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Zanzíbar: más que una isla, un estilo de vida Viajes

Zanzíbar: más que una isla, un estilo de vida

Francisco Velasco
Por : Francisco Velasco Periodista y presentador de Euromaxx en DW (Deutsche Welle), premiado espacio de lifestyle y cultura. Viajero inagotable, ha visitado más de 60 países. Es fundador de Touched by Planet.
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Una isla famosa en todo el mundo no solo por sus playas, sino que por haber sido el lugar donde nació uno legendaria estrella del rock.


No se trata de la llegada más glamorosa del mundo, pero sí la más aventurera. Es de esos momentos en la vida en los que te sientes como una estrella de una película de acción y crees que, en cualquier momento, alguien te va a estar esperando a la bajada del avión de doble hélice, con tu nueva misión. Entre el ruido de los motores que ensordecen la cabina, las instrucciones del piloto y los sueños de cada uno, la atención parece volar por el aire junto con el avión… hasta que, a lo lejos, un pequeño punto de tierra flotante que se hace más y más grande, rodeado por el agua color turquesa más impresionante que haya visto antes, es en lo único que podemos pensar. Y ahí está, ante nuestros ojos, un paraíso en el índico, la joya mejor guardada de Tanzania: la isla de Zanzíbar.

Este archipiélago se compone de dos islas: Pemba y Unguja. Un pequeño pedazo de tierra flotante de solo 250 mil hectáreas separado por unos 80 kilómetros del continente. Una isla habitada desde hace al menos 20 mil años y que es famosa en todo el mundo no solo por sus playas, sino que por haber sido el lugar donde nació la estrella del rock, Freddie Mercury. Ahí, en Stone Town o ciudad de piedra, nadie hubiese pensado que ese 5 de septiembre de 1946 nacería uno de los íconos de la música más importantes del mundo y que de paso, pondría a la isla en órbita.

Zanzíbar es también conocida por las especias. Las principales son la nuez moscada, la canela y la pimienta. En Stone Town, ciudad además declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, puede verse el incesante movimiento del comercio girando siempre en torno a estos productos. Entre colores y risas, la cultura swahili se mezcla con los olores y una vez que estás en el centro, entiendes el real y honesto sentido de la expresión Hakuna Matata. Zanzíbar no es solo una isla, es una forma de vida.

Las playas y el turismo explosivo -entre 1984 y 2014 pasó de 20 mil a más de 300 mil visitantes al año- parecen ser una bendición para esta isla y, al mismo tiempo, una maldición. Es cierto, el turismo es una industria que genera millones de dólares al año y con ellos, una enorme cantidad de empleo. En la isla, son 50 mil los puestos de trabajo directos producidos por esta industria y 150 mil los indirectos, lo que finalmente representa el 27% del PIB. No obstante, el aumento del flujo de turistas y con ello, el incremento de los bienes para satisfacer las necesidades de los veraneantes, traen consigo un problema cada día más grave: los desechos. En el archipiélago se generan alrededor de 300 toneladas de residuos diariamente; y del total, solo se recoge el 60%, según datos entregados por el Gobierno.

Una realidad silenciosa, que llora un cambio, de la que pocos saben. Un escenario oculto tras la magnífica primera sonrisa que la isla muestra a sus visitantes. Porque no nos engañemos: Zanzíbar es un paraíso en todo sentido. Su gente, la amabilidad, el color y la temperatura de sus playas, los hoteles y la cultura. Una mezcla que difícilmente puede encontrarse en otro lugar del mundo. Sin embargo, y al igual que como en toda buena receta, si uno de los ingredientes falla, el pastel finalmente no quedará como lo recordamos.

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