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En respuesta a opinión «China, la alegría ya viene»

Por: Luis Felipe Sauvalle


Señor Director:

En la columna de Mario Waissbluth sobre el ascenso de China, su autor termina con un consejo hacia los más jóvenes (entre los que me incluyo): que estudien chino mandarín. Tras pasar casi una década en China me atrevería a enmendar su consejo: no se necesita que aprendar el idioma en un Instituto Confucio, aislados de la realidad cotidiana y social que se vive allá. Se necesita que se empapen de esa realidad, para que vean con sus propios ojos esa sociedad, que sí que es de contrastes, en donde se pueden ver edificios de 500 o 600 metros de altura, trenes balas, puentes que se pierden en el horizonte, y en la que sin embargo nada funciona, ni el plástico de las tarjetas de crédito, ni los semáforos, ni los ascensores, ni las aduanas.

Antes de blandir a China como ejemplo –por los Juegos Olímpicos, por su puente de 30 kilómetros a Hong Kong, por su disciplina– o de creerse a pie juntillas su relato sobre una supuesta cultura milenaria (que no es tal, o no lo es más que Alemania es milenaria en tanto que ya en tiempos de Tácito existía la Germania), hemos de preguntarnos si eso que ocurre hoy allá en Asia forma parte del Chile que queremos.

Luis Felipe Sauvalle

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