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¿Una política de ciencia en el camino equivocado? Opinión

¿Una política de ciencia en el camino equivocado?

Luis Huerta
Por : Luis Huerta Físico teórico, Académico Universidad de Talca
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El Ministerio de Ciencia, Conocimiento, Tecnología e Innovación iniciaba en los días previos a la convulsión social la elaboración de una Política Nacional en el ámbito, de largo plazo. Con ese propósito invitó a actores de este mundo, en una iniciativa inédita. Merece el reconocimiento, porque el Ministro y su equipo creen de verdad en el valor de lo que hacen y tienen la convicción de que ayudará a cambiar a nuestro país. Pero, quisiera subrayar a la vez que existe la posibilidad de que haya una cierta ingenuidad en ello. El país no va a cambiar solo como consecuencia de cambiar la matriz productiva, de agregar valor agregado a nuestros productos, de que la productividad del país por fin aborde su verdadero intríngulis: la nula incorporación de tecnología.

La ciencia y la tecnología puede ayudar a crecer el país de manera sostenible, pero puede acentuar las desigualdades si seguimos con un sistema que basa el mejoramiento de las condiciones de vida de los y las habitantes de este país en el “chorreo”. Más ciencia y tecnología para Chile, ¿más autos de lujo, vacaciones en el Lejano Oriente, tiendas de lujo, la salud en las clínicas de EE UU, acciones en Google o Amazon?

Estamos ante una encrucijada, que no es necesariamente entre un capitalismo o un socialismo de caricatura, como los prejuicios de una derecha añeja y testaruda pudiere enredarnos. La encrucijada es si seguimos destruyendo la cohesión de la sociedad o no, aumentando el descontento y la ira. ¿Queremos un país dividido, con las instituciones en picada, la sociedad a punto de estallar, para las futuras generaciones? Así, no es el momento de prejuicios ideológicos sino de sensatez y generosidad.

Tampoco se trata de dádivas, de que los empresarios se metan las manos en el bolsillo y pongan algo de sus ganancias en fundaciones o programas asistenciales. Queremos que se entienda que la riqueza de un país se origina en el trabajo de todos, inversionistas y trabajadores. Un camino equivocado, profundamente equivocado, es pensar en cambios cosméticos, superestructurales. El país requiere cambios estructurales en su modelo de desarrollo económico, social y humano. En su estructura productiva, crear valor, favorecer el emprendimiento innovador con base tecnológica. En su estructura socieconómica, modificar la distribución de la riqueza drásticamente, básicamente con un sistema tributario que grave duramente a la extrema riqueza. La desigualdad esencial no está entre los ingresos de un profesional bien pagado y los de un trabajador calificado, aún cuando no es algo que debamos pasar por alto en el futuro. La desigualdad está entre la impudicia de que haya súper ricos en un país donde hay súper pobres. En su estructura política, crear una Constitución que le dé al Estado el poder que necesita y destaque los valores esenciales de una sociedad moderna y equilibrada. En lo social y cívico, incorporar la participación en las decisiones estratégicas de todos los actores de la sociedad, esencialmente incorporando la iniciativa legislativa de los ciudadanos y el plebisicito. Tampoco se trata en este caso de gobernar desde la calle, sino de coordinar la democracia representativa con la democracia participativa, con mecanismos razonables y bien pensados.

Una política nacional de ciencia, conocimiento, tecnología e innovación es un esfuerzo honesto y fundamental que no puede ser traicionada por la ausencia de una política que asegure la justicia en la distribución de los beneficios. Chile merece una nueva imagen. Si algunos se lamentan del deterioro de la imagen como “the wealthiest and most stable country” de la región, entonces no entienden o no quieren entender que era solo una cáscara que terminó secándose y cayéndose a pedazos. Pero, tenemos una base sólida para avanzar a una mejor imagen, de un país justo, con recursos y tecnología al servicio de una sociedad inclusiva, educada, respetuosa del medio ambiente, verdaderamente desarrollada.

¿Quizás es solo un sueño imposible? Depende de cada uno de nosotros, de no claudicar en esta revolución en ciernes, masivamente pacífica y con esperanzas que a veces nos producen un nudo en la garganta.

Los científicos tenemos un deber. Si la naturaleza nos interpela hasta el agotamiento tratando de entenderla, si no descansamos hasta desentrañar las razones últimas de su existencia y extraordinaria organización, entonces debemos hacer lo mismo al diseñar una política de ciencia: debemos develar los mecanismos que llevarán el progreso prometido a la totalidad de nuestra sociedad, a cada uno y cada una de quienes forman esta comunidad llamada Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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