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El ‘centro’: aquel viejo carro que la derecha ya no tendrá que tirar

Por: Leandro Ortega Vargas


Señor Director:

Somos un país de eufemismos. A las personas negras les decimos ‘de color’, a los indigentes nos referimos como personas ‘con situación de calle’ o los dueños de consorcios empresariales son ‘emprendedores’. Pareciera ser que el miedo constante a ser tildados/as de discriminadores y no reconocer la otredad es lo que siempre nos ha perseguido, los diminutivos también son regla general en este humilde ‘rinconcito’ del mundo.

La política lamentablemente no escapa de eso y desde el fin de la dictadura hemos observado de boca de referentes políticos de, no sólo la derecha, sino de todo el espectro político utilizar el apelativo de centro: centro-derecha, centro-izquierda o centro-centro-progresista, ese olvidado partido fundado por Fra Fra Errázuriz.

Quiero detenerme en la derecha porque justamente a causa de los tiempos que corren –Trump, Bolsonaro, Duterte o Le Pen- ha emergido la llamada ‘derecha sin complejos’, donde imperan los discursos que prescinden de lo políticamente correcto y donde reemergen los valores conservadores de la mano de figuras muchas veces catalogadas como outsider. En Chile la situación claramente va en la misma línea, pues, en el ‘rinconcito’ ha existido en el último año un progresivo abandono de esos viejos disfraces noventeros como la aparición en su momento de la UDI Popular, que aquel partido supo capitalizar muy bien, incluso, al punto de perder una elección presidencial en 1999 con el margen más estrecho observado desde el retorno de la democracia.

J. A. Kast, Urrutia, la diputada Flores, Jaqueline Van Rysselberghe o la bancada evangélica de RN quizás lo único que tengan de centro sea el ‘centralizar’ los anhelos de algunos abyectos en torno a líderes carismáticos a los que ya estamos acostumbrados en la Historia. Pena de muerte, anti aborto, política anti inmigración –un contrasentido al mirar los apellidos de varios de los aludidos- son algunas de las ideas ‘renovadoras’ de esa derecha que por un par de décadas tuvo que ceder en su tozudez y aprender a convivir con perfiles un poco más progresistas incluso dentro de sus mismos partidos.

La ‘derecha sin complejos’ no sería una receta exitosa sin un aliado de peso: las redes sociales, ahí se encuentra el redil donde los grupos de choque Milennials sacan los lunchacos -que en este caso vendría siendo el teclado-, y golpean con sus tweets para relevar las consignas o simplemente contratacar al enemigo. Ya no es necesario tener a Patria y Libertad si la contemporaneidad entrega soldados digitales que son omnipresentes en tiempos de aviones no tripulados.

El gobierno de Sebastián Piñera ha experimentado una transición hacia esa derecha y, por ejemplo, el retiro del pacto migratorio es una señal clara de aquel viaje sin retorno. Los ministros Ampuero y Rojas (los conversos), Varela y la camada de ‘liberales’ de Sanhattan han adquirido protagonismo en el actual gobierno, justamente porque los complejos ya existen poco.

En fin, lo positivo de todo esto es que poco a poco la vieja máscara del centrismo se está descociendo del rostro de los referentes de esa derecha, que hasta hace poco evitaba incluso mencionar la palabra Pinochet.

Leandro Ortega Vargas
Profesor de Historia y Geografía

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