Publicidad
La nueva estrategia del Presidente Piñera: audaz, pero riesgosa Opinión

La nueva estrategia del Presidente Piñera: audaz, pero riesgosa

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
Ver Más

A su interés de proyectarse como un zar ambiental –vinculado a su futuro personal– incorporó un llamado a líderes de la oposición a sumarse a la reflexión sobre las 40 horas y el agua, algo similar a las comisiones asesoras de Bachelet, criticadas por la propia derecha. Podría no solo terminar con pocos acuerdos, sino además dándoles argumentos a sus rivales. De fondo, queda en evidencia que el estilo Piñera 2010 ha vuelto en plenitud: más autónomo de los partidos, haciendo llamados transversales, pero principalmente copando todos los espacios.


Es una regla. Cuando alguien toma la opción de sobreexponerse en los medios, siempre corre riesgos. Si esa persona es el Presidente de la República, aumenta de manera significativa. Y si ese Presidente, además, se llama Sebastián Piñera, sin duda que la probabilidad es cercana al cien por ciento.

Ya hemos comentado en este espacio que el Mandatario hizo un giro en su estrategia y optó por ser protagonista en todos los temas referidos al Gobierno, desde los más trascendentales hasta los más nimios, restando protagonismo a sus ministros. Opina de todo, recorre los matinales, realiza puntos de prensa y da entrevistas semanalmente. Un Piñera que cada vez se parece más al de su primer período. Y consignemos que, desde marzo de 2018 hasta más o menos septiembre de ese año, su posicionamiento fue muy bien manejado, manteniendo un equilibrio con el perfil público de sus ministros y actuando como el vocero estratégico, el de los grandes temas.

Y, claro, cuando no se tiene conciencia del riesgo –o nadie se atreve a decírselo– pasa que el Jefe de Estado provoca un efecto muy negativo desde la perspectiva comunicacional. Cada vez que el Gobierno tiene un triunfo o logro, a continuación viene una “chambonada” o metida de pata presidencial, para delicia de las redes sociales y, por supuesto, los medios.

Aunque ahora también parece que algunos ministros se han ido contagiando con el estilo, porque la semana pasada Felipe Larraín –aconsejando comprar flores– y Juan Andrés Fontaine –sugiriendo que la gente se levante más temprano, como ya lo había hecho antes Nicolás Monckeberg–, hicieron su aporte para opacar la derrota ocasionada a la oposición con la acusación constitucional.

El Presidente Piñera señaló en una entrevista televisiva que Chile es “un oasis” comparado con el resto de Latinoamérica. Pero no le bastó con emitir una frase que debe haber caído pésimo, sino que se encargó de repasar a uno a uno a los países del continente.

Además de ser un juicio que proyectó bastante soberbia, fue muy poco considerado con aquellas naciones que solo en marzo pasado vinieron a estrenar el invento del excanciller Roberto Ampuero: Prosur. En la ocasión, se celebró –anticipadamente por lo visto– el ciclo virtuoso que se inauguraba gracias a la llegada de varios gobiernos de derecha. Sin embargo, el Presidente ahora considera que sus cuatro socios están en serios problemas: Brasil, Ecuador, Argentina y Perú. Chile, por suerte, es el único país paradisíaco.

Además, la sentencia del oasis fue muy poco diplomática, considerando que el Mandatario chileno quiere cumplir con un rol de liderazgo internacional. La prudencia y el cuidado constituyen un rasgo imprescindible para cumplir una función que convoque y aglutine a otros. Tomar altura moral frente al resto suele traer una vuelta de mano. Sebastián Piñera se propuso convertirse es una especie de zar del medio ambiente a nivel mundial. Noble tarea que, sin embargo, requiere de al menos dos factores.

El primero es construir alianzas internacionales, las que parten por lo pares. Si los cuatro países considerados en el lanzamiento de Prosur como “pro derecha” –hubo un encuentro paralelo en que se proyectó el ciclo político de esa tendencia– se encuentran en dificultades, a lo menos habría que tener el cuidado de abstenerse de hacer comentarios que sean considerados hostiles.

Por supuesto que un personaje con la estabilidad emocional de Jair Bolsonaro puede reaccionar de manera sorprendente y sin importar a quien tiene al otro lado. En Brasil su popularidad se ha ido al suelo no solo por sus promesas irreales, sino porque no tiene ninguna tolerancia a las críticas.

Claro que, en materia de protección ambiental, Bolsonaro no es precisamente un ejemplo que pueda servirle de algo al Presidente Piñera. La crisis de la Amazonía –que los medios tradicionales sacaron de su agenda pese a que aún está en desarrollo– demostró que el mandatario carioca tiene un discurso brutal. Llegó a decir que era una fake news que ese territorio constituyera un pulmón verde para la humanidad, y no le importa en lo más mínimo ser políticamente incorrecto.

El segundo factor clave está en el frente interno. Piñera debe demostrar que su propio sector le puede ayudar a sustentar el propósito de convertirse en un líder contra el calentamiento global.

Las señales por ahora son malas. A los pocos días de la gira triunfal por Estados Unidos, los empresarios le fueron a entregar un documento en que critican 23 proyectos que estarían atentando contra el crecimiento. De ellos, la mayoría son ambientales: rechazan los de protección de glaciares y humedales, reforma al Código de Aguas, así como los cambios al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA), que restringen proyectos en zonas saturadas. Y, claro, sus parlamentarios se han opuesto a los mismos proyectos.

En el relato, los líderes de la derecha han valorado la estrategia personal del Presidente. Sin embargo, la distancia con la realidad es abismante. Solo en un punto los dirigentes de Chile Vamos han sido certeros políticamente: “¿Por qué dejarle la iniciativa en estos temas a la izquierda?”, aunque esa disposición se debe demostrar con hechos.

Pero si hubo un impacto no deseado de esta nueva faceta pro ambiental de Sebastián Piñera, fue que logró despertar el lado combativo de Guido Girardi, el senador que hace unos años dejó el tono duro y se convirtió en una suerte de académico dedicado a reflexionar acerca del futuro. La invitación a integrar la Mesa Nacional del Agua le permitió retomar su perfil ambientalista, desafiando –de entrada– al Presidente para nacionalizar el agua. Aquí se puede dar la paradoja de que el Mandatario termine ganándose un conflicto con su sector y levantando a líderes como Girardi.

No cabe duda que el Jefe de Estado está implementando una nueva estrategia desde el viaje a Nueva York en adelante. A su interés de proyectarse como un zar ambiental –vinculado a su futuro personal– incorporó un llamado a líderes de la oposición a sumarse a la reflexión sobre las 40 horas y el agua, algo similar a las comisiones asesoras de Bachelet, criticadas por la propia derecha. Una apuesta audaz pero riesgosa, porque podría no solo terminar con pocos acuerdos, sino además dándoles argumentos a sus rivales. De fondo, queda en evidencia que el estilo Piñera 2010 ha vuelto en plenitud: más autónomo de los partidos, haciendo llamados transversales, pero principalmente copando todos los espacios.

Veremos en los dos meses y medio que quedan para cerrar 2019 si la apuesta estratégica de Piñera es efectiva y el Gobierno logra sortear las difíciles vallas que tiene en el Congreso, partiendo por el round 40/41 que se votará antes de que la Comisión asesora entregue su informe. En eso fue un acierto invitar a gente de oposición para intentar meter “una cuña”.

Mientras tanto, tendremos que observar si los chilenos también piensan que vivimos en “un oasis”, justo cuando suben las cuentas de agua y transporte. Y, por favor, esperemos que el Presidente no se vaya a comprar el cuento de que puso fin a la guerra comercial, aunque –y por casualidad– el acuerdo se firme aquí, siempre que a Trump no le dé una pataleta antes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias