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El Ejército de Chile: realidad actual y desafíos futuros Opinión

El Ejército de Chile: realidad actual y desafíos futuros

Richard Kouyoumdjian Inglis
Por : Richard Kouyoumdjian Inglis Experto en Defensa y Seguridad Nacional
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No es el propósito de este análisis determinar si lo que ocurrió el 11 de septiembre del 1973 es correcto o no. Va a ser imposible colocar a todos de acuerdo con esa fecha. Está claro que hubo graves violaciones de derechos humanos y en eso todos estamos de acuerdo, como también en que lo ocurrido en ese periodo es clave para entender al Ejército de la actualidad.


Estamos en el mes de la patria, que coincide con el mes del Ejército, ya que necesariamente, para haber independencia, tenía que haber un ejército que permitiera la existencia de un Chile libre, soberano y con independencia de la España ocupada por las fuerzas de Napoleón.

En el caso de instituciones como el Ejército, los aniversarios sirven para revisar donde están paradas, los problemas que la puedan aquejar, el entorno en cual se desenvuelven, la cultura que los define, su historia y tradiciones, los propósitos que lo mueven y producto de ello, los desafíos que tienen por delante en términos de adaptación, de lo que deben cambiar y a su vez, algo que no es fácil, que mantener.

Antes de entrar en el análisis conviene mencionar que fui oficial de marina, pero que actualmente no tengo relación con la Armada de Chile. Lo menciono porque no quiero que esta columna de opinión se malentienda por parte de los integrantes del Ejército y de la familia militar como la opinión de un marino del estado de esta institución.

El Ejército de Chile viene de una larga tradición de victorias en el siglo XIX. Eso no quiere decir que no haya tenido derrotas, pero si tiene a su haber ser vencedor y jamás vencido en todas las guerras en las cuales participo desde la batalla de Chacabuco en adelante, y en aquellos casos en donde fue derrotado, aprendió de sus errores, se recuperó y salió adelante.

Su cultura guerrera rescata la tradición guerrera Mapuche que se representan con las figuras de Caupolicán, Tucapel y Lautaro, y está basada en hombres y mujeres ejemplares, valientes, virtuosos en las practicas y artes militares, que generaron una tradición que hasta el día de hoy sostiene al Ejército cuando necesita buscar orientación. Los ejemplos sobran, pero por mencionar a algunos se me ocurren José Miguel Carrera y sus hermanos, Bernardo O’Higgins, Manuel Rodríguez, Santiago Bueras, Ramón Freire, José Joaquin Prieto, Manuel Bulnes, Erasmo Escala, Manuel Baquedano, y de los 77 de la 4ta compañía del Regimiento Chacabuco.

La pregunta que surge entonces es: ¿Por qué teniendo ejemplos de personas tan virtuosas y de éxitos bélicos como los que se mencionan anteriormente, esta institución castrense tuvo unos cuantos años malos en términos de probidad, mal uso de recursos fiscales y fondos reservados, falta de control en compras, viajes y fletes, y que vienen a acompañar las violaciones de derechos humanos que se generan durante el gobierno militar en donde el Ejército tuvo un rol principal producto de estar en todo Chile y manejar los servicios de seguridad?

Para buscar una respuesta hay que analizar el resto de la historia del Ejército o la que no tiene su asiento en la historia guerrera que genera el Ejército siempre vencedor y jamás vencido.

Después de la Guerra del Pacífico el victorioso ejército inicio un proceso de modernización, a cargo del capitán prusiano Emilio Korner. Se determinó que el modelo militar francés que había formado y guiado al ejército en las últimas décadas y llevado a la victoria ante peruanos y bolivianos ya no era lo correcto y que había opciones más adecuadas y modernas, como era el caso de la organización y cultura militar prusiana. La modernización de Korner es una modernización que ataca las capacidades militares llevándolas a los estándares prusianos. Nos dejó con un ejército con excelentes capacidades, distribuido en guarniciones a lo largo de Chile, que en esa época iba desde Tacna hasta Magallanes. Nos dejó con un ejército organizado en torno a regimientos en donde los mandos tenían bastante independencia, pero también nos dejó con un Ejército que no era neutro en cuanto a política se refiere. En la tradición militar Prusiana de los “Junkers” era normal una integración del poder militar con el poder ejecutivo, y que los oficiales, normalmente provenientes de la nobleza, tuvieran opiniones y conexiones políticas.

Posterior a la participación más activa de oficiales en la política de los 20 y los 30, en donde los ejemplos más visibles son Carlos Ibañez Del Campo, Marmaduque Grove o el ruido de sables de los oficiales subalternos del 24, el Ejercito se fue hacia adentro y no tuvo una participación en política hasta que el clima social y político se enredó en los 60s donde llegamos con un Ejército distribuido a lo largo del país con equipamiento antiguo, malos sueldos y sin haber estado en combate por casi 70 años. Los 60s fueron complicados en todas partes y no tenían porque no serlos en Chile. Eran años de tensiones ideológicas a las que el Ejército estaba ajeno, pero que con el pasar de los años derechas e izquierdas trataron de capturar para sus intereses. En más de una oportunidad el Ejército fue requerido para apoyar labores de seguridad interior, pero ello solo ocurría por el desmadre que había por todas partes. Muchos se colocaron nerviosos con la llegada de Allende al poder, la cual parte mal con el asesinato de Rene Schneider por parte de extremistas de derecha, y que con el correr del tiempo comenzó a llevar a las fuerzas armadas a la política por la vía de incorporar a los altos mandos en sus gabinetes por la incapacidad de la clase política en el gobierno para hacer su trabajo. En el intertanto del mundo de las derechas también buscan llevar agua a su propio molino, realizando esfuerzos por capturar la lealtad de mandos del ejército y las otras instituciones.

No es el propósito de este análisis determinar si lo que ocurrió el 11 de septiembre del 1973 es correcto o no. Va a ser imposible colocar a todos de acuerdo con esa fecha. Está claro que hubo graves violaciones de derechos humanos y en eso todos estamos de acuerdo, como también en que lo ocurrido en ese periodo es clave para entender al Ejército de la actualidad.

El periodo del gobierno militar se caracteriza por ser una dictadura militar, en donde el ejército estuvo en la primera línea del gobierno, en donde su comandante en jefe a la vez ejerció la presidencia de la república, en donde generales y coroneles se desempeñaron en posiciones principales de la administración, y no menos importante, por decision de Pinochet, estuvieron a cargo y dotaron los servicios de seguridad interior. Durante ese periodo, el Ejército al igual que las otras ramas, tuvo que adicionalmente atender los conflictos vecinales primero con Perú y después con Argentina, lo cual los tuvo bastante ocupados en los 70s y parte de los 80s. No fue un Ejército en donde la masa de los oficiales y soldados se beneficiarán, y si los hubo y es algo que no puedo afirmar, fueron unos pocos. Era el Chile de los 80 en donde ricos eran muy pocos y la media bien media. El hecho de haber sido gobierno no altero el que siguieran viviendo en sus poblaciones militares y en su propio mundo. En ese sentido, siguieron igual de aislados que en las décadas anteriores.

Al terminar el gobierno militar, Pinochet se queda de CJE, lo que para efectos del Ejército no era muy distinto a trasladar la Moneda a Zenteno 45. La supervisión del poder político sobre Pinochet era bastante básica y en la práctica mantuvo muchas de las regalías, usos y costumbres que traía de su posición anterior. Lo digo porque la CJE que Pinochet traspasa era muy distinta en usos y practicas a la que ocupo años antes el General Schneider y otros.

El Ejército que recibió el General Ricardo Izurieta es uno que aparte de las costumbres que se heredaron de Pinochet incluyendo la figura de un CJE todopoderoso, es uno que se recibe con problemas de derechos humanos, aun distribuido a lo largo de toda nuestra geografía con regimientos en todas las principales ciudades, razonablemente equipado, fuertemente basado en conscriptos, con su cultura militar prusiana intacta, viviendo juntos y no integrados al resto de la sociedad. Autónomo e independiente en términos de financiamiento (ley del cobre) y administración, con poca o nula supervisión de parte del Ministerio de Defensa o de la Contraloría General de la Republica, y con un prestigio discutible de la vereda que se le mirara.

El General Cheyre coloca su foco en la modernización de la organización del Ejército y en dejar atrás el tema de los derechos humanos. El General Oscar Izurieta continua su labor modernizadora la cual se facilita por el precio del cobre y la oferta de equipamiento europeo que ya no era requerido por el término de la Guerra Fría. Con la llegada del General Fuente-Alba se vive un Ejército más activo en lo social y en las conexiones con el mundo político y empresarial. El General Oviedo busca reenfocar al Ejército en sus tareas profesionales. Todos hicieron su trabajo en la forma que ellos estimaban era lo correcto, pero con las deformaciones que se habían importado de la época de Pinochet, en donde los usos y costumbres en materia de gastos combinado con la nula o poca supervisión de organismos externos fue creando un coctel peligroso, lo que sumado a los cambios de la sociedad en términos de exigencias en el uso de los recursos públicos y transparencia nos deja en marzo de 2018 con una condición compleja que encuentra el General Ricardo Martinez al asumir de CJE.

Quizás estoy estresando el argumento, pero lo hago para que tengamos claro de donde arrancamos y queda claro que esta es la historia que podría ser esperable de una institución castrense bicentenaria orgullosa de su pasado guerrero exitoso, con financiamiento asegurado, autónoma, y poco supervisada que lleva muchos años en tiempos de paz, pero que ha sido muy efectiva con el resto de las instituciones en asegurar la soberanía e integridad territorial por la vía de una disuasión creíble. Lo hago porque a pesar de sus problemas, los cuales mayormente son del pasado pero que aún les pesan hoy en día, es una institución cuyos temas a trabajar están identificados y que tiene una historia y ejemplos de personas que constituyen grandes activos sobre los cuales apalancar en su esfuerzo de reconstrucción.

La buena noticia es que no se están generando problemas nuevos y los que salen en la prensa son todos del pasado. El Ejército actual ya no es autónomo en su financiamiento, y está muy supervisado y controlado tanto por el ministerio del ramo, como por la Contraloría General de la Republica. La caída de los excomandantes en jefe ayuda a romper la tradición de los CJE todos poderosos y volver a los CJE de perfil bajo propios de los 50s y 60s que terminaron con el asesinato de Schneider. Si queda pendiente definir si es que quienes viajaron en el pasado cometieron ilícitos al operar con el procedimiento vigente, o es el procedimiento el que estaba mal definido. Es hora de ir cerrando temas y preparar el zarpe.

Mas que en capacidades técnicas y materiales, o en definiciones de áreas de misión, quizás lo fundamental está en la cultura que el Ejército necesita de cara al futuro. Estimo que debe rescatar los aspectos positivos de su historia, pero a la vez entender que los tiempos actuales no aceptan mal uso de recursos, que estamos en un mundo transparente, en donde además el mal trato, la discriminación y el abuso no son aceptables. Pasa por entender que más de lo mismo no los va a llevar a ser un ejército de tierra moderno, efectivo y eficiente. Pasa por entender que debemos revisar el servicio militar, que no ha cambiado mayormente desde que Korner lo creo en el 1900, y como lo hacemos para incrementar la cantidad de mujeres, ya que estoy seguro que más de ellas le harán muy bien al Ejército.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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