Publicidad
¿Podrá la dupla Desbordes-Ossandón con los poderes fácticos de la derecha? Opinión

¿Podrá la dupla Desbordes-Ossandón con los poderes fácticos de la derecha?

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
Ver Más

Los poderes fácticos en la derecha son fuertes. Manejan los aportes, tienen “alcurnia”, “aristocracia”, mantienen relaciones que mezclan la política y los negocios, a pesar de todas las leyes y controles que se puedan inventar para que eso no ocurra. Y, por supuesto, en momentos de caos, como el que estamos viviendo, se les despierta la nostalgia con el modelo que representa la ideología pinochetista: orden, seguridad –para unos pocos, a costa de muchos–, campo libre para los negocios de todo tipo, junto a un curioso relato de libertad pese a querer restringir todo.


Hace tres meses, en este mismo espacio, advertí que en Renovación Nacional (RN) se estaba incubando una verdadera “rebelión”, la que comenzaba a incomodar a La Moneda y, por supuesto, a sus socios de Chile Vamos. Hasta ese momento, los proyectos emblemáticos del Gobierno eran totalmente intocables. Primero fue el apoyo de un grupo importante de parlamentarios, encabezados por Manuel José Ossandón, al proyecto de las 40 horas presentado por la dupla comunista Vallejo-Cariola. No solo habían logrado visualizar que la iniciativa tenía un alto respaldo entre la gente, sino que estaban convencidos de que el proyecto del Ejecutivo –flexibilidad laboral– tenía muy pocas posibilidades de avanzar en el trámite legislativo.

La posición de los “rebeldes” de RN provocó que el entonces ministro Nicolás Monckeberg convocara, tardíamente, a un grupo de técnicos de su partido para orientar a los parlamentarios. Por su parte, Mario Desbordes estaba sosteniendo una serie de rounds televisivos con su par Jacqueline Van Rysselberghe, para marcar diferencias con el gremialismo, además de cuestionar duramente el corazón de la Reforma Tributaria: la reintegración. Y no se había quedado ahí, también criticó al Gobierno por su escasa capacidad de anticipación en el tema de las 40 horas y finalmente remató calificando de “error” el 4% adicional que deberían pagar los no asalariados en la reforma previsional. Los perdigones y balines de su propio sector no se hicieron esperar.

Era evidente, Ossandón y Desbordes buscaban tomar distancia del Gobierno para posicionar a Renovación Nacional como un partido con mayor sintonía con los sectores medios y bajos, cosa que La Moneda –junto a la UDI– había perdido. Ambos parlamentarios ya habían entendido que el triunfo en las primarias de los Fernández en Argentina era una señal de alerta para Chile.

Con esa consciencia del riesgo es que la dupla Ossandón-Desbordes entró a escena en esta crisis con un rol bastante protagónico.

El primero fue el senador, quien estuvo permanentemente jugando adelantado al Gobierno. Exigió un cambio de gabinete a los pocos días del conflicto, pidió a La Moneda que escuchara a la calle, planteó la opción de un plebiscito para modificar la Constitución –cuando el Mandatario estaba totalmente cerrado a esa opción–, advirtió que sin reformas la crisis no se solucionaría, hasta llegar a afirmar que en este período se han violado los Derechos Humanos –“y eso es claro”–, cosa que prácticamente nadie de su sector se ha atrevido a decir en público, pese a que las evidencias sobran.

Mario Desbordes fue clave para acercar a parlamentarios oficialistas y opositores en un momento en que la crisis podía transformarse en una verdadera tragedia e incluso derivar en una intervención militar. El diputado actuó rápidamente y fue capaz de proyectar empatía, que, sin duda, facilitó el diálogo cuando señaló que, si no fuera por su investidura, estaría marchando en las calles, pero que sin embargo su hijo –lo dijo con cierto orgullo– sí lo estaba haciendo, protestando por la pensión de 180 mil pesos que recibía su padre.

Ambos, Desbordes y Ossandón, han actuado varios pasos adelantados del resto de la derecha y, por cierto, del Gobierno. Y si bien su actuación facilitó algo inédito, como el acuerdo de la madrugada del viernes 15, no pareciera que su sector hubiese valorado este excesivo protagonismo. Esa noche, los rostros de algunos parlamentarios de la UDI fueron elocuentes, partiendo por una demacrada Jacqueline Van Rysselberghe, quien no pudo disimular su molestia por haber cedido en aquello que en el gremialismo le asignan el mismo valor que el mundo cristiano a la Biblia: la Constitución que redactó uno de sus fundadores, Jaime Guzmán.

Y si bien, en las primeras horas posacuerdo, los líderes del ala más dura de la derecha valoraron el logro, con el correr de los días fueron relativizando los cambios y comenzaron a defender la Carta Magna actual, pese a la negociación que ellos mismos aplaudieron. De hecho, la presidenta de la UDI, con un par de horas de descanso de por medio, señaló que votaría NO en el plebiscito de entrada, asumiendo la misma postura de José Antonio Kast, quien se autoproclamó como el articulador de la opción que quiere mantener vigente la Constitución.

Desbordes señaló, la semana pasada, que existen dos derechas muy diferentes en Chile. De más está decir que ese diagnóstico ha quedado demostrado en estos 39 días desde que empezó la crisis. Sin embargo, la pregunta es cuánto pesará la dupla Desbordes-Ossandón a la hora de empujar a su sector en la disyuntiva que someterá a una prueba de fuego a la derecha chilena. Porque, si alguien pensó que la transición había terminado, la verdad es que recién –casi 32 años después– y en el momento que se apruebe la nueva Constitución, se darán por enterrados los últimos vestigios de la dictadura de 1973 y terminado este largo proceso de transición.

Hasta hace unos días, daba la impresión que, pese a la dupla JAK-Van Rysselberghe, la posición más moderada estaba imponiéndose por sobre los conservadores. Sin embargo, la extraña aparición de Andrés Allamand, reinterpretando el acuerdo del quorum de 2/3 en el proceso constituyente, despertó las alarmas en todo el espectro político, partiendo por el propio partido RN.

El senador llegó a decir que incluso la Constitución de Pinochet podía seguir vigente, lo que, además de las reacciones políticas, generó múltiples críticas y comentarios en las redes sociales. El sábado pasado, Allamand dio una extensa entrevista a El Mercurio en que intentó aclarar sus palabras previas –aunque no aclaró la duda–, pero reafirmó su voluntad de cambiar la Constitución. Sin embargo, fue enfático en expresar que, pese a la crisis, la derecha no podía abandonar sus principios en este momento y criticó a algunos dirigentes de su sector por estar abrazando las ideas de la izquierda, “veo ahí un peligroso margen de confusión”, sentenció. ¿A quién iban dirigidas estas palabras?

No cabe duda que el proceso constituyente –que partió con diferencias profundas en la mesa técnica– va a polarizar especialmente a la derecha, porque para la centroizquierda que los 14 procesos eleccionarios de los próximos dos años se “constitucionicen”, es un regalo muy bienvenido.

Para el sector de Desbordes y Ossandón, la opción NO puede significar un desgarro tremendo que termine por dividir totalmente a lo que hoy es Chile Vamos. Los poderes fácticos en la derecha son fuertes. Manejan los aportes, tienen “alcurnia”, “aristocracia”, mantienen relaciones que mezclan la política y los negocios, a pesar de todas las leyes y controles que se puedan inventar para que eso no ocurra. Y, por supuesto, en momentos de caos, como el que estamos viviendo, se les despierta la nostalgia con el modelo que representa la ideología pinochetista: orden, seguridad –para unos pocos, a costa de muchos–, campo libre para los negocios de todo tipo, junto a un curioso relato de libertad pese a querer restringir todo.

Y tiene razón Desbordes, un excarabinero que proviene de una familia de esfuerzo –a mucha honra– cuando dice que es la hora de que los que estudiaron en escuelitas con número puedan sentarse a conversar con los que lo hicieron en colegios prestigiosos o siguieron sus estudios en las mejores universidades del mundo. Tal vez no se refería al diálogo entre oficialistas y opositores, sino a lo que esperaría sucediera en su propio sector.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias