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Reanclajes y efectos del nuevo paradigma de seguridad de Estados Unidos

Mladen Yopo
Por : Mladen Yopo Investigador de Política Global en Universidad SEK
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El conservador católico Pat Buchanan, prominente ex asesor de los ex presidentes Nixon, Ford y Reagan, en su artículo “New President, New World” adelantaba “proféticamente” que con Trump llegaba el advenimiento de un nuevo mundo, cuya marca era el patriotismo económico y el etnonacionalismo, agregando que este signo es un ascendente en todos lados y donde los tratados y alianzas de la Guerra Fría perdían relevancia y no podían ser mantenidas. Sentenciaba, además, que el transnacionalismo se estaba inclinando (transmutando) hacia el tribalismo.

Es en el contexto de este paradigma, precisamente, donde se anclan los 4 grandes ejes de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos presentados afines del año pasado por el Presidente Trump: proteger la patria, promover la prosperidad estadounidense, preservar la paz mediante la fortaleza e impulsar la influencia nacional.

En el discurso de lanzamiento en el Centro Ronald Reagan, Trump dijo que «la principal responsabilidad de nuestro Gobierno es con nuestro pueblo y con nuestros ciudadanos: atender sus necesidades, garantizar su seguridad, preservar sus derechos y defender sus valores». Insistió en que primero hay que reconocer «los errores del pasado para colocar a EE.UU en el lugar que merece” (Estados Unidos primero), y enfatizó en  la necesidad de «crear fronteras», «proteger la patria» e incluir un plan económico internacional que defienda los intereses nacionales. Es decir, recoge la idea de esta especie de “aislacionismo” tribal de Buchanan en el contexto de la incertidumbre y desafíos de la globalizaciónEn una relegación del eje del terrorismo como prioridad prevaleciente desde el 2001, Trump aseguró que EE.UU. enfrenta a «rivales poderosos» como Rusia y China, con quienes pretende buscar «colaboración», pero siempre en favor de los intereses nacionales. «Nos defenderemos a nosotros mismos y a nuestro país como nunca antes lo hicimos», agregando que desarrollarán “nuevas formas de enfrentar a aquellos que usan los nuevos dominios, como el ciberespacio y las redes sociales, para atacar». El Presidente insistió que «una nación sin fronteras no es una nación», «una nación que no protege la prosperidad en el país no puede proteger sus intereses en el extranjero» y «una nación que no está preparada para ganar una guerra es una nación que no es capaz de prevenir una guerra» (infobae 18/12/2017).  

Claramente, como se aprecia, la visión detrás de la Estrategia de Seguridad desarrollada por el gobierno de Trump promueve el concepto de un realismo puro basado en el rol central del “hard power” de EE.UU. en la política internacional, argumentando para ello que los Estados fuertes y soberanos son los que aseguran los intereses nacionales y dan mayores garantías de un mundo pacífico y próspero. Al final y de manera simplista, y con pronóstico reservado, priorización de la fuerza en la lucha por la hegemonía en la conformación del escenario internacional pos Guerra Fría relegando muy atrás la importancia del resto de los actores y dinámicas.  

Así y consecuente con esta mirada, el presupuesto presentado por la Casa Blanca para 2018 reforzó el músculo militar junto a la seguridad fronteriza y obras públicas como factor reactivador de la economía. Defensa, en particular, logró un aumento de US$ 69.000 millones, quedando en US$ 686.000 millones. EE.UU. es el país que tiene el 40% del total del gasto militar global, igualando la suma de los 14 países que lo siguen (China es segundo con algo más del 8%). Sólo en inteligencia militar, Washington invierte US$ 80.000 millones anuales y estas cifras no incluyen el presupuesto de la CIA (ronda los US$ 40.000 millones), ni de la NASA ni del Departamento de Energía (más de 50.000 millones sumados), donde más de la mitad de cuyas actividades se relacionan a defensa (ecoavant.com 03/01/2018).

El Secretario de Defensa, Jim Mattis, dijo que éste aumento permitirá a EE.UU. “volver a la primacía” en el pulso geoestratégico con Rusia y China, países en la mira de la seguridad nacional de acuerdo al director de la Agencia Central de Inteligencia, Mike Pompeo: “Los intentos de China de «influir de forma encubierta» a Occidente causan la misma preocupación que la «subversión» de Rusia” (BBCMundo 30/01/2018). Parte esencial de la reafirmación de esta nueva primacía pasaría por el factor nuclear como lo planteo el propio Presidente al decir “tendremos una fuerza nuclear totalmente modernizada y nueva. Ojalá no haya que usarla, eso dependerá de otros, pero que nadie dude de que mientras sea presidente estaremos por encima de cualquiera en poderío nuclear” (BBCMundo 04/02/2018).

[cita tipo=»destaque»]Concordando con Joschka Fischer, entonces, “no hay que ser agorero para ver los meses venideros con bastante escepticismo e inquietud”, particularmente teniendo presente la cantidad y variedad de desafíos y conflictos presentes en el escenario internacional.[/cita]

En un alejamiento respecto a la posición oficial de Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001, por primera vez desde 2010 el Ejército estadounidense delinea su percepción de futuras amenazas nucleares (léase Rusia, China, Corea del Norte e Irán) en su propuesta de Revisión de la Postura Nuclear (NPR). Al Pentágono, en este sentido, le preocupa que estas amenazas consideren que las armas nucleares estadounidenses son demasiado grandes para ser utilizadas, lo que significaría que ya no serían un elemento de disuasión eficaz. La NPR sostiene que el desarrollo de armas nucleares más pequeñas desafiaría esa suposición. Se trataría de armas de menos de 20 kilotones, menos poderosas pero devastadoras.

La propuesta no pretende aumentar el arsenal nuclear, que ya es considerable, sino reutilizar las ojivas existentes. La NPR propone en concreto: a) modernizar ampliamente los misiles balísticos terrestres, los misiles submarinos y los aéreos, algo ya iniciado durante el mandato de Barack Obama; b) modificar algunas ojivas nucleares submarinas para darles menor poder de detonación; y c) retornar a los misiles de crucero marítimos.

Según el Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI), EE.UU. tiene 6.800 ojivas nucleares y solo lo supera Rusia con 7.000 (juntos concentran el 90% de las ojivas). A mucha distancia, aparece Francia con 300 ojivas, China con 270, Reino Unido con 215 y bastante más atrás otros países de “Club Nuclear” como India, Pakistán, etc.

Esto, junto a la incertidumbre creciente que padece el mundo productos de los enormes cambios experimentados en varias esferas, además de desafiar el espíritu de los acuerdos de no proliferación como lo expresó el canciller iraní, Mohammad Javad Zarif, ha llevado a que el informe anual sobre presupuestos de defensa “Jane’s Defence Budgets” augure que el gasto militar mundial será en 2018 el más elevado desde el final de la Guerra Fría.

El nuevo presupuesto que recorta drásticamente los gastos sociales (alimento y de salud) pero sin detener la hemorragia presupuestaria, afectó negativamente al Departamento de Estado imponiendo un recorte de 32%. Con sólo 37.000 millones, 20 veces menos que el Pentágono, la diplomacia sufre mermas en casi todos sus programas (operaciones de paz, fondos para la ONU y otros organismos internacionales, etc). Para empeorar las cosas, los despidos de la administración en el Departamento de Estado han debilitado la política y la función externa hasta casi llegar a lo administrativo en un escenario internacional que requiere de respuestas complejas, multilaterales y proactivas.

Como lo afirma profesor de Sociología de la Universidad California Sur, Andrew Lakoff,   “Trump no trata de estar por encima de la refriega ni le importa aparecer como justo. Tampoco le preocupa la imagen de EEUU en el mundo. Sus normas se reducen al poder y la humillación del enemigo”. Jan Martínez Ahrens, entre otros, ejemplifica esto destacando que en un año Trump le negó la mano a la Canciller alemana, Angela Merkel y humilló al Presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, desprecio a Europa y llamó a la OTAN obsoleta, revertió el acuerdo de libre comercio del Pacífico (TPP), ha puesto en la cuerda floja el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, abandonó el pacto contra el cambio climático, redujo los aporte a la ONU, saco a EE.UU. de instituciones internacionales como la UNESCO (debilitó el multilateralismo), agudizó la situación del Oriente Medio con el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. (El País 19/01/2018).

En el ámbito interno la conducta y políticas presidenciales no han sido muy distinta como lo reflejan las palabras del historiador de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, Victor Davis Hanson, quien dijo que  “al igual que en 1968, vivimos un choque entre dos formas de ver el mundo: emergen profundas contradicciones (fractura social) y hay un esfuerzo por redefinir y desmantelar instituciones”. Esto, unido a la llamada trama rusa que ha alcanzado al yerno del Presidente, han llevado a que la aprobación presidencial esté bastante baja (entre el 35 y 40%), en un año donde se renovará toda la Cámara de Representantes, un tercio del Senado y 39 gobernaciones (6/11). Es decir, si los republicanos pierden sus mayorías en alguna o ambas cámaras del Congreso, y si Robert Mueller, asesor Especial en la investigación sobre Rusia, presenta sus conclusiones más o menos en esa época, Trump sentirá una rápida erosión de su poder aumentando la impredecibilidad de las decisiones.

En este contexto de tensiones y conflictos, Joschka Fischer, ex ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, expresó que “el factor Trump podría ser la fuente más significativa de incertidumbre en política internacional este año. (Dijo que) EE.UU. sigue siendo la principal potencia del mundo y juega un papel indispensable en la preservación de las normas globales. Si las políticas estadounidenses son difíciles de predecir y si la conducta de Trump socava la fiabilidad del Gobierno de su país, el orden internacional estará expuesto a un gran nivel de confusión” (El País 31/01/2018).

Concordando con Joschka Fischer, entonces, “no hay que ser agorero para ver los meses venideros con bastante escepticismo e inquietud”, particularmente teniendo presente la cantidad y variedad de desafíos y conflictos presentes en el escenario internacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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