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Dios, patria y familia Opinión

Dios, patria y familia

Alicia Gariazzo
Por : Alicia Gariazzo Directora de Conadecus
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Algunos expertos opinan que la civilización cristiana occidental está desapareciendo. Si concordamos en que esta tenía como pilares el ejemplo moral de los símbolos Dios, Patria y Familia, que protegerían y guiarían nuestras acciones, podemos concluir que estamos más solos que nunca. Dios, Patria y Familia, en gran parte del mundo, y también en Chile, son actualmente patéticos remedos que sirven únicamente para dejarnos cada día más atónitos.

Es difícil pensar que haya un Dios que avale la pedofilia, uno de los peores flagelos de la humanidad. Que cada día aparezcan en Chile nuevas víctimas de sacerdotes pedófilos, muy activos sexualmente y que incluso algunos hasta roben íconos de las capillas. Que en Chile haya seguidores de Los Legionarios de Cristo, donde Marcial Maciel, su fundador, fue pedófilo, incestuoso e incluso asesino. En Chile, en los últimos cinco años, ha habido cuarenta investigaciones canónicas en la Iglesia Católica por abuso infantil y esta ha condenado a 21 curas. Las monjas también reclaman, aunque nadie les hace caso, pero en la marcha del 8 de marzo en Santiago marchó una monja protestando contra el abuso de los machos de su Iglesia.

Tampoco podemos destacar ya el amor a la Patria cuando los ejércitos en general están compuestos por soldados a sueldo, habiendo una mayoría en el mundo de ejércitos privados que se dedican a saquear las riquezas de los países pobres o a reprimir a las masas desposeídas de sus propios países. Muchos miembros de estos se dedican al saqueo más que a la defensa de principios patrióticos. Tenemos ejemplos cercanos de los mismos que admiramos en la Guerra del Pacífico o en la Independencia de Chile. Nunca pensamos que esos próceres podrían robar fondos públicos, masacrar masas rebeldes o torturar a mujeres y niños. La Patria es un lugar cada vez más difuso donde se recibe o expulsa al inmigrante según sirva para aumentar o no las ganancias de los grupos privilegiados o de los concentrados en actividades ilegales, como trata de personas, tráfico de drogas, de armas, o de órganos.

Sin embargo, lo más rotundo e impactante de la crisis que vivimos ha sido sin lugar a dudas: la desaparición paulatina y sistemática de la pareja nuclear. Actualmente la mujer debe salir a trabajar, no concentrándose solo en los hijos y el trabajo doméstico. Un sueldo y el sobreendeudamiento no son suficientes para satisfacer las necesidades mínimas de un hogar de hoy en Chile. Desaparece así el rol del macho proveedor que lo enloquece, afectado por los celos o la misoginia.

El macho quiere el mismo respeto de siempre, pero siente que no lo logra, porque ya no es el proveedor. Exige fidelidad, pero ahora la mujer comienza a demandar la igualdad con los que fueron tradicionalmente libres. La igualdad es poco aceptada por el varón, pierde derechos históricos y no recibe compensaciones. Que la mujer trabaje no le trae una mayor gratificación, sino un enemigo en casa. Así, muchos varones tradicionales abandonan a sus familias a las que dejan de ayudar incluyendo a los hijos. De esta manera, crecientemente, se forman más familias extendidas monoparentales, donde las Jefas de Familia son mujeres, donde a veces la madre tiene hijos de distintas parejas y convive con hijas mayores que a su vez han sido abandonadas con hijos. La familia deja de ser nuclear, deja de ser un apoyo para sus integrantes y, por el contrario, aumenta su vulnerabilidad.

Esto se ha expresado en Chile en el aumento del suicidio en niños y adolescentes, lo que constituye la segunda causa de muerte de este sector. En los últimos 10 años, en nuestro país, ha habido 1030 suicidios de niños y adolescentes, 21 intentos y un número mucho mayor de los que han pensado hacerlo.

La oferta de mano de obra femenina ha aumentado su trabajo en servicios, ferias, o como temporeras en el campo. Por esto, pese a que la mujer recibe menos salario que el hombre, ha logrado libertad sexual y es cada vez más libre e independiente.

El varón no puede resistir la rebelión y ha aumentado la agresividad hacia sus compañeras. Aparece la figura del femicidio, inconcebible en las familias nucleares de comienzos del Siglo XX, porque en esa época golpes y cachetadas de maridos celosos o borrachos rara vez llegaba al asesinato. Hoy el femicidio aumenta día a día, pese a las campañas y legislación contra este. Ya en febrero de 2019 había habido 12 en Chile, lo que correspondía al doble del número que hubo en ese mismo lapso en 2018. Muchas de sus formas probablemente estén agudizadas por las drogas y el alcohol, pero, básicamente, esta es una violencia de nuevo tipo que proviene del desarrollo intelectual de la mujer y de las formas que está adoptando la sociedad patriarcal.

¿Desaparece el amor? Es notable como la crisis de la pareja ha afectado rotundamente nuestras vidas. Los médicos dicen que la oxitocina, es decir la hormona del amor, la pasión y la confianza, dura como máximo cuatro años, pero las parejas actuales permanecen enamoradas incluso por períodos más cortos. Antes, la virginidad imponía un cierto romanticismo que proporcionaba la espera de la entrega, pero ahora, rápidamente, se rompen los misterios y se enfrenta en conjunto la vida real. Basta estar enferma en cama, sin poder leer, para ver infinitos programas de consejeros legales, sicológicos, documentales y otros donde se atiende a parejas en conflicto entre las que ya no se ve ni una sombra de amor. Algunas noches de pasión y luego solo odio y violencia.

El aumento de la longevidad que augura el futuro, aumenta el aburrimiento presente y el del futuro que avizora la pareja. También la sensación de indefensión, puesto que se preocupan en el presente de las formas en que van a enfrentar la responsabilidad de mantener a viejos, abuelos y discapacitados, que carecen de ingresos o cuyas pensiones no sirven ni para sobrevivir.

Lo único positivo del neoliberalismo y su modernidad lo traen el matrimonio igualitario y la liberación de jóvenes homosexuales y transgénero, pero ello también lleva consigo una ruptura de la pareja nuclear, aumentando, cada vez más, las propuestas de vidas compartidas entre grupos bisexuales y el llamado al poliamor.

Todos estos cambios aumentan la vulnerabilidad, la soledad y la miseria, ya que incluso los lugares de trabajo a los que se incorporan la mayoría de las mujeres no generan identidad ni seguridad. La Iglesia Católica ya no puede ser un líder moral, pese a que grandes mayorías se han vuelto hacia otras religiones para buscar apoyo, como ocurre en Brasil entre los partidarios de Bolsonaro. ¿Dónde encuentran familia los niños abandonados o de padres que se golpean y se odian?

El neoliberalismo en Chile ha triunfado. Ha logrado que se elimine el Estado Protector con sus gastos excesivos, y que un país pequeño cuente en 2019 con nueve grupos entre los multimillonarios más ricos del mundo, según los records de Forbes, contando con uno en el lugar 80, como el Grupo Luksic con US$16.300 millones y con el propio Presidente de la República con US$2.800 millones habiendo subido solo US$100 millones de dólares en su año de ejercicio.

También la modernidad ha traído maravillas, como las nuevas tecnologías que traen consigo rapidez y eficiencia, aunque nuestros gobernantes poco hablan de eso. No lo hacen, porque un estado neoliberal no planifica y, por lo tanto, no estudia los impactos que producen los cambios del presente. La verdad es que las nuevas tecnologías crean desempleo y la educación no se está preparando para crear nuevas capacidades en la nueva realidad. Tampoco nuestros líderes analizan lo que se hará con las masas ociosas. No pueden seguir ignorando los efectos del dinero ilegal, aunque ahora lo ignoran.

Por nuestra parte, los vulnerables, los humillados y ofendidos debemos organizarnos comunalmente con formas de solidaridad local, sociedades de ayuda mutua, con amor y fraternidad como empezaron los Recabarren y otros allá en aquellas tierras del norte.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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