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Chile no debe perder sus utopías

Por: Marcelo D. Miranda


Señor Director:

Las utopías son aquellos deseos o sueños inalcanzables que desde nuestros orígenes han guiado nuestro devenir personal y colectivo. Las utopías más grandes que hemos tenido han sido aquellas que invitan a sociedades justas, contenedoras, libres y prósperas para todos sus miembros. Otras llaman al conocimiento, al descubrimiento o a la conquista de lo vivo o de la materia inerte aquí o más haya de nuestro planeta. También las hay de emociones personales y colectivas donde el sentimiento de colaboración y solidaridad nutren a un inconsciente colectivo que nos mueve en conjunto.

¿Pero de donde nacen las utopías? Las utopías se nutren primero en la escuela donde como niños y jóvenes estamos dispuestos a soñar lo imposible. Como en Mauque, en pleno altiplano de Chile, donde una profesora con un mapamundi les muestra a un puñado de niños el horizonte más allá de la Estepa Alto Andina. Se alimentan de la mano de profesores en el juego diario que en sus clases de ciencia, historia y de filosofía, nos indican lo que hemos sido y lo que podríamos ser al futuro. También crecen en las salidas a teatros donde actores nos hablan de moral y de virtudes. Las vemos en las bibliotecas, los museos de arte e historia, al sentir la naturaleza en parques nacionales y en las conversaciones de tardes con familiares y amigos.

A veces creemos tocarlas en charlas nocturnas del profesor José Maza, en el canto a lo humano y lo divino de la profesora Cecilia Astorga, en los diálogos del profesor Cristián Warnken y en los poemas íntimos de la profesora Cecilia Godoy Alcayaga. Por ejemplo solo hace algunos días cuantos profesores en todas las escuelas de Chile seguro hablaron desde la ciencia, la historia y la emoción sobre el magnífico eclipse solar que vivimos, generando en niños y jóvenes seguramente miles de nuevas utopías que serán el motor de vida a miles de lugares impensados.
Lamentablemente las utopías no están en las cifras de crecimiento nacional del ministerio de economía. Ni en la deuda no pagada por nuestro estado o en la sala legislativa donde se aprueba una mala ley para la sociedad. Tampoco podemos buscarla en los pisos flamantes de empresas transnacionales, ni en los planos de centros comerciales construidos en barrios históricos y ni en los campos donde se ha cortado el bosque y se ha perdido el agua por hacer crecer la agricultura.

Pensar que nuestra sociedad será mejor solo construida desde el crecimiento de su economía y la virtud de sus mercados, sacando del centro nuestras fuentes de utopías, es un error que debemos evitar si queremos dejar a los que siguen la sociedad que tanto hemos soñado.

Dr. Marcelo D. Miranda
Profesor Asociado
Departamento de Ecosistemas y Medio Ambiente
Pontificia Universidad Católica de Chile
e-mail: mmirands@uc.cl

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