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Sobre el Museo de la Memoria

Por: Pablo Santander


Señor Director:

A los psicoanalistas nos toca frecuentemente ayudar a personas que han sufrido traumas en su vida. En esto, resulta de gran importancia poder tramitar esos eventos difíciles, esto es, que esos hechos logren quedar atrás. El conseguirlo, libera al individuo de estos sucesos y hace que estas situaciones no estén tan presentes, ni que, a través de una compulsión a la repetición, estas vuelvan a ser vividas.
De la misma manera sucede con los pueblos, la necesidad de elaborar y tener presente los sucesos traumáticos permite evitar que estos se repitan. En el caso de Chile, la memoria de las torturas, asesinatos, desapariciones y abusos a los derechos humanos resulta de importancia para nuestro país, permitiendo así tener presente lo que nos sucedió.

Es el rol de la memoria. Sin embargo, esta no es fácil. En el trabajo clínico con pacientes, vemos que se despiertan intentos de atacar la memoria, de olvidar los eventos dolorosos. Melanie Klein hace años describió que la posibilidad de integrar en nuestra mente los aspectos buenos con los aspectos malos resulta muy doloroso, pero necesario para el desarrollo mental. Esta integración es dolorosa porque implica enfrentar sentimientos de culpa.
Hoy día, enfrentamos un cuestionamiento al museo de la memoria, reviviéndose una vuelta a una polarización, recuerda este rechazo a la integración y consideración de los daños perpetrados. Aparece una reticencia a mirar el daño perpetrado, y preferir volver a un estado de polaridad, que aleje el dolor del recuerdo de lo obrado aun pasivamente.

Pablo Santander

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