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¿Cuándo se jodió Chile, Zavalita?: la deshonestidad en la ley de Aula Segura (Convivencia Escolar) Opinión

¿Cuándo se jodió Chile, Zavalita?: la deshonestidad en la ley de Aula Segura (Convivencia Escolar)

Santiago Escobar
Por : Santiago Escobar Abogado, especialista en temas de defensa y seguridad
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El show mediático sobre Aula Segura, aprobada con mayoría de 33 a uno, resulta una vergüenza. Si algo es controlable en una comunidad que está cautiva durante horas al interior de un edificio, es la posibilidad de identificar con facilidad las anomias y los círculos violentos. Claro, si hay voluntad e inteligencia, no intrusiva o manipuladora como la que se ha usado con los mapuche, sino inteligencia social para captar las señales de cambio y de presión, acotarlas y apagarlas con instrumentos formativos. Lo otro es vigilar y castigar, como se hace en dictadura.


La pregunta para el país podría ser ¿en qué momento se jodió la República, Zavalita?, parodiando la excelsa novela Conversación en La Catedral de Mario Vargas Llosa. ¿Cómo un debate que comenzó el 2006 sobre la calidad y el lucro en la educación, terminó en una ley complementaria del sistema penal para dirimir problemas graves de convivencia intraescolar?

Como en la novela de Vargas Llosa, la respuesta es que no hay un solo momento sino muchos. Y todos con la activa participación política de toda la elite, de izquierda y derecha, dando los votos ahora para crear un nuevo tipo penal, con una sanción que no pasa ni el test de los tratados internacionales sobre educación ni las normas de la Constitución de 1980. Sí, la de Augusto Pinochet.

No es necesario señalar que nunca, en casi 30 años de democracia, hubo un programa de control y prevención de bullying y de la violencia al interior de los establecimientos educacionales, que se haya originado en una acción pensada por el Ministerio de Educación. Pese a que todos los antecedentes llevaban a que año a año aumentaba el nivel de violencia intraescolar. Ello no solo entre estudiantes sino de estos con los profesores y viceversa.

El 90% de los colegios carece de infraestructura inteligente para efectuar prevención y control al interior de ellos. Además de mobiliario envejecido y de preparación docente atrasada, jamás hubo preocupación por captar la psicología y la cultura de los nuevos educandos, ahora, a partir del 2000, dotados de medios y comprensión tecnológica que superaba el promedio cultural docente.

[cita tipo=»destaque»]El hacinamiento y la mala calidad educativa, y los negocios inducidos por la jornada escolar completa, se ensancharon con las subvenciones escolares preferenciales hacia pingües negocios, y ya, para la época de Bachelet y su subsecretaria Pilar Romaguera –con el sólido auspicio político socialista de Camilo Escalona–, generaron que estallara la rebelión pingüina, que terminó en bracitos alzados y las lágrimas en cámara de TV del DC Pedro Montt, por la nueva Ley de la Educación. De mejoras a la educación, nada, mucho lucro y el silencio obtuso de Andrés Velasco como ministro de Hacienda, quien prefirió traspasar dinero a los empresarios mediante depreciación acelerada de bienes y recortar programas educativos en aula. A esa fecha había 50 funcionarios de Mineduc preocupados de administrar los fondos de la JEC, y apenas un par que se preocupaban de los temas curriculares.[/cita]

La administración de los colegios siguió aplicando reglas de autoridad dictatorial y la nemotecnia le ganó a la pedagogía innovativa y participativa. Ergo, lo que había de inversión en los colegios fue “construcción de aulas, gimnasios y comedores” con el famoso programa de jornada escolar completa (JE), mediante el cual los sostenedores privados subvencionados amasaron fortunas en bienes inmobiliarios. La pregunta es si alguien, alguna vez, escuchó hablar de diseños arquitectónicos integrados a nuevas realidades de enseñanza y calidad, y a una antropología juvenil más exigente e inquieta.

El hacinamiento y la mala calidad educativa, y los negocios inducidos por la jornada escolar completa, se ensancharon con las subvenciones escolares preferenciales hacia pingües negocios, y ya, para la época de Bachelet y su subsecretaria Pilar Romaguera –con el sólido auspicio político socialista de Camilo Escalona–, generaron que estallara la rebelión pingüina, que terminó en bracitos alzados y las lágrimas en cámara de TV del DC Pedro Montt, por la nueva Ley de la Educación. De mejoras a la educación, nada, mucho lucro y el silencio obtuso de Andrés Velasco como ministro de Hacienda, quien prefirió traspasar dinero a los empresarios mediante depreciación acelerada de bienes y recortar programas educativos en aula. A esa fecha había 50 funcionarios de Mineduc preocupados de administrar los fondos de la JEC, y apenas un par que se preocupaban de los temas curriculares.

Luego el movimiento estudiantil de 2011, la derecha aguantando el lucro y ahora, finalmente, Aula Segura. Todo ello porque la República se jodió, Zavalita, y se permitió que la ira creciera y explotara en marginalidad.

Con todo, esta aún es acotable y el show mediático sobre Aula Segura, aprobada con mayoría de 33 a uno, resulta una vergüenza. Si algo es controlable en una comunidad que está cautiva durante horas al interior de un edificio, es la posibilidad de identificar con facilidad las anomias y los círculos violentos. Claro, si hay voluntad e inteligencia, no intrusiva o manipuladora como la que se ha usado con los mapuche, sino inteligencia social para captar las señales de cambio y de presión, acotarlas y apagarlas con instrumentos formativos. Lo otro es vigilar y castigar, como se hace en dictadura.

Lo peor de lo ocurrido –que no tendrá resultados reales si lo que domina es una ola de marginalidad e ira social que va in crescendo– es que el llamado mundo progresista, básicamente gente del Partido Socialista y el PPD, se haya prestado para tamaña impudicia.

No es comprensible que José Miguel Insulza, que fue ministro del Interior muchos años, uno de los creadores de la ANI, esa agencia de inteligencia que para nada sirve, haya hecho lobby a favor de esta ley entre sus pares sin entender que es un retroceso. Ni que lo haya hecho el senador Jaime Quintana, que fuera presidente del PPD, hombre de retroexcavadora, ahora de valores republicanos como el principio de autoridad en las escuelas. Que Juan Pablo Letelier o Ricardo Lagos Weber se vanaglorien del acuerdo, que según todos apoya el 80% de la población, pero no sean capaces de pensar que el deber de un líder político (ellos aspiran a serlo) es a veces ir contracorriente para expresar coherencia y construcción democrática.

En algunos de ellos se explica mejor –como el caso de Insulza–, porque se rearma el viejo Mapu, ahora ya no como Mapu-Martínez sino como Mapu-Chadwick. De alguna manera ello va a pesar mientras Andrés Chadwick –ex Mapu– siga siendo ministro del Interior y la voz de alerta del Presidente, además de su primo, y cuñado de José Antonio Viera-Gallo. Al fin y al cabo, todo va convergiendo en la Patria Joven, desde la directiva del PS hasta los gobiernos de la derecha, que se sienten más cercanos a Frei Montalva y donde un Frei Ruiz-Tagle es embajador de su “primo” figurado Piñera Echenique.

Mientras tanto flota la pregunta, Zavalita: de calidad de la educación y fin del lucro, ¿cuándo se hablará? Porque a estas alturas tampoco habrá conversación en la catedral.   

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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