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Honestidad intelectual y comportamiento académico Opinión

Honestidad intelectual y comportamiento académico

Rodrigo Larraín
Por : Rodrigo Larraín Sociólogo. Académico de la Universidad Central
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Cada cierto tiempo nos enteramos de actos de deshonestidad intelectual de graduados universitarios.  Los plagios totales o parciales de tesis de grado han remecido alguna vez al gabinete de Alemania, cuando se denunció al Ministro de Defensa por haber obtenido su doctorado copiando un trabajo ajeno.  El gobierno de España  ha recibido acusaciones desde el Presidente del Gobierno, ministros y otros altos funcionarios, incluso, parece, que hay universidades en que este trámite irregular es mucho más fácil.  Mi propia experiencia como académico, me ha permitido conocer algunos casos.

Años atrás, como había pocas universidades, las comunidades profesionales y de profesores universitarios eran más pequeñas y había más control social entre iguales, todos sabíamos quiénes éramos y cuáles eran nuestros temas de interés.  Pero el aumento de la matricula y de académicos implicó que hubiera menos control social y los autores de fraudes académicos se mimetizaban más.  El control social operaba quitando prestigio académico.  Un profesor sorprendido plagiando un trabajo, al poco tiempo, un semestre después generalmente, no seguía haciendo clases.  Las trapacerías académicas eran pocas y por ello se contaban casi como mitos urbanos.

¿Cuál es la razón de estos actos inmorales?  Es el currículum.  Hace unas décadas atrás los requisitos para la docencia superior eran muy distintos, no había muchas personas con posgrados, había postítulos, no existían los diplomas y se valoraba os conocimientos y la originalidad antes los temas que se enseñaban,  Había investigación, eso sí.  Pero tener un currículum académico con grados y posgrados, otras certificaciones y una lista de publicaciones, sobre todo ahora con los índices, se hizo una necesidad para mantenerse en la academia.  En Chile se pudo ver una escalada. Un profesor ponía como publicaciones las tesis que dirigió, otro se las atribuyó como investigaciones, pero no eran más que casos pintorescos, el típico “por si pasa”, chileno, lo peor es que a veces pasaban.  Todo por el currículum.

Pero es mucho más grave robar productos intelectuales ajenos, es mucho más grave que copiar, poner forzadamente el nombre propio en una lista de los verdaderos autores de un texto, citar sin comillas ni referencias, o alguna clase de aprovechamiento menor.  Pero lo que ha ocurrido en la Universidad Arturo Prat, con algunos graduados de ingeniería civil es un delito.  Ellos acusan a profesores de ponerse como coautores de un trabajo o suprimir el nombre de los estudiantes autores es, sencillamente, robo de propiedad intelectual, sobre todo porque son buenos trabajos que han sido publicados y que sus verdaderos autores no pueden usarlos como antecedentes académicos y ponerlos en sus propios currícula.  Esta clase de delitos nos debe preocupar a todos los que trabajamos en las universidades chilenas.  Los estudiantes robados están dolidos y con razón, pero hay que esclarecer todo, las justificaciones de los profesores acusados y las evidencias que puedan exhibir los acusadores.

Tales actos, de probarse su veracidad, desprestigian no sólo a la universidad donde ocurrieron, sino que degradan a toda la educación superior chilena.  Además que los académicos solemos trabajar en distitas universidades, por lo que todos, en mayor o menor medida, hemos sido afectados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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