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Frente Amplio, mente estrecha

Por: Francisco Maturana


Señor Director:

Resulta muy llamativo que el partido hegemónico del Frente Amplio (RD) esté pasando por una crisis interna que nos retrotrae a lo más añejo de esa antigua clase política a la que se pretende relegar a un espacio secundario y, además, replicando las peores formas que han llevado a Podemos en España al desastre por no saber -o no querer- resolver los conflictos de forma constructiva e integrando las diferencias que, discretamente, muchas veces terminan dando la razón a eso que desde hace mucho tiempo la izquierda tradicional bautizó como “disidencia”.

El trato de “traidor/a” o de “persona en la que no se puede confiar”, algunos de los calificativos que hemos visto estos días en medios, redes y debates por parte del sector oficialista de RD para referirse a la lista #UnidasParaCrear encabezada por Javiera Parada demuestra una inseguridad terrible en la actual dirección y un repliegue identitario que se ha demostrado fallido prácticamente en todas sus tendencias, apareciendo nuevamente el ejemplo de Podemos como la primera referencia. Y es que la actitud resulta muy similar a la utilizada por la dirección de la formación morada para sacarse de encima a Iñigo Errejón, curiosamente invitado de honor para el cierre del festival “A toda Marcha”, organizando por RD.

La ruptura final de Errejón con la dirección de Pablo Iglesias llega en un momento crucial en el escenario político español, muy parecido al chileno en cuanto al auge de la extrema derecha y la vuelta a un discurso ultraconservador que amenaza con el regreso de fantasmas que presumíamos enterrados, como son el pinochetismo en Chile y el franquismo en España. No está de más decir que esta ruptura se da, también, en un escenario muy parecido en cuanto al momento actual de partidos que supuestamente nacieron para cambiarlo todo, sobre todo aquellas formas y modelos organizativos que tanto daño han hecho a la izquierda a lo largo de su historia y que nos deja como lección que aún nos cuesta desprendernos de la que es, quizá, la peor herencia de esta tradición política, el estalinismo. Que, si bien ahora no se expresa en purgas al gulag, si se expresa en descalificativos demoledores a través de otros medios que culminan con la instauración de aquella destructiva sensación del “enemigo interno”, una especie de estalinismo del siglo XXI que a fagocitado el espíritu que representó Podemos en sus inicios y que ahora se refleja en la disputa interna de Revolución Democrática. Este método desvela además lo peor del amiguismo político y la falta de seriedad para abordar un proyecto político transformador que termina siempre rebosándose en una cuestión identitaria que es totalmente contraproducente para los tiempos que vivimos, porque parece no quedar claro que el ciclo político ha cambiado radicalmente en todo el mundo. Lejos quedó el 2011 y sus primaveras árabes, sus 15M y movimientos estudiantiles, y muy cerca están los Trump, los Bolsonaro y los Salvini, lo cual requiere una nueva lectura acorde al tiempo que vivimos para pensar sus soluciones, la más vistosa y paradójicamente de la que menos se habla es la del modelo portugués, una alianza solida entre la socialdemocracia y todas las fuerzas anti-neoliberales ubicadas a su izquierda que, si bien no han hecho una revolución (idea romántica de la que también cuesta desprenderse en Chile), han logrado poner por delante los derechos sociales, impulsar las energías renovables, lograr varios aumentos en el sueldo mínimo y, más importante aún, neutralizar y no dejar ni un centímetro de espacio a la ultraderecha.

Los análisis nos dicen que en Chile caminaremos por un sendero similar en el cual habrá que encontrarse sí o sí, con o sin la DC, pero asumiendo con humildad el rol que le toque jugar a cada actor político, entendiendo que la política identitaria no solo no suma, sino que resta, y priorizando el encuentro programático en clave de ofrecer certezas y seguridad a la ciudadanía que ve su vida cada vez más precarizada, privatizada y distante de una clase política (incluyendo al FA) que, en vez de representar y defender sus intereses, se encierra en luchas internas y en cuestiones que debemos asumir generan desconfianza y hasta rabia en la gente. El selfie constante en el quincho con piscina y en el espejo del baño, ascensor o gimnasio y su posterior publicación en Instagram no genera cercanía ni afinidad, especialmente con aquellos que no ven en el Frente Amplio una alternativa fiable de gobierno, cuestión que sumada al fatal manejo de los conflictos internos termina por dinamitar cualquier fuerza de atracción de nuevos sujetos que puedan hacer del Frente Amplio una opción transversal y con el suficiente respaldo social imprescindible para llevar a cabo las transformaciones que Chile necesita.

Honestamente, las últimas actitudes mostradas por el oficialismo de RD transmiten la imagen de un grupo de amigos que, desacierto tras desacierto, ven con recelo que una opción con una propuesta concreta y, en una opinión más personal, responsable para con los tiempos que vivimos y que vendrán pueda hacerse con la conducción de una organización fundamental para el Chile del siglo XXI. Frente a ella, la carencia de argumentos y de autocrítica se ha expresado en descalificativos y en generar miedo frente a una paranoica claudicación frente a la ex nueva mayoría, seña de ese identitarismo infantil que se mira el ombligo permanentemente, pero que es incapaz de mirar hacia afuera para conectar con las preocupación, incertidumbres y aspiraciones de las grandes mayorías sociales.
La falta de dirección y la tendencia tan personalista se ve reflejada incluso en los dispositivos comunicacionales del FA, como su cuenta de twitter. Más de 65mil seguidores que constituyen la plataforma más grande de todas las fuerzas políticas y que se ha dejado a la deriva por el repliegue identitario, cayendo casi en la inactividad y mostrando faltas de seriedad impresentables como una aclaratoria de cuatro líneas entre asteriscos para desmentir un documento falso, o un tweet (ya borrado) con comentarios carentes de rigor y una imagen patética del presidente de la DC y Pepe Auth. Esta cuenta, que aglutina las sensibilidades de todo el sujeto social que llevó a Beatriz Sánchez a quedarse a dos pasos de la segunda vuelta, ha caído en el olvido cuando debiera ser punta de lanza para comunicar diariamente las propuestas y para generar tendencias de opinión, pero su inoperancia es solo un reflejo más de la falta de coordinación dentro del propio FA y sus principales articuladores, como RD. En otras palabras, si no se sabe que decir o que plantear porque estamos encerrados en nuestros líos internos, ¿Cómo puede el FA dirigirse a una ciudadanía más amplia?

El llamado es la seriedad, al orden interno y a un sentido de responsabilidad que está por encima de todos nosotros y de todos los partidos y movimientos que dan vida al FA, a huir de la política identitaria y debatir nuevas formas de llegar a acuerdos programáticos que no impliquen renunciar a nuestras propuestas y singularidad, pero que sean capaces de mejorar la vida de la gente aquí y ahora. El resto es inmadurez personal y política, como la que han demostrado muchos y muchas en estos últimos con la disputa por la dirección de RD. Mientras nosotros nos despedazamos por enésima vez, la ultraderecha y el capital se frotan las manos esperando un nuevo fracaso que, esperemos, esta vez no llegue.

Francisco Maturana
Politólogo por la Universidad Complutense de Madrid
Ex militante de Podemos

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