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A propósito de los 46 años del 11 de Septiembre y de la indolente impaciencia de Felipe Kast

A propósito de los 46 años del 11 de Septiembre y de la indolente impaciencia de Felipe Kast

Tomemos como ejemplo un reciente  tweet del senador Felipe Kast, donde con un tonto imperativo y fastidiado también, nos dice que ya está bien de quedarse pegados en el pasado, que ya han pasado 46 años y que seguimos estancados con Allende y Pinochet y que deberíamos ocuparnos de otras cosas. Tiempo ha pasado ya desde el golpe de Estado de 1973 y ese tramo temporal es el que con impaciencia pretende borrar Kast.


Entre tantas escenas inquietantes del documental I love Pinochet hay una que se me viene a la mente en estas fechas. Hay un momento donde asistimos a una fiesta de la juventud UDI de la época y la cámara se concentra en mostrarnos su alegría y despreocupación. De pronto, un joven se dirige a ella y al ser interrogado acerca del legado de la dictadura, muy suelto de cuerpo y algo compungido señala que, sí, se violaron derechos humanos, que no se vuelva a repetir algo así, pero (esta bendita conjunción adversativa)  que el legado económico es indudable, que los logros están ahí, visibles, frente a todos, disponibles para todos. Rechazando lo que hay que rechazar (las violaciones a los DD.HH) y aceptando lo que hay que aceptar (el modelo económico) el joven UDI sigue su celebración. Como tantos otros antes, como tantos otros ahora.

En esta columna no me detendré en el significado de Pinochet para la derecha, ni en las consecuencias del modelo económico en Chile, sino en la conjunción adversativa (el incómodo “pero” que escuchamos siempre en este tipo de discursos, un “pero” que puede aparecer camuflado, recubierto de otros ropajes para decir lo mismo que aquel joven UDI.

¿A qué me refiero con esto? Tomemos como ejemplo un reciente  tweet del senador Felipe Kast, donde con un tonto imperativo y fastidiado también, nos dice que ya está bien de quedarse pegados en el pasado, que ya han pasado 46 años y que seguimos estancados con Allende y Pinochet y que deberíamos ocuparnos de otras cosas. Tiempo ha pasado ya desde el golpe de Estado de 1973 y ese tramo temporal es el que con impaciencia pretende borrar Kast.

¿De dónde proviene ese fastidio?  Creo que de dos cosas: por una parte, de una lectura del tiempo acumulativo de momentos homogéneos, que implica una noción de la historia como peso, carga y lastre. Así mientras más tiempo acumula un acontecimiento, peor aún, más pesado y farragoso y difícil de engullir se hace (para pasar a otra cosa, como quisiera Kast). El tejido vivo de nuestra historia y del dolor que habita en ella es lo que el senador Kast  nos pide que dejemos de lado, para ocuparnos por el cambio climático y la revolución digital (pues que en algo hay que ocupar nuestro ingenio y energías, supongo. Al pasado hay que dejarlo tal como creemos que debería estar, congelado y estático. Si ha pasado tiempo suficiente (supongo que es Felipe Kast quien tiene la autoridad para dictaminar eso) ya es hora de dejar de hablar de aquello. Con algunas herramientas retóricas es posible persuadir y hacer creer que ya está todo dicho, o que ya se ha dicho demasiado al respecto. Supongo que el impaciente Kast asume que casi medio siglo es suficiente para todo. En esto no es muy distinto del joven UDI del documental de marras, es más, se asemeja a un discurso ligera y engañosamente empático de ciertos sectores de la derecha con las victimas y familiares de violaciones a los derechos humanos. “A estas alturas” nadie que no sea un personaje recalcitrante (que los hay todavía) va a negar lo que sucedió desde el 11 de septiembre de 1973 en adelante, así que al sacar cuentas políticas supongo que es muestra de buena educación y de escasa convicción condenar las violaciones a los DD.HH.

Esta forma de expresarse adquiere diversas formas, en algunos casos hablarán de excesos, pero contra algunos que no eran blancas palomas siempre superponiendo el legado económico, desplazando así el tema a otro lugar. Otros son un poco más  enfáticos y condenan cualquier violación a los DD.HH, pero nos piden que miremos a otros países para ver lo mal que también lo han hecho, otros nos llaman abiertamente a dejar las odiosidades del pasado y a olvidar, supongo. Estas formas retóricas no están muy lejos de lo dicho por Kast, quien no solo dictamina cuando es el tiempo de olvidar, sino también en cuanto tiempo debemos olvidar o “dejar atrás”, que para el caso viene a ser lo mismo. Ahora sabemos que 46 años  constituyen el límite de la paciencia del senador, que (sin decirlo explícitamente) también  se dirige a las victimas, sus deudos y familiares para que dejen todo atrás. No es tan descabellado pensar que Kast está impaciente porque no pueden olvidar, porque no pueden o tal vez no quieren perdonar y porque de una buena vez no se ocupan del cambio climático y la revolución digital y de otras cosas más..

De lo anterior se puede sacar la siguiente conclusión: que la derecha en un sentido estricto no quiere saber nada de las violaciones a los DD.HH, que cada cierto tiempo estas frases aparecerán para mostrar el fastidio con el dolor ajeno. La incoherencia en la postura de Kast respecto a los DD.HH se hace patente cuando frente  a las legítimas y comprensibles demandas de justicia de familiares y victimas aparece un tweet cargado de desidia, indolencia y absoluta falta de empatía como el que acabamos de comentar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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