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El peligro de fortalecer la inteligencia y no la investigación criminal Opinión

El peligro de fortalecer la inteligencia y no la investigación criminal

Cristián Riego
Por : Cristián Riego Profesor de derecho procesal penal, Derecho Universidad Diego Portales
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Frente a desafíos radicales como el terrorismo, la idea de fortalecer la inteligencia es muy recurrente, pero altamente peligrosa, porque la tentación de manipular la investigación y el proceso judicial está siempre presente y eso puede generar una total debacle en todo el sistema institucional. Por el contrario, la experiencia muestra que lo primero es afianzar las instituciones básicas, que es en ellas donde reside la fortaleza del Estado democrático. En este caso la prioridad debe ser la de contar con una investigación criminal altamente profesional, que pueda esclarecer los delitos y llevarlos ante la justicia. 


Los recientes hechos de envío de bombas a diversas personas e instituciones han instalado una razonable preocupación. La respuesta casi unánime a esa preocupación ha sido la de plantear la prioridad por fortalecer el sistema de inteligencia. Me permito discrepar, creo que la prioridad no está en la inteligencia sino en la investigación criminal.

¿Cuál es la diferencia? 

La inteligencia recopila información para la toma de decisiones por parte de las autoridades políticas, esta información se obtiene por diversos métodos, algunos muy informales y de baja confiabilidad, pero que pueden resultar útiles para tomar medidas preventivas. Es habitual que los organismos de inteligencia den un segundo paso, que es el de desarrollar operaciones destinadas a desarticular las amenazas identificadas, usando métodos diversos, en general alejados del control público. 

La investigación criminal, por su parte, lo que busca es esclarecer hechos delictuales específicos y producir pruebas para la sanción de los responsables. Sus métodos están estrictamente regulados y sujetos a altos niveles de escrutinio en el proceso judicial y serán siempre objeto de conocimiento público cuando se presenten en los tribunales. 

Se podrá decir que ambas cosas son necesarias, pero es una cuestión de prioridades y creo que la prioridad, la necesidad de mejorar reglas y realizar inversiones, está en la segunda y no en la primera. ¿Por qué? 

Primero, porque la respuesta principal a este tipo de hechos en un estado derecho será siempre el proceso y la pena. Es esa la principal expectativa de los ciudadanos y fallar no es aceptable. En segundo lugar porque nuestro sistema de investigación criminal tiene debilidades importantes que casos como este pueden llevar a niveles críticos. En tercer lugar porque la actividad de inteligencia es altamente peligrosa, en especial frente a sistemas de investigación criminal débiles, como explicaremos a continuación. 

Nuestro sistema de investigación criminal requiere fortalecimiento e inversión. Por ejemplo, en materia de pericias. Existen estudios bastante sistemáticos que muestran la precariedad de las pericias científicas que se presentan habitualmente en nuestros tribunales. Actualmente existe en el mundo desarrollado un movimiento muy fuerte hacia la creación de institutos de pericias, capaces de aplicar la enorme disponibilidad de conocimiento científico a la investigación criminal de modo riguroso y con altos estándares de profesionalismo. Casos como los bombazos anónimos requieren este tipo de capacidades.

Otro ejemplo, la Policía de Investigaciones desarrolló un programa especial para el reclutamiento de profesionales universitarios de diversas especialidades para la carrera policial, me consta que dicho programa ha significado una enorme contribución a las capacidades investigativas de la misma policía, la que ha permitido abordar casos complejos que antes probablemente no hubiesen podido ser esclarecidos, sin embargo, el programa se ha descontinuado por problemas presupuestarios. Es urgente retomarlo.

¿Por qué decimos que es peligroso fortalecer la inteligencia frente a una investigación criminal débil? 

Porque la tentación de la inteligencia de manipular la investigación y el proceso judicial está siempre presente y eso puede generar una total debacle en todo el sistema institucional.

Dos ejemplos:

En el caso Huracán, una inteligencia policial muy poderosa llegó a la conclusión de que un determinado grupo era el responsable de varios atentados. Decidió desarticularlo y para ello procedió a falsificar pruebas y someterlos a un proceso penal fraudulento. Recordemos que este fraude funcionó durante algún tiempo, personas fueron detenidas y puestas en prisión preventiva y no resultó fácil para nuestro sistema de justicia penal desacreditar una supuesta prueba tecnológica que, al final, resultó ser bastante burda. Todo terminó en una crisis institucional mayor y con una pérdida de confianza generalizada.

Un caso aun más dramático es el de Argentina, país donde los organismos de inteligencia son muy poderosos y donde suelen realizar “operaciones” en los procesos judiciales más importantes. Probablemente el más conocido es el de la bomba a la comunidad judía, conocida como la AMIA, donde falsificaron pruebas, compraron testigos, corrompieron a fiscales y jueces, llevando a la investigación por rumbos errados durante años, hasta que todo terminó en el desprestigio total del sistema y la impunidad absoluta de los responsables. Es difícil saber si lo hicieron por pura torpeza o por motivos más siniestros.     

Frente a desafíos radicales como el terrorismo, la experiencia muestra que lo primero es afianzar las instituciones básicas, que es en ellas donde reside la fortaleza del Estado democrático. En este caso la prioridad debe ser la de contar con una investigación criminal altamente profesional que pueda esclarecer los delitos y llevarlos ante la justicia. 

Quizás en algún momento sea indispensable contar con actividades de inteligencia importantes, pero eso es siempre muy peligroso, porque las autoridades actúan bajo mucha presión cuando ocurren hechos graves y la tentación de usar o tolerar métodos clandestinos es demasiado fuerte en momentos apremiantes.

En todos los países que han tenido organismos de inteligencia poderosos han ocurrido abusos y escándalos, la diferencia está en que, en aquellos que tienen instituciones fuertes, esas situaciones pueden ser contenidas y limitadas en sus alcances. En cambio, en aquellos que no las tienen, los organismos de inteligencia pueden fácilmente descontrolarse y generar efectos devastadores para el sistema institucional.    

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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