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Sobre el así llamado «instinto» maternal

Por: Carolina Grekin Garfunkel


Señor Director:

Observen una gata; ella es un ejemplo de instinto maternal. Ella vela por sus crías, las alimenta y protege. Ella responde con sabiduría incorporada en su estructura animal a los requerimientos de sus hijos.
Veamos ahora a una madre humana: aquí no existe un «modelo único»; ella puede ser protectora, alimentante, amorosa, pero a la hora de ver a su hijo enfermo sabe que debe buscar ayuda fuera de sí misma, y entonces recurre a un médico, hipotético reservorio de sabiduría en salud… porque ella no posee sabiduría atávica a la cual recurrir en esas circunstancias especiales. Y donde no hay sabiduría atávica no hay instinto.
También puede que sea una madre descuidada, descariñada que abandone a sus hijos para irse con alguien o por ser incapaz de asumir la responsabilidad de criarlos. Incluso puede que no quiera llevarlos en su vientre y los haya abortado.

Hasta tal punto podemos encontrar madres distintas, con conductas diferentes, benignas o dañinas que la ley debe entrar a jugar un papel protector para con los niños víctimas de malas madres y hasta asumir en sus códigos acciones que se consideran delitos, como el aborto o los malos tratos (violencia doméstica).En otras palabras, en la madre humana opera el libre albedrío, lo que no ocurre con la madre gata que actuará siempre de una misma manera, obligada por su instinto.

Entonces, si acordamos que el instinto maternal no existe hoy en la mujer, esto nos lleva a pensar que si ella cuida a sus hijos, desde su libre albedrío, ya sea por amor –un sentimiento– o por deber –un principio valórico–, visto así, un hombre puede igualmente –desde su propio libre albedrío–, ejercer ese rol de protector y cuidador amoroso y/o respetuoso de un deber autoimpuesto. Y desde este principio de igualdad es que se puede entender que al aplicar a la mujer un falso rol «instintivo» se le está imprimiendo al rol social de la mujer una voluntad de obligatoriedad y un peso que van a bloquear el libre desenvolvimiento de su ser real, convirtiendo en realidad una falacia: que la mujer, por su condición «instintiva» y las obligaciones y restricciones que estas le imponen, no estará a la par del hombre en cuanto a sus facultades creativas, laborales, investigativas. De este modo se protege y refuerza el patriarcado.

Carolina Grekin Garfunkel

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