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COP25 en Chile, de poetas y cuenteros

Por: Marcelo Saavedra Pérez


Sr. Director:

Debo comentar un asunto serio. Este año nuestro país será sede de uno de los eventos más relevantes en el contexto del cambio climático que el planeta está padeciendo desde hace años sino decenios, la Conferencia de las Partes número 25 o COP25. Esta reunión anual de expertos medioambientales, científicos, ONG’s y funcionarios políticos de distinto rango y pelaje vinculados a los ministerios de incumbencia ambiental, se efectúa año tras año para tratar de contener el desastre en marcha que la especie humana ha ayudado significativamente en su fortalecimiento y desarrollo. Lamentablemente con escaso éxito después de un cuarto de siglo de esfuerzos de la comunidad científica y de las organizaciones ciudadanas por llamar la atención a la clase política y económica mundial (y local), sobre las desoladoras consecuencias que ya están padeciendo los grupos humanos y no humanos más vulnerables del planeta. Y nuestro país será sede de ese evento. Un país de poetas (van quedando menos lamentablemente) y de cuenteros (cada vez son más, por lo visto).

Siempre me ha llamado la atención las declaraciones y resoluciones sensatas y realistas que se aprueban en pomposas sesiones plenarias en el edificio neoyorkino de Naciones Unidas que tienen que ver con temas socioambientales (y de otra índole), donde la gran mayoría de las Naciones aprueban sus contenidos, los que posteriormente son ratificados por sus parlamentos respectivos; como ocurre regularmente con el Estado de Chile (a excepción del Acuerdo de Escazú hace no tanto tiempo). Lo curioso son las acciones contradictorias que adoptan posteriormente los Estados, las que colisionan directamente contra el espíritu y la letra de los acuerdos internacionales que se firman y ratifican. Nuestro país es un claro ejemplo de por qué a 25 años de la primera reunión COP en Berlín, las tasas de emisión de gases de efecto invernadero es muy difícil que lleguen disminuir en un horizonte de tiempo cercano.

El último ejemplo que refuerza mi teoría fue la firma de la Agenda 2030 en 2015 por parte del Gobierno de Chile de ese entonces, la cual pretende transformar el mundo a través de acciones concretas para avanzar en el contexto del Desarrollo Sustentable y convertirlo en 11 años más en un mundo significativamente mejor (¡!??). Para aquellos que no la conocen la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible fue aprobada en sesión plenaria de Naciones Unidas en septiembre de 2015. Contiene 17 objetivos de desarrollo sustentable que abordan temas tan peliagudos como poner fin a la pobreza, garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad o lograr la igualdad de género y empoderar a mujeres y niñas. Asimismo, entre otros objetivos enunciados igual de peliagudos a la luz de nuestra realidad socioambiental, están garantizar la gestión sostenible del agua, promover el crecimiento económico con trabajos decentes para todos, adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático, conservar y utilizar de manera sustentable los océanos y mares, así como los ecosistemas terrestres, entre otros. Como dato adicional hay que señalar que estos 17 objetivos están asociados a 169 metas de carácter integrado e indivisible según consigna Naciones Unidas en la página WEB de la Agenda 2030. Como ya dije, una cosa son las declaraciones y firmas pomposas por parte de nuestras autoridades políticas en estos eventos de la alta jerarquía diplomática mundial y otra cosa muy distinta son las acciones que se adoptan a posteriori que desnudan, en los hechos, la ausencia de un compromiso genuino que se pretende refrendar ante este tipo de iniciativas a nivel planetario, con una firma vacua a nombre del Estado de Chile, un Estado vacuo en materia socio-ambiental y temas asociados a desarrollo sustentable. Exagero la nota? Pienso que no. Al revisar en la página oficial del Gobierno de Chile respecto de esta materia la importancia que se le da dentro de la orgánica institucional, llama la atención que materias que involucran el accionar coordinado de todo el aparataje institucional de un país, se delegue el accionar de los esfuerzos para honrar la firma del Estado de Chile en 4 ministerios, liderados por el Ministerio de RREE (¿¿??) y secundados por el Ministerio de Economía, el de Desarrollo Social (a través de una de las Subsecretarías) y el de Medio Ambiente. Asistidos todos ellos por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), para aportar con datos duros respecto de indicadores varios, de acuerdo a lo que se colige al revisar la página WEB de la Agenda 2030 en Chile.

Si se lee la Declaración de Naciones Unidas de la Agenda, sus compromisos y principios ahí expuestos, así como el diagnóstico del mundo actual, reconocido por el concierto de Naciones, firmado por los Jefes de Estado de más de 150 países; y se contrastan dichas declaraciones con lo que ha sido la realidad de esta Nación firmante de la Agenda que traigo a colación durante los últimos 30 años, uno no puede más que concluir que la época dorada de los poetas acabó hace mucho tiempo y dio paso a la era de los cuenteros que creen que por vestirse con ropajes dorados y rociarse de perfumes impedirán que emane el hedor de la verdadera naturaleza de sus actos.

Desde la caída del Muro de Berlín y el término del mundo bipolar, las utopías por alcanzar un mundo mejor cada vez son más difíciles de levantar. El pragmatismo brutal de la globalización del neoliberalismo a escala planetaria ha potenciado una casta político-institucional, soportada por economistas y un aparato jurídico del Siglo XIX, que se han encargado de desmantelar, torpedear o amañar para el beneficio de unos pocos, cada uno de los esfuerzos emanados de esas sesiones plenarias estériles que se votan de vez en cuando en Nueva York. En esta época donde las utopías parecen inexistentes, lo que conlleva a una degradación total de la imaginación del ser humano al servicio del ser humano, la casta político institucional criolla podría echar mano a alguna de las ideas fuerzas contenidas en esta Agenda 2030, con el objeto de idear políticas públicas que verdaderamente ayuden a erradicar la pobreza dentro de este fundo con vista al mar, o que permitan desarrollar una política educacional de calidad y equitativa para todos los inquilinos de este fundo, o que se adopten las medidas que aseguren una gestión adecuada y sostenible del agua entre mar y cordillera, por mencionar sólo algunas ideas. En lugar de eso, nuestra casta político-institucional se ha encargado de generar políticas públicas cuyo común denominador desde hace casi 46 años ha sido profundizar inexorablemente la desigualdad económica y cultural entre unos pocos que tienen casi todo y muchísimos que tienen casi nada.

Así las cosas, es muy probable que en 11 años más nuestro país, firmante de esta quimérica Agenda 2030, siga siendo uno de los países más desiguales del continente, el único país donde el agua está en manos privadas, donde la cuna de nacimiento marcará de por vida la calidad de vida de ese ser humano, donde el crecimiento económico a toda costa define el accionar de dirigentes y empresarios (públicos y privados), donde la incultura e ignorancia nos ubica como sociedad en los peldaños más bajos del bienestar humano. El accionar de nuestro país en tres años desde que firmó dicha Agenda, delata una falta de imaginación y compromiso por parte de las instituciones gubernamentales encargadas de liderar este proceso, donde las expectativas creadas en distintos grupos sociales difícilmente podrán ser satisfechas.

Me pregunto cuáles serán las explicaciones que dará el Gobierno de turno cuando despliegue sus disfraces dorados para inflar indicadores que reflejarán de manera mañosa una aparente realidad color de rosa de un mundo real gris y nauseabundo?. Para explicar lo inexplicable, nuestros políticos y dirigentes de elección popular despliegan las dotes verborreicas que cualquier cuentero de categoría debe tener.

 

Marcelo Saavedra Pérez

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