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Trascender y dejar huella Opinión

Trascender y dejar huella

Mario Ignacio Artaza
Por : Mario Ignacio Artaza Cónsul General de Chile en Nueva York
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Hace algunos días fui increpado con gruesas palabrotas y señales de puño y mano, a la vista de decenas de conductores que intentaban esquivar a manifestantes y el gas lacrimógeno que invadía el aire en una esquina capitalina, al momento de requerir – estoy seguro que amablemente – al chofer de un automóvil que circulaba contra el tránsito y que había bloqueado por completo la vía, doblar hacia un costado y permitir así el flujo vehicular.

En el momento de mayores gritos y epitetos por parte del chofer y de su acompañante, ambos incitando a otros a sumarse a su descontrol, seguramente porque a falta de metro, me encontraba caminando de terno y corbata, privilegié contenerme y tratar de servir como facilitador en un momento de alta tensión para muchos que estaban ansiosos de llegar a sus hogares, antes de la lluvia de piedras, el accionar de los grafiteros y el rocío de agua.

El diálogo surtió efecto y el tránsito logró ordenarse a tiempo.

Más tarde en ruta ya a casa, me puse a pensar en lo vivido en aquel momento, en lo leído y lo aprendido a través de experiencias similares a las que aconteció en aquella esquina, vecindario, en nuestra ciudad, aún en otras latitudes. Recordé bien el momento, el lugar en donde me encontraba, los ruidos de sirenas, bocinazos, banderas enarboladas y llegué así a Lech Walesa y el Movimiento Solidaridad; Nelson Mandela y el fin de Apartheid; Lyndon B. Johnson y la Ley de Derechos Civiles; Corazon Aquino y la Revolución del Poder del Pueblo.

Noté que si acaso revisamos atentamente cada una de estas acciones y sus resultados, veremos que han estado presente liderazgos de han trascendido fronteras e historia, desafiando a grupos organizados y estructuras rígidas contrarias a cualquier cambio o modificación del statu quo que imperaba en aquel momento.

Son personas que vencieron sus propias debilidades y fantasmas internos para negociar, articular y trabajar en equipo, superando así los obstáculos que muchos a su alrededor creían insoslayables. Son esfuerzos que sumaron uno más uno, reconocidos no solo por sus propios conciudadanos, sino que han marcado épocas en distintos continentes, por no haber incitado ni avalado el odio o la violencia.

Las lecciones que se pueden recoger de aquellos líderes y de las acciones que valientemente emprendieron para marcar el curso del andar de sus respectivos países, me invitaron a pensar si acaso en un entorno como el nuestro, es realmente factible alcanzar definiciones que aparecen ser imprescindibles para avanzar, tales como establecer una sola y férrea alma nacional.

Porque en estos días se ha notado un Chile fracturado. Impaciente. Frustrado. Desconfiado.

Ello tal vez por no contar con una historia reciente común, en un territorio que presenta diferencias y desigualdades a simple vista. Con demasiados concentrados en aparatos móviles privilegiando los «me gusta» o «comparto» en redes sociales, sin darle dos vueltas a la hora de distribuir noticias falsas o memes que se jactan de personas y situaciones que no siempre son del todo indiferentes. Es también muy posiblemente por por el accionar de grupos organizados, activos y con diversos grados de influencia en la calle, que expresan tener una verdad absoluta, sin dar paso posible a escuchar ni a participar en un diálogo fluido que pueda llegar a alterar la concreción de sus intereses o aspiraciones inmediatas, dejando pasar así una oportunidad única de demostrar con hechos concretos, que con el paso de los años y por medio de la experiencia, hemos sabido aprender a valorar la ética, el respeto y la tolerancia, la dignidad, la solidaridad, el deber y la responsabilidad, procurando anteponer el bien común por sobre la destrucción desenfrenada.

Pensé que así se nos presenta un escenario que convoca a ejercer liderazgos que en verdad, tienen todo por ganar y nada por perder, con lo que ello puede llegar a significar en términos humanos, valóricos, societales y, lo menos importante en la ecuación a la hora de asumir el desafío necesario para marcar diferencias y dejar huella, de poder.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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