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Los agentes y los políticos

Cristián Riego
Por : Cristián Riego Profesor de derecho procesal penal, Derecho Universidad Diego Portales
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Ser agente de un país en un litigio internacional es un cargo de bastante bajo perfil, muy técnico, trabajoso, monotemático y supongo que puede llegar a ser aburrido. Requiere estar muchos años dedicado a examinar y reexaminar mil veces antiguos mapas, documentos diplomáticos y fallos judiciales, a reunirse con montones de abogados y funcionarios para discutir sobre cuestiones técnicas que solo pueden resultar interesantes a especialistas en derecho internacional.

Supone también muchísimos viajes a una ciudad no especialmente atractiva, como La Haya, para reuniones que muchas veces resultan poco productivas, pero que son necesarias para cautelar todos los detalles y para repetir hasta el hartazgo los argumentos del país frente a cada político, burócrata o jurista que pueda llegar a influir de algún modo en el desarrollo del caso.

Finalmente, hay pocas oportunidades de figuración, en general limitadas a los hechos más llamativos del caso, que se producen después de muchos años, y está, además, el riesgo de que esa limitada figuración se vea empañada por la derrota.

Alberto Van Klaveren desempeñó ese cargo con particular profesionalismo y sobriedad. A pesar de que no lo conozco personalmente, me consta el larguísimo trabajo de preparación del litigio ante Perú que llevó adelante el equipo que él dirigió. Aun en los momentos estelares del caso dio cuenta de un bajo perfil, permitiendo el lucimiento de las autoridades políticas, como corresponde.

[cita tipo= «destaque»]Una de las mejores características de Chile solía ser la capacidad de abordar tareas como estas de modo modesto y profesional. ¿Qué paso? ¿Por qué un trabajo tan importante como el de agente es asumido y abandonado reiteradamente por figuras políticas de alto perfil, generando enormes dudas sobre la consistencia de la defensa de Chile?[/cita]

Una de las mejores características de Chile solía ser la capacidad de abordar tareas como estas de modo modesto y profesional. ¿Qué paso? ¿Por qué un trabajo tan importante como el de agente es asumido y abandonado reiteradamente por figuras políticas de alto perfil, generando enormes dudas sobre la consistencia de la defensa de Chile?

Me parece que la respuesta está vinculada a que cuando Evo Morales resuelve demandar a Chile nombra como representante de su país a un ex Presidente de la República, elevando sustantivamente el perfil del cargo. Luego suma a otro ex Mandatario, Carlos Meza, que provoca una enorme impresión por su elocuencia y el sentido político e histórico que es capaz de darle a un litigio de proyecciones más bien precarias.

Pareciera ser que la estrategia boliviana pretende ser emulada por Chile, entonces no se nombra como agentes a funcionarios de la Cancillería o a académicos, sino que a figuras políticas de gran proyección, primero al ex ministro y embajador Bulnes y luego al ex ministro y ex titular de la OEA Insulza.

Sin embargo, a poco andar, en ambos casos, los nombrados renuncian al cargo. En el primer caso, las críticas recibidas y mejores oportunidades profesionales parecen haber sido el motivo; y en el segundo, la expectativa de transformarse en candidato presidencial. Pero es muy probable que el problema no solo estuviera en los motivos que se explicitaron, sino en la naturaleza misma del cargo, en su carácter técnico, y en los sacrificios y limitaciones que supone a personas con mayores ambiciones.

El resultado de esta evolución me parece muy preocupante, porque da cuenta una vez más de problemas muy serios sobre los que debemos reflexionar: una política oportunista, individualista y cortoplacista; el debilitamiento del espíritu de servicio y el sacrificio como fundamento del prestigio político; y la subordinación de funciones importantes del aparato estatal a las necesidades o urgencias de proyectos políticos personales, lo que no puede sino debilitarlas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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