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La presidencia Radical y la crisis de las pensiones Opinión

La presidencia Radical y la crisis de las pensiones

Sebastián Ortiz y Matías Benfeld
Por : Sebastián Ortiz y Matías Benfeld Sebastián Ortíz Collao Profesor del Departamento de Física Universidad Técnica Federico Santa María Matías Benfeld Garcés Estudiante de Derecho Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
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Era la madrugada del sábado, y la crisis desencadenada al interior del Partido Radical a causa el apoyo brindado por los diputados Meza, Jarpa y Auth al Gobierno iba para su segundo día: renuncias masivas y la petición de expulsión de los diputados radicales marcaron el inicio de una toma de cuatro días de la sede del PR, por militantes y simpatizantes de su Juventud política. Sin embargo, la motivación de esta acción fáctica no reveló más que la punta del iceberg en un partido que, al igual que la inmensa mayoría, carece por completo de conexión entre sus cúpulas y las bases; esta desconexión resulta tan extrema en el PR, que el poco contacto entre bases –muy especialmente de la Juventud– y cúpulas se vuelve algo protocolar, un jugar a escucharse mutuamente, incluso cuando el tema en cuestión es tan relevante como una profunda reforma al sistema de pensiones.

Pero, específicamente, ¿a qué nos referimos con “una reforma profunda al sistema de pensiones”?  Actualmente la discusión de modelos de pensiones ha sido falsamente llevada a posiciones completamente antagónicas: la capitalización individual versus el sistema de reparto, señalados como mutualmente excluyentes, cuando esto no es así.

Se dice falsamente, por ejemplo, que la solidaridad implica renunciar por completo a la idea de cuentas de ahorro. Esta concepción ignora por completo las reformas en pensiones iniciadas –ya en la década del ’90– por países como Suecia. ¿Y si nuestros aportes fuesen registrados en una cuenta cuyo saldo estuviese compuesto por los aportes realizados por el trabajador vía la nueva cotización patronal, más el interés del nuevo sistema?

Una idea así fue entregada al presidente del PR a fines de junio, cuando aún se discutía la naturaleza del ente público que administraría la cotización patronal. En aquella ocasión dos militantes hicimos entrega al presidente una propuesta en la que la nueva cotización patronal era entregada a una entidad pública con grandes facultades de administración. ¿Por qué no pensar en un fondo de inversión publica destinado a financiar las pensiones de todos los chilenos, cuyas inversiones estuviesen en instrumentos altamente rentables y seguros, por ejemplo, las concesiones de obras públicas? Carreteras, empresas sanitarias, eléctricas -entre otras-, tienen hoy una rentabilidad garantizada por el Estado. ¿Por qué no pensar, entonces, que esta rentabilidad vaya a esta nueva entidad pública destinada al pago de pensiones, y no a enriquecer consorcios de capitales extranjeros?

Sumado a lo anterior, solo aplicar la cotización patronal más la entidad pública que administrará estas nuevas inversiones implicaría un aumento significativo de las pensiones recién hacia el año 2060. Entonces, ¿qué hacer con las actuales pensiones? ¿Es posible aumentar las pensiones que se pagan hoy, sin poner en riesgo la viabilidad fiscal de una reforma previsional que recibirá dos millones de nuevos jubilados en las próximas décadas?

La respuesta es sí. Puede introducirse un elemento de solidaridad en la nueva cotización patronal, basados en el hecho que en un comienzo el nuevo sistema sólo recaudará, dado que el gasto en los pensionados anteriores a 2040 será marginal comparado con lo que se recaudará. Esto nos permitiría usar parte de lo recaudado para mejorar las actuales pensiones, sin perjudicar con esto a los futuros pensionados.

A este mecanismo le hemos llamado “Factor de Compensación”, y lo que hace es multiplicar las actuales pensiones autofinanciadas de nuestros pensionados, por un número que iría entre 1,05 y 1,20, dependiendo de la cantidad de años cotizados; es decir, por la simple aplicación del Factor de Compensación, las pensiones actuales –y futuras– aumentarían entre un 5% y  un 20%: 5% para quienes hayan cotizado 10 años o menos llegando hasta el 20% para quienes lo hayan hecho por 30 años o más. Si existiese este Factor de Compensación, la pensión de la profesora María Angélica -que demandó a la AFP Cuprum por sus ahorros- pasaría de los actuales $ 185.000 a $ 222.000 mensuales. Estos $37.000 extras serían aportados por la nueva cotización patronal, de la que saldrían estos recursos para aumentar de forma inmediata las actuales pensiones de todos quienes reciben una jubilación menor a $ 700.000; es decir, el Factor de Compensación beneficiaría a todos los afiliados de clase media, premiando a quienes hoy reciben pensiones de hambre pese a haber cotizado por décadas durante su vida activa.

Este Factor de Compensación es financiable con el 1% de la cotización patronal, al menos durante los primeros años de la próxima década, significando una inyección inmediata, durante el primer año, de 600 millones de dólares de liquidez a la economía, lo cual, en un contexto de crisis generalizada, sería un impulso significativo.

Ahora, así como este mecanismo abarcaría por completo a la clase media, cabe señalar que en ningún caso es excluyente con el Pilar Solidario. Una persona cuya pensión base es aumentada con el Factor de Compensación, podría perfectamente ser beneficiaría del Pilar Solidario si es que su pensión fuese muy baja, y aquí entramos a otro tema: el pilar solidario debiese dejar de ser sólo para el 60% más vulnerable, y abarcar a toda la población con un patrimonio inferior a cierto monto -por ejemplo, de 100 millones de pesos- lo que podría tener un pensionado independiente que haya podido comprarse una casa pero que “por ser del 40% más rico de Chile” hoy no tiene derecha al pilar solidario, como la misma profesora María Angélica.

Pese a la buena valoración recibida por esta propuesta de parte de expertos de distintas áreas –que en realidad es una  sola de una batería de nueve medidas propuestas-, tristemente tras seis meses no hemos recibido respuesta alguna de Carlos Maldonado, presidente del Partido Radical, quien ha actuado como si el frenesí constitucional hubiese borrado todas las otras demandas sociales, entre ellas la de un nuevo sistema de pensiones, dedicándose más a dar entrevistas grandilocuentes que a proponer cambios reales para un Chile que despertó de la ilusión neoliberal.

Todos podemos querer ser candidatos, y es legítimo, sin embargo, en un país en el que se reclama que la ciudadanía “de a pie” sea escuchada, resulta contradictorio que el presidente del partido más antiguo de Chile quiera iniciar una candidatura presidencial cuando ni siquiera es capaz de tomar las buenas ideas emanadas desde su propia colectividad, y planteárselas al gobierno, ofreciendo una alternativa, en momentos en que nuestra clase política adolece por completo de soluciones concretas.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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