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La estrategia del «guatón Loyola» Opinión

La estrategia del «guatón Loyola»

Víctor Maldonado R.
Por : Víctor Maldonado R. Sociólogo. Ex Subsecretario de Desarrollo Regional. Ex secretario nacional DC
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Actuar con sentido estratégico consiste siempre en que, antes de iniciar las hostilidades, hay que pararse a pensar a dónde nos conduce una polémica aparecida de la nada. Si tú caminas y no sabes a dónde vas, hay otro que sí sabe a dónde te lleva. Como decía nuestro recordado Ignacio Balbontín, en política a las cuatro preguntas periodísticas -¿quién? cómo? ¿cuando? ¿dónde?- había necesariamente que agregar una quinta: “¿A quién beneficia?”.


Si hay algo que delata al Presidente, Sebastián Piñera, es el poco refinamiento que tiene para las operaciones, porque deja más huellas que un oso sacando mermelada de una despensa y el resultado es de una pobreza que apena.

Recordemos en que consiste el papel de vocero. Su rol es transmitir las posiciones del  Gobierno, en particular las del Presidente. En ese sentido, el mejor vocero es aquel que se hace transparente, el que deja que el mensaje que porta brille en el primer plano. De eso se trata, porque nosotros no hablamos con el celular, sino a través del celular,  lo que importa es lo que se dice y no quién lo dice.

Por eso, la idea que una vocera de Gobierno inicie una guerra política por sí y ante sí, es impensable, como también es absurdo que un vocero amanezca con el pie cambiado y empiece a insultar a micrófono abierto, como malo de la cabeza. De suceder eso, sería despedido de inmediato, porque ha fallado en lo sustantivo de la función que está llamado a cumplir.

[cita tipo=»destaque»]Cuando se nos ofrece dedicarnos a una polémica absurda, lo que hay que recordar es aquello sobre lo que por eso se dejó de conversar. Estábamos abocados al debate sobre las reformas, al proyecto de 40 horas y se iniciaba la investigación sobre la conducta del tío del Presidente, el arzobispo emérito, Bernardino Piñera.[/cita]

En lo sucedido esta semana, no es que el Presidente Piñera «apagó el incendio con bencina» al salir a respaldar a su vocera, Cecilia Pérez. Lo que en este caso describe mejor lo sucedido es la escena del Mandatario comprando él la bencina, entregando el bidón e iniciado el incendio, a través de su ministra.

Ante ésto, la oposición no tiene que dedicarse a hostigar a la derecha, sino que tiene que enfocarse en reemplazarla en el poder y se actúa bien distinto en un caso y en otro. El primero nos deja al vaivén de los episodios prefabricados con brocha gorda, el otro corresponde a un comportamiento político a la altura de las circunstancias.

Actuar con sentido estratégico consiste siempre en que, antes de iniciar las hostilidades, hay que pararse a pensar a dónde nos conduce una polémica aparecida de la nada. Si tú caminas y no sabes a dónde vas, hay otro que sí sabe a dónde te lleva. Como decía nuestro recordado Ignacio Balbontín, en política a las cuatro preguntas periodísticas -¿quién? cómo? ¿cuando? ¿dónde?- había necesariamente que agregar una quinta: “¿A quién beneficia?”.

Cuando se nos ofrece dedicarnos a una polémica absurda, lo que hay que recordar es aquello sobre lo que por eso se dejó de conversar. Estábamos abocados al debate sobre las reformas, al proyecto de 40 horas y se iniciaba la investigación sobre la conducta del tío del Presidente, el arzobispo emérito, Bernardino Piñera.

No debemos abandonar el seguimiento a los temas de fondo con contenido político y ético. Hay que pensar en hacernos cargo del país, por el abandono de la responsabilidad política y de la visión de largo plazo. En una pelea de cantina todos los parroquianos se ven iguales y nosotros no tenemos nada que hacer allí.

Lo otro, es asumir la que podríamos llamar la estrategia del «guatón Loyola», que consiste en trenzarse a golpes a la primera provocación en el próximo rodeo al que asistamos. Lanzarse al paño rojo. Pelear sin escoger nuestras peleas.

El resultado conseguido por el guatón Loyola lo sabe cualquier chileno y se nos recordará en todas las fondas ahora en septiembre. Empezaremos a recibir todo tipo de golpes, porque reaccionamos a la primera con el resultado obvio -“combo que se perdía lo recibía”- y terminaremos como ya es de suponer, “peleando con entereza bajo las mesas”, según consta en el informe verbal entregado a la comadre Lola. Se acabó el espacio. Fin o tiquiquiti, según se prefiera.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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