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Isapres: la muerte de Rafael

Marcos Vergara
Por : Marcos Vergara Académico Escuela de Salud Pública UCh
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Rafael Caviedes fue Director de FONASA al momento que las Isapres fueron creadas, en 1982. Durante esos primeros años, la administración de la precaria normativa regulatoria del sistema estuvo en sus manos. Años después se transformaría en el Gerente de la Asociación de Isapres y tiempo después, en estos últimos años, en su Presidente. De paso escribió algunos libros, como la Caja de Pandora -si mal no recuerdo-, una reseña biográfica de René Merino, quien fuera uno de los dueños de Colmena Golden Cross y también Presidente de la Asociación de Isapres durante muchos años y, recientemente, Rafael nos convoca a un lanzamiento que hará de un libro nuevo, Cómo Entender el Sistema de Salud Chileno: más allá de lo público y lo privado, que se realizará el 15 de Mayo próximo.

Rafael fue un luchador pro-sistema, entusiasta promotor de sus ventajas e ideológicamente muy convencido de las mismas. Le conocí bien pues tuve ocasión de discutir con él muchas veces. Defendió a las Isapres hasta la muerte, no hasta la muerte de las Isapre, sino hasta su propia muerte en la vida pública. Murió defendiéndolas con su habitual entusiasmo y tropezó con sus propios dichos, haciendo referencia a sus preocupaciones por el proyecto de reforma que empieza a impulsar el gobierno. Algunos dirán que lo traicionó su naturaleza.

Pero no es la naturaleza de Rafael el tema de fondo. Rafael era un gladiador que se sentía cómodo en la arena de la discusión de los seguros de salud. El tema de fondo, en realidad, ha sido siempre el de la naturaleza del propio sistema de Isapres. Se trata del negocio de los seguros de salud individuales de corto plazo puestos en el marco de la seguridad social, que en Chile se financia con cotizaciones obligatorias para salud que hacen las personas. Esto es raro y lo ha sido desde siempre. Raro porque pone dentro de la seguridad social un sistema que está reñido con los principios básicos de la misma, que los países crean y organizan para proteger solidariamente a los carentes de recursos y a los que presentan mayor riesgo de enfermar.

Y las Isapres hacen justamente lo contrario: discriminan a las personas en función de sus riesgos y establecen tarifas que muchos no están en condiciones de pagar para obtener a cambio una apropiada protección. Este es el problema. Algo que a los salubristas siempre nos ha parecido aberrante: seguridad social con lógica de seguros privados individuales. Seguridad social en que “te rascas con tus propias uñas”.

Es cierto que muchos se preguntarán cómo es entonces que, si tan aberrante, el sistema viniera para quedarse y cómo se explica que tenga ya más años de vida que los que alguna vez tuvo el Servicio Nacional de Salud, paradigma histórico del sistema de salud chileno. En efecto, las Isapres tienen ya 37 años de vida y han representado una solución para una clase media acomodada durante todo este tiempo. Y en lo esencial, en su “modus operandi”, siguen siendo las mismas de siempre. En el margen se han venido deteriorando y encareciendo y se han generado en su seno fenómenos indeseables para sus beneficiarios como la denominada “·cautividad”. Es conocida la tensión pública generada por el incremento del precio de los planes y por la judicialización que de ello deriva, así como la imposibilidad de cambiarse de Isapre de quienes han acumulado enfermedad.

Un grupo importante de beneficiarios ha debido volver a FONASA después del año 1997, cuando llegaron a ser 3,9 millones; la amenaza del regreso de este grupo ahora más enfermo -los “cautivos” en FONASA, al decir de Cristián Baeza- representa un stress financiero que preocupa a los nuevos reformistas. Han proliferado, por otra parte, los seguros complementarios de salud, que son expresión de problemas de cobertura del sistema asegurador previsional, muchos de los cuales resultan ser ofertas vinculadas a los propios prestadores de servicios médicos, las principales clínicas de Chile. Del mismo modo, el sistema ha debido incorporar en sus planes las Garantías Explícitas de Salud (GES) que derivaron de la reforma del 2005 y, antes que eso, las propias Isapres desarrollaron un seguro catastrófico, ambos asuntos contribuyentes a establecer coberturas mínimas facilitantes de su propia viabilidad. Por último, cabe recordar que a comienzos del primer gobierno del Presidente Piñera, el Tribunal Constitucional se pronunció congelando el uso de las tablas de riesgo del sistema, por considerarlas impropias de un sistema de seguridad social. De ello derivó ya un proyecto de ley corta de reforma del sistema Isapre que hoy día descansa en la Comisión de Salud del Senado, sin tramitar.

Por cierto, una gran masa adscrita al sistema, los más jóvenes y menos riesgosos, no están cautivos y han estado ajenos a los problemas de aquel, disfrutando todavía de un buen pasar y de un modelo de atención inspirado en la libre elección de servicios médicos y otras amenidades, muchas veces siguiendo la lógica de los seguros de indemnidad, hasta donde ha sido posible hacerlo.

Hasta aquí hemos dicho quizás todo lo que se podría decir para explicar la prolongada vida útil del sistema. A lo mejor deberíamos agregar a la explicación, como ocurre normalmente en la economía, el lobby de los interesados en el negocio, realizado por cierto en las oscuras cocinas del poder. Y, por qué no decirlo, la infatigable, directa y frontal defensa del sistema que hacía Rafael Caviedes.

Hoy vemos por la prensa que las Isapres aceptan la renuncia a quien fuera Presidente de su Asociación en los últimos años y vemos también que parecen no sentirse tan incómodas con los acontecimientos y que lucen muy disponibles para la discusión de la reforma que se avecina.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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