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Crecimiento, ¿sentencia a muerte para el planeta? Opinión

Crecimiento, ¿sentencia a muerte para el planeta?

Noah Smith
Por : Noah Smith Columnista de Bloomberg
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«El crecimiento perpetuo en un planeta finito conduce inexorablemente a calamidad ambiental. El desacoplamiento absoluto [del crecimiento frente al uso de los recursos] necesario para evitar una catástrofe ambiental … nunca se ha logrado, y parece imposible mientras continúe el crecimiento económico. El crecimiento verde es una ilusión»


Entre algunos intelectuales y ambientalistas, un principio rector es que se debe detener el crecimiento económico. Si no actuamos, utilizaremos los recursos del planeta y el crecimiento sufrirá un colapso desastroso. Por ejemplo, el escritor británico George Monbiot ha avanzado en este punto de vista durante mucho tiempo. En abril, declaró:

«El crecimiento perpetuo en un planeta finito conduce inexorablemente a calamidad ambiental. El desacoplamiento absoluto [del crecimiento frente al uso de los recursos] necesario para evitar una catástrofe ambiental … nunca se ha logrado, y parece imposible mientras continúe el crecimiento económico. El crecimiento verde es una ilusión».

Monbiot sencillamente no tiene razón. Existen buenas razones, tanto teóricas como empíricas, para creer que el crecimiento económico se puede desacoplar del uso de los recursos. Para muchos recursos, esto ya se está convirtiendo en una realidad.

En Estados Unidos, por ejemplo, el producto interno bruto ha seguido aumentando, a pesar de que el uso de energía se ha mantenido básicamente constante:

En términos de muchos otros recursos, el desacoplamiento es aún más marcado. A pesar de que EE.UU. sigue creciendo, su consumo de muchos minerales ha disminuido:

Quizás ningún recurso es más valioso que el agua dulce. Aquí también, el crecimiento económico ha coincidido con la caída de la extracción de recursos:

Por supuesto, si el cambio climático hace que el planeta sea inhabitable, entonces la disminución del uso de recursos será en vano. Si el mundo continúa en su trayectoria actual, esto aún puede suceder. Para muchos países, el crecimiento aún significa un mayor uso de combustibles fósiles. Pero para algunas naciones desarrolladas, las emisiones están disminuyendo, incluso teniendo en cuenta los productos que importan:

Estos y otros ejemplos de desacoplamiento entre crecimiento y recursos se pueden encontrar en el nuevo libro del tecnólogo y escritor Andrew McAfee, «More from Less: The Surprising Story of How We Learned to Prosper Using Fewer Resources — and What Happens Next» (Más de menos: la sorprendente historia de cómo aprendimos a prosperar utilizando menos recursos, y lo que sucede a continuación). McAfee documenta cómo hasta alrededor de 1970, el crecimiento y el uso de los recursos eran realmente inseparables, ya que la humanidad se extendía por la tierra e inclinaba el mundo natural a su voluntad. Sin embargo, en el último medio siglo, el progreso tecnológico y el surgimiento del movimiento ambiental se combinaron para cambiar la naturaleza del crecimiento, de modo que los países desarrollados se enriquecen mientras infligen cada vez menos daño al planeta. Las personas que tienen una visión a largo plazo, que observan principalmente datos del siglo XIX y principios del XX, tienden a no ver este cambio.

Pero, ¿cómo puede ser posible este desacoplamiento? La respuesta radica en la naturaleza del crecimiento económico. El crecimiento económico, dicho simplemente, significa que las cosas por las que la gente paga satisfacen mejor sus deseos. Ahora, esa no es una medida perfecta de la felicidad humana y el PIB deja de lado muchas cosas importantes. Pero tampoco es algo que dependa de alimentar las fauces hambrientas de la industrialización con más y más recursos de la naturaleza.

Cuando una economía crece simplemente al seguir haciendo más de lo mismo, eso se llama crecimiento extenso, e implica más uso de recursos. Pero cuando una economía hace más con menos, se llama crecimiento intensivo. Y hay varias formas de hacerlo.

Una forma es con un uso más eficiente de los recursos existentes. Un buen ejemplo es la rotación de cultivos, que le da tiempo al suelo para recuperarse de un cultivo mientras otro crece. Otro ejemplo, del libro de McAfee, es la producción de latas de refresco cada vez con menos aluminio.

Otro tipo de crecimiento intensivo es la sustitución de recursos comunes por recursos raros. El ejemplo de la lata de refresco también se aplica aquí; originalmente, las latas se fabricaban a partir de estaño, que es escaso, pero los fabricantes más tarde cambiaron al aluminio, que es más abundante. El ejemplo más importante es la transición de los combustibles fósiles, que tienen un suministro finito y degradan el medio ambiente, a abundantes fuentes de energía como el sol y el viento.

La forma más pura de crecimiento intensivo radica exclusivamente en el ámbito de la información y las ideas. La creación de mejores historias, juegos, arte, filosofía, etc. es un tipo de crecimiento. Los videojuegos modernos consumen mucha menos energía que los juegos de las salas de maquinitas de hace 30 años.

Con un crecimiento intensivo, la humanidad puede seguir enriqueciéndose incluso a medida que su huella ambiental se reduce.

Esto no quiere decir, por supuesto, que el crecimiento verde sea inevitable. A pesar de que las naciones avanzadas hacen más con menos, el planeta en general sigue en un curso insostenible. Los países en desarrollo continúan usando más recursos a medida que sacan a sus ciudadanos de la pobreza, y los países ricos no están desmaterializando sus economías lo suficientemente rápido como para cancelar el creciente uso de recursos en los pobres. Si se quiere salvar el planeta, se necesitará un movimiento ambiental fuerte y global para obligar a empresas y consumidores de todo el mundo a adoptar un crecimiento intensivo en lugar de un tipo extenso.

Pero se puede lograr. Los pesimistas están equivocados; la sostenibilidad ambiental puede coexistir perfectamente con el crecimiento económico, siempre que sea del tipo correcto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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