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De regreso al 2010 Opinión

De regreso al 2010

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Concordemos que desde marzo hasta octubre noviembre de 2018 –cuando estalló el caso Catrillanca–, la estrategia política del Gobierno funcionó. Corrigió varios de los errores cometidos en 2010; logró integrar, de manera incondicional, a uno de sus principales adversarios internos, Manuel José Ossandón, y consiguió algo inédito en la derecha chilena: mostrar una férrea disciplina y con el despliegue de un relato común. Con esto, sumado a una oposición en estado catatónico y dividida, qué más podían pedir. Qué mejor escenario para el segundo período del Mandatario.

Y la estrategia comunicacional también fue correcta. Tenía un horizonte claro: mostrar logros rápidos, volcar a todos los ministros a terreno, ampliar el número de voceros y la frecuencia con que se dirigirían a la ciudadanía –tanto es así, que Cecilia Pérez tenía un rol bastante secundario– y limitar las intervenciones del Presidente. Esto último para establecer cortafuegos, evitando que a Piñera le llegaran las balas, además de correr menos riesgos que en el primer mandato, en que hablaba casi a diario, la mayoría de las veces improvisando.

Sebastián Piñera también había aprendido la lección. Más cauto, más controlado, más considerado con los partidos. Si ni siquiera daba pie para las piñericosas. Su señora, Cecilia Morel, también había salido casi por completo de escena.

Sin duda, la decisión de postergar las reformas para el segundo año fue una suerte de autoengaño. La Moneda prefirió mantener ese estado placentero que da el avanzar con una agenda con escasas dificultades. Y como no podían abordar los temas claves contenidos en el programa de Gobierno –las reformas–, optó por dos “comodines”. Uno de alta aceptación en la galería: regular la migración, y el otro, que le permitiría a la derecha hacer una especie de acto de contrición por su apoyo a la dictadura de Pinochet, además de proyectar las dificultades de la izquierda para gobernar: la condena al régimen de Maduro.

¿Por qué se borró entonces el diseño político-comunicacional del primer año?

Primero, la sobresaturación del uso y abuso de Venezuela dejó al descubierto las falencias del Gobierno en materia interna, especialmente por la incapacidad de haber anticipado las negociaciones para enfrentar las reformas. Pero la principal razón se llama Sebastián Piñera.

El Jefe de Estado tiene muy baja tolerancia a la crítica y su ansiedad por ser bien evaluado y/o querido, lo supera. Está en su naturaleza, en su ADN. Y frente a ese rasgo, ni los dirigentes de Chile Vamos, ni sus ministros más cercanos, pueden hacer nada.

Analicemos el giro experimentado por el Gobierno o, mejor dicho, por el Presidente.

A solo horas de concluido el encuentro de Prosur, Piñera dio una entrevista en que, además de ofuscarse con la periodista, anunció que invitaría a los partidos de oposición a dialogar acerca de las reformas que él mismo denominó como su legado. La noticia no solo sorprendió a los partidos opositores, sino también al bloque oficialista y sus propios ministros.

En cualquier negociación siempre se debe guardar una carta final que permita destrabar un conflicto. Pero Piñera prefirió correr el riesgo, como buen empresario, y se lanzó en una cruzada solitaria a intentar convencer al rival de las bondades de su propuesta. De paso, les quitó el piso a los ministros sectoriales que deberán defender los proyectos en el Congreso y dejó muy mal parado a Gonzalo Blumel. Ahora, si su estrategia solo consistía en dejar un “téngase presente” para responsabilizar a la oposición del fracaso de las reformas, la derrota quedará personalizada en la figura presidencial.

Y como era de esperar, la oposición le dio un portazo al Mandatario. Los encuentros sirvieron de muy poco, ya que, aunque en un principio hubo matices respecto de la disposición a buscar acuerdos, la posición se tornó unánime luego que, en la misma semana en que conversaba con los presidentes de partidos, el Ejecutivo ingresaba el proyecto de control de identidad avalado por las encuestas. De hecho, Álvaro Elizalde le había manifestado –48 horas antes– que una de las condiciones para poder avanzar en un diálogo consistía en retirar la iniciativa.

Piñera logró en poco más de una semana lo que la oposición se tardó un año y tres meses en conseguir: unidad en torno a enfrentar al Gobierno.

Pero el Jefe de Estado seguiría dándonos sorpresas con su nueva estrategia. Cecilia Morel volvía a retomar un rol más político, tal como lo hizo en el primer mandato de su marido. Al finalizar la semana en que Piñera dialogó con cuatro partidos, y en una larga entrevista al diario El Mercurio, Morel hizo un balance de la fase de diálogo, algo que le correspondía a él mismo o a uno de sus ministros políticos. Lo más llamativo fue la fotografía que acompañó al reportaje. La Primera Dama en La Moneda sentada en un amplio y señorial escritorio, con la bandera de Chile y muy concentrada escribiendo, en un estilo que recordó la imagen que se promocionaba de Patricio Aylwin.

Por lo tanto, no es descartable que el Presidente tenga en su diseño que la persona de continuidad del piñerismo sea su señora y no los cuatro o cinco precandidatos que ya se perfilan –con demasiada anticipación– para las elecciones de 2021. Si antes fueron los Kirchner-Fernández o lo intentaron los Clinton, ¿por qué no la dupla Piñera-Morel?

 Pero todavía faltaba la arremetida en el tema de drogas e isapres. En el caso del anuncio de “Elige vivir sin drogas” –una marca muy similar al programa “Elige vivir sano” que dirige Morel–, Sebastián Piñera utilizó una cadena nacional, un recurso de uso bastante restringido comunicacionalmente. La puesta en escena fue muy gráfica de esta nueva estrategia. Piñera en su escritorio, solo acompañado por una fotografía de él y su señora y hablándole con tono paternal a los chilenos: “Pueden confiar en Cecilia y en mí”. ¿Qué falto? Por supuesto, que empoderara a los dos ministros que deberán liderar estos temas: Cubillos y Santelices, que por lo demás requieren de bastante apoyo en estos momentos.

En el caso de las isapres, la verdad es que el Gobierno mostró un alto nivel de improvisación, según los dirigentes de RN y la UDI. Sin embargo, este es un regalo caído del cielo para Piñera, siempre que sepa capitalizarlo bien. El alza concordada por las isapres generó una reacción de molestia colectiva, que el Mandatario tomó de inmediato, sin medir los riesgos. Citó a Santelices a su despacho y ese mismo día tuiteó las penas del infierno para las aseguradoras, anunciando el envió del proyecto de ley que estaba programado para mucho más adelante.

El proyecto es tan audaz que ningún Gobierno de la ex Nueva Mayoría se atrevió ni siquiera a evaluarlo, incluso teniendo el control del Congreso. El Primer Mandatario apostó una carta que esta vez apunta a los sectores medios y acomodados, pero olvidó que los principales grupos empresariales controlan las isapres. Un empresariado que ya ha expresado su molestia por el hecho de que el Gobierno no cumplió con su promesa de bajar los impuestos.

Ensayo y error rayando en el populismo, anuncios diarios, sin embargo, Piñera sigue bajando en las encuestas, incluidos los 10 puntos que perdió en un mes –según Criteria–, periodo que coincide con el viaje a Cúcuta, Prosur y con sus improvisaciones diarias. Bienvenido Sebastián Piñera versión 2010.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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