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Evo contra Evo

Por: Felipe Espinoza Arce


Señor Director:

Hace unos días, el Tribunal Supremo Electoral boliviano, dictaminó que el presidente Evo Morales, bajo el alero que corresponde a sus “derechos humanos”, amarró una tercera reelección que va en contra de la propia constitución que él, como presidente promovió. Tal parece, que el presidente esta luchando contra su propio legado, defendiendo con uñas y dientes más que un proyecto político revolucionario, si no, su propio proyecto personal.

“El pueblo me lo pide”. Un sondeo personal entre los discursos del presidente nos hace pensar que su voluntad propia es invocada por el mismísimo pueblo boliviano, pero el clivaje popular sucedió hace un par de años atrás, cuando por medio de un referéndum, el mismo pueblo que invoca Evo, le dijo que NO a su reelección, es decir, que el pueblo no necesita de vocero a un presidente que a toda costa, quiere permanecer sentado en el cargo más importante de nuestro vecino país.

Un proyecto político de la magnitud del cambio en Bolivia no puede sostenerse ni entenderse en una figura central, y sus simpatizantes deberían reflexionar sobre aquello. Por eso es contraproducente que el aparato estatal se pronuncie en beneficio exclusivo de Evo. La tesis más acertada, es que se piensa que sin Evo, se regala el oficialismo a otro sector político y en cuanto al progresismo latinoamericano le conviene, dicha rotación no le haría nada de mal a su legitimidad y legado. Como también al proyecto político del presidente, al cual notoriamente, le falta flujo de sus propias figuras.

Las ultimas derrotas políticas, sin duda, restan puntos a la posible reelección. Sondeos bolivianos apuntan a empates técnicos, y peleas de votos con un candidato renacido por las mismas derrotas: Carlos Mesa. Este último es aquel que de la derrota salió victorioso. Su imagen bien evaluada después de ser parte de la demanda marítima es un oponente grato -incluso para Evo- si prima el proyecto político, más que la imagen personal.

Pero el mayor enemigo de Evo, es Evo. Al conquistar victorias políticas como es el cambio constitucional, estructural y social de Bolivia, el presidente, debe ser incorregible a serle fiel a las cartas mayores que el fabricó. La reelección por tercera vez es una burla a su legado, parece estar boicoteando su propia figura de hace unos años atrás, y esa misma figura, parece ser su propio enemigo actual.

Por todo lo anterior, allí donde vemos venir las elecciones del 2019 en Bolivia, es que también el presidente ve en el espejo de su casa, a su enemigo más próximo, y aunque suene contradictorio para muchos, para Evo es símbolo de coherencia política. Pero, ¿Dicha coherencia es para su satisfacción personal o para el proyecto popular boliviano?… Esa es la pregunta que los votantes deberán contestarse: construir con atajos -o con el tribunal electoral en este caso- no goza de la legitimidad colectiva.

Felipe Espinoza Arce
Estudiante de Ciencia Politica, U.Central

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