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Crisis política y falta de liderazgos: una tormenta perfecta Opinión

Crisis política y falta de liderazgos: una tormenta perfecta

Marta Lagos y Pablo Valenzuela
Por : Marta Lagos y Pablo Valenzuela Por Marta Lagos y Pablo Valenzuela, Investigador Latinobarómetro, Licenciado en Ciencias Políticas.
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La política produce crecientemente irritación, desconfianza, aburrimiento y disgusto, mientras que los sentimientos positivos como el compromiso, el entusiasmo y el interés han decaído. Al mismo tiempo el cinismo ciudadano es galopante. Las personas se sitúan afuera, en el palco, y juzgan como si fueran espectadores. “La política es tan complicada que lo único que puedo hacer es votar”: 66%. Pero sale a la calle a protestar, apoya las huelgas, conoce los acontecimientos. En suma, no son indiferentes a los acontecimientos, pese a que dicen mostrarse ajenos a la política.


En los últimos meses se ha profundizado la crisis política más importante de los 25 años. Lo que empezó con Penta y Délano, siguió con Dávalos y continuó con SQM, se ha transformado en una bomba de racimo que ha impactado a los partidos, al Parlamento y, por supuesto, al Gobierno.

Esta situación resulta especialmente compleja de cara a las reformas sociales, económicas y políticas que pretendían dar un salto adelante en la calidad de nuestro régimen representativo.

El Gobierno y el sistema político enfrentan tres flancos de envergadura. Por una parte, el Gobierno no ha logrado transmitirle a la opinión pública la bondad de las reformas; por otra, la sensación económica es similar a la que habría si el país estuviera en medio de un recesión, sin estarlo. Y finalmente una crisis política que tiene a dos tercios de la población del país esperando que alguien vaya de verdad a la cárcel.

La situación política y económica del país ha generado un creciente sentimiento de pesimismo en la opinión pública de acuerdo al último estudio Mori presentado ayer. Un 59% señala que el país se encuentra estancado, siendo la mayor percepción de estancamiento desde 1988. Asimismo, quienes dicen que el país se encuentra en decadencia han aumentado de un 13% a un 18%. Quienes dicen que el país va en la dirección equivocada han pasado desde un 47% a un 65% en el primer semestre del 2015.

El ámbito económico y las expectativas de progreso no son lo único deprimido. La ausencia de liderazgos no es menor. Los liderazgos tradicionales muestran una progresiva declinación, especialmente Marco Enríquez-Ominami (disminuye de 21% a 17% entre marzo y julio) y el ex Presidente Sebastián  Piñera (8%) se ha estancado. Ambos están en primer y segundo lugar entre los políticos con más futuro. Ya salieron de esta lista Andrés Velasco, Allamand y Peñailillo, que había entrado tímidamente en mediciones anteriores. Los viejos liderazgos van en declinación, mientras que los nuevos liderazgos no terminan de consolidarse.

Entran incipientemente los diputados Giorgio Jackson (6%), Gabriel Boric (5%) y Camila Vallejo (4%), como el “recambio” entre los  cinco políticos con más futuro. De facto esto nos dice que no hay liderazgos identificados con fortaleza entre los políticos.

El Gobierno por su parte aumenta su desaprobación de 36% en septiembre de 2014 a 56% en julio de este año. Mientras que la aprobación pasa de 48% a 36% en el mismo período. Esto va acompañado de un amplio desacuerdo con el programa de la Presidenta Bachelet, que ha alcanzado un 52%. Solo el 36% dice estar de acuerdo con las políticas de la Presidenta de la República.

La oposición por su parte tampoco logra despegar. Se encuentra en un punto tan bajo como en 1990, cuando cargaba con todos los demonios que había significado el apoyo el régimen de Pinochet. El 39% evalúa el trabajo de la oposición como regular, mientras que el 44% lo evalúa mal. Solo el 20% se declara partidario de la oposición. El 41% dice no ser partidario del Gobierno ni de la oposición.

[cita] Los chilenos esperan hechos concretos, que alguien asuma los costos de sus actos ilícitos. Las personas con nombre y apellido que han cometido los delitos deben asumir las consecuencias. Sólo así se podrá restablecer la fe pública. Las palabras ya no sirven, tampoco los eslóganes o los logos, que ya dejaron de tener peso en estas materias. El Gobierno tiene una tarea que hacer, pero esta tarea no es solo suya, involucra a todos quienes tienen las riendas de este país: los partidos, los empresarios, los poderes fácticos, el Parlamento. [/cita]

La política produce crecientemente irritación, desconfianza, aburrimiento y disgusto, mientras que los sentimientos positivos como el compromiso, el entusiasmo y el interés han decaído. Al mismo tiempo el cinismo ciudadano es galopante. Las personas se sitúan afuera, en el palco, y juzgan como si fueran espectadores. “La política es tan complicada que lo único que puedo hacer es votar”: 66%. Pero sale a la calle a protestar, apoya las huelgas, conoce los acontecimientos. En suma, no son indiferentes a los acontecimientos, pese a que dicen mostrarse ajenos a la política.

En efecto, existe un alto grado de conocimiento e información sobre los escándalos de financiamiento ilegal de la política.

En una pregunta abierta sobre los políticos implicados en los casos de financiamiento ilegal, los chilenos conocen a once políticos, el primero es Jovino Novoa con un 22% de menciones. En el caso de las empresas, el 55% de los chilenos nombra al Banco Penta y el 47% a Soquimich. Aquí no hay error, el chileno está informado de la política, especialmente de los escándalos. Sabe bien lo que pasa. No es un espectador de palco, pues se ha involucrado emitiendo juicios. Los involucrados en escándalos mencionados en esta lista son muy superiores a las menciones de los políticos con futuro. Los negativos se comieron a los positivos en política. Esa es la profundidad de la crisis.

El 66% señala que los escándalos de financiamiento han llevado a una crisis política y el 54% indica que aún no hemos topado fondo. La evaluación resulta pesimista, puesto que el 77%, 69% y 60%, respectivamente, señala que los partidos, los empresarios y la Presidenta están llevando al país por una dirección incorrecta.

Tampoco se confía en lo que el Gobierno y el Poder Judicial pueden realizar para resolver la actual situación. El 66% cree que el Gobierno no está haciendo todo lo necesario para esclarecer la verdad y el 77% cree que ninguno de los imputados por financiamiento ilegal irá a la cárcel.

Chile se encuentra entre los países mejor calificados de la región en los índices internacionales sobre transparencia y corrupción. Pero los hechos recientes han profundizado en la opinión pública la percepción contraria. Entre marzo y julio de 2015, pasa de 57% a 67% el porcentaje de quienes creen que hoy hay más corrupción que hace cinco años y, en el mismo periodo, aumenta de 42% a 49% quienes dicen que en cinco años habrá más corrupción que hoy. En tanto, el 67% cree que la actual corrupción no podrá ser eliminada del país, cifra preocupante, pues muestra que existen pocas esperanzas de que las instituciones se recuperen de su actual crisis.

Al mismo tiempo las huelgas de estudiantes, trabajadores del Transantiago y profesores reciben un amplio apoyo sobre el 50%. No hay duda de con quién hay que solidarizar. Los chilenos quieren poner a sus hijos en colegios particulares, quieren gratuidad universal en las universidades. Las expectativas se han elevado, así como la venta de autos de súper lujo aumentó en 163%, las expectativas de los que tienen menos han crecido equivalentemente y esperan que el sistema político y económico sea capaz de satisfacer amplias aspiraciones de progreso individual. Cualquier liderazgo debería hoy dedicarse a dominar las expectativas, controlarlas y conducirlas. Eso sería un gran triunfo.

El país se encuentra en un momento delicado. Se trata del peor momento político desde la restauración de la democracia. El punto de quiebre actual ofrece grandes oportunidades para avanzar en perfeccionar el sistema político, pero al mismo tiempo genera alarmas que no se pueden pasar por alto. Las instituciones de la democracia ignoraron durante 20 años la baja confianza, hoy estamos pagando las consecuencias de ello. Los chilenos esperan hechos concretos, que alguien asuma los costos de sus actos ilícitos. Las personas con nombre y apellido que han cometido los delitos deben asumir las consecuencias. Sólo así se podrá restablecer la fe pública. Las palabras ya no sirven, tampoco los eslóganes o los logos, que ya dejaron de tener peso en estas materias. El Gobierno tiene una tarea que hacer, pero esta tarea no es solo suya, involucra a todos quienes tienen las riendas de este país: los partidos, los empresarios, los poderes fácticos, el Parlamento.

La cuenta pública del Congreso en el día de ayer va en la dirección correcta pero estos datos indican que se requerirían actos como este todos los días. De lo contrario, se transforman en una gota en un océano de pesimismo y desorientación.

La crisis política muestra el vacío creado por una transición exitosa que no se hizo cargo del desarrollo político. Una segunda transición implica llenar ese vacío haciéndose cargo de las carencias. El fin de binominal es un punto de partida, pero la crisis deja en claro que sin un rayado completo de la cancha este quedará bailando solo. Es un proceso largo, profundo, que abarca al país como un todo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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