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La tecnología no frenará sola el cambio climático Opinión

La tecnología no frenará sola el cambio climático

Leonid Bershidski
Por : Leonid Bershidski Columnista de Bloomberg
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Merkel no es la única que cree que la tecnología futura puede evitar el cambio climático. El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, pronunció un extraño discurso centrado en la tecnología –mencionando «exterminadores de ojos rosados» y «horrorosos pollos sin extremidades»–, en el que argumentó que «los nuevos avances hacen que las energías renovables sean cada vez más baratas, aportando así a nuestra lucha común contra el cambio climático».


Frente al cambio climático, los líderes tienden a hacer promesas idealistas a largo plazo, pero solo dan pequeños pasos para alcanzarlas. En la cumbre climática de las Naciones Unidas, la canciller alemana, Angela Merkel, dio una explicación interesante del por qué: creen que la tecnología eventualmente se encargará del tema. Esto representa una división ideológica con los defensores del medio ambiente, que no tienen casi en cuenta la inevitabilidad del progreso tecnológico y prefieren apoyar restricciones infalibles al consumo ya mismo.

Merkel respondía a un discurso de la joven activista sueca Greta Thunberg, quien dijo que los líderes mundiales no estaban haciendo lo suficiente para alcanzar el objetivo establecido en el acuerdo climático de París: limitar el calentamiento global a 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales para finales de este siglo. «Pronunció un discurso conmovedor», dijo Merkel en una conferencia de prensa el martes. «Pero, en mi opinión, considero también que subestimó el papel de la tecnología y la innovación, particularmente en el campo de la energía, pero también en el campo del ahorro de energía, en la apertura de oportunidades para que logremos nuestros objetivos».

Merkel no es la única que cree que la tecnología futura puede evitar el cambio climático. El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, pronunció un extraño discurso centrado en la tecnología –mencionando «exterminadores de ojos rosados» y «horrorosos pollos sin extremidades»–, en el que argumentó que «los nuevos avances hacen que las energías renovables sean cada vez más baratas, aportando así a nuestra lucha común contra el cambio climático».

Dichas soluciones tecnológicas potenciales son más que todo pajaritos en el aire. Implican el uso de satélites equipados de reflectores para desviar la luz solar, y aspirar dióxido de carbono de la atmósfera para almacenarlo en el subsuelo. Algunas de las tecnologías requeridas no han sido probadas, otras son prohibitivamente caras. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés) ha expresado su preferencia por la “bioenergía con captura y almacenamiento de carbono”. Este proceso depende del desarrollo de “cultivos energéticos” –plantas destinadas exclusivamente a la producción de energía y la absorción de CO2 a medida que crecen– y de la captura del CO2 liberado cuando se genera energía a partir de ellos. Sin embargo, el problema del concepto, que aún no se aplica en ninguna parte a escala industrial, es que los cultivos para biocombustible competirían por la tierra con cultivos alimentarios.

Es imposible ordenar a científicos que desarrollen tecnología comercialmente viable que se ajuste al marco de tiempo dictado por las decisiones políticas. No se ha formulado ninguna Ley de Moore, que describe el aumento exponencial de la productividad de los chips de computador y la disminución de su costo, para el almacenamiento de energía o la captura de carbono.

No es de extrañar, entonces, que la tecnología no haya logrado cerrar mágicamente la brecha entre los objetivos políticos y la realidad. Alemania estableció su objetivo climático para 2020 –reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en 40% en comparación con el nivel de 1990– en 2014. Esto significa que tenía un buen entendimiento de la tecnología disponible. De igual modo, es casi seguro que el objetivo no se alcanzará: Alemania solo se encamina a una reducción de 32%.

Así, se perdona a activistas climáticos por no creer en una solución tecnológica mágica. En cambio, lo que proponen son recortes inmediatos en el consumo: viajar menos; no consumir carne; reparar cosas como la ropa en lugar de tirarlas a la basura; bajar la intensidad de los radiadores; y apagar los aires acondicionados. En general, se adhieren a la idea de sacrificar el crecimiento económico en nombre de la sostenibilidad.

Políticamente hablando, al menos por ahora, es difícil convencer. Es inútil decirle a la mayoría de los votantes que necesitan reducir abruptamente sus niveles de vida para que la temperatura global no aumente un adicional de 0,5 grado. Esa es la libertad que tienen los activistas climáticos y que los líderes políticos no. El desacuerdo entre Merkel y Thunberg es el de una romántica partidaria del progreso y una resistente pragmática. Pero, ¿cuál de las dos mujeres encarna cada rol? La respuesta radica en la perspectiva del espectador.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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