elites incumbentes. Por eso, es que es importante partir cuanto antes. La suerte de nuestras regiones y de nuestra democracia se juega en parte por cómo implementemos esta reforma. Si los nuevos gobernadores y gobernadoras ejercen su rol con un realismo ambicioso y un liderazgo colaborativo y de terreno, podremos estar tranquilos de que vamos por un buen camino para construir el Estado Social y Descentralizado de derecho que necesita y demanda nuestro país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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