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Discapacidad y el nuevo pacto social Opinión

Discapacidad y el nuevo pacto social

Jimena Gómez L
Por : Jimena Gómez L Fundación Inhoy
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El 3 de Diciembre se celebró el Día Internacional de la Discapacidad el cual fue instaurado en 1992 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el objetivo de promover los derechos y bienestar de “todas las personas con discapacidad sin distinción por tipo y/o severidad”. Se trata de un día para crear conciencia y dar visibilidad a este grupo humano.

Chile ratificó la Convención de los Derechos Humanos de las Personas con Discapacidad y su protocolo facultativo el 29 de Julio del 2008, asumiendo el compromiso de promover su independencia y autonomía, como también el de eliminar toda forma de discriminación y vulneración, como las barreras de infraestructura y culturales, asegurando igualdad de oportunidades en todos los ámbitos de la sociedad, en un país digno, democrático e inclusivo, sin la histórica división entre “discapacitados y no discapacitados”.

Este año, el foco central de esta celebración, según las Naciones Unidas, es empoderar a las Personas con Discapacidad para que puedan participar y liderar la agenda 2030 de desarrollo sostenible. Un hecho que parece muy lejano para nuestro país, sobre todo si pensamos que desde la ratificación de dicha convención, poco o nada se ha hecho por cambiar el actual “modelo de caridad” para tratar la discapacidad y avanzar hacia un modelo de derechos humanos.

Nuestra clase política logró un acuerdo y cabe la posibilidad de que en Chile podamos construir nuestra propia constitución. Sin embargo, aún existen dudas de cómo se llevará a cabo este proceso, y en mi mente solo da vueltas una pregunta: ¿Quién me representará en las mesas de diálogo?. Históricamente, las personas con discapacidad hemos sido vistas como objetos de caridad, sin autonomía para tomar nuestras propias decisiones. Con tristeza, puedo asegurar que en nuestro Chile no existe conciencia real del alto grado de exclusión, marginalización y pobreza en la que vivimos las personas con discapacidad. Socialmente somos los más “olvidados de los olvidados”, casi invisibles a los ojos de nuestra sociedad. Personas que muchas veces somos recordadas solo por nuestras familias, y en ocasiones por quienes sienten la necesidad de ser solidarios como en días de Teletón.

Como mujer con discapacidad visual, he vivido la discriminación y exclusión de la que hablo por casi 20 años, una realidad que antes de tener un glaucoma desconocía y me era ajena, y que por diversas circunstancias me ha tocado experimentar desde mis 26 años. Una época difícil, quizás la más complicada en mi vida, un momento de shock en el que intentaba entender lo que me estaba ocurriendo. Fueron tantas las inseguridades y los desafíos que, por supuesto, sentí miedo al cambio que impone vivir de manera diferente, somos humanos y es parte de nuestra naturaleza sentir temor cuando nos enfrentamos a lo desconocido. Aunque me costó aceptarlo mi visión ya no era la misma, y tuve que reaprender para volver a ser completamente funcional e independiente.
Pero, ¿Cómo te vuelves a parar y continuas tú vida si sientes que no hay esperanza? ¿Cómo encuentras el camino si te parece que todas las puertas se te cierran? ¿Cómo te reintegras en una sociedad que poco o nada entiende tu problema?.

Hoy me preocupa de sobremanera lo que le sucederá a los más de 200 afectados con trauma ocular, quienes seguramente están sintiendo lo mismo que yo hace 20 años. Jóvenes que con profunda desesperanza encontrarán un Chile que los mirará con distancia y pena, y que posiblemente los olvidará cuando ya no sean noticia. ¿Qué pasará cuando descubran que tienen una discapacidad y que viven en un pais donde ésta es inseparable de la pobreza? Un país donde no existen políticas públicas adecuadas para asegurar acceso a rehabilitación, educación, trabajo, participación social y una vida independiente. Por este motivo, en tiempos donde todos claman por un Chile más justo e inclusivo, no podemos olvidar a ese 16,7% que posee algún tipo de discapacidad, ya sea leve, moderada o severa.

Las cifras son elocuentes; Somos casi 3 millones de Personas con discapacidad, de las cuales un 25,5% viven en situación de pobreza con un ingreso igual o menor a 70.543 pesos chilenos, comparado con un 14.4% del resto de la población. Tenemos un muy bajo nivel de acceso a educación superior (9.1% completamos educación superior) y trabajo (un 36,4% de las personas con discapacidad leve o moderada tenemos un trabajo formal o informal, comparado a un 69% del resto de la población que se encuentra laboralmente activa). Sin embargo, un 80% de nosotros declara estar capacitado para trabajar y/o estudiar si se nos ofreciera una oportunidad de hacerlo.
Por ahora, parece imposible tener una oportunidad laboral real, ya que el estado y los chilenos no comprenden ni aceptan que las Personas con Discapacidad somos diferentes, pero podemos interactuar de maneras diversas con nuestro entorno físico, en la medida que contemos con la preparación y tecnologías asistivas necesarias. Nos urge derribar barreras culturales que nos estigmatizan como personas con menos capacidades, así como barreras de infraestructura que restringen nuestra movilidad y acceso a información. Estoy convencida que somos una fuerza laboral potente, creativa y necesaria para nuestro entorno y nuestro pais, asi como una voz necesaria en este nuevo pacto social.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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