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Tal vez lo que molesta no es la desigualdad MERCADOS|BLOOMBERG

Tal vez lo que molesta no es la desigualdad

Analicemos esto. La encuesta Harrys ha preguntado por varias décadas al público si «siente que los ricos se hacen más ricos mientras los pobres se hacen más pobres». En 1980, 76% de los encuestados sentía que sí. Para 1990, 82% estaba de acuerdo. Pero para 2000, la proporción de encuestados que se sentía así cayó dramáticamente, a 69%. Es una disminución de 16% en comparación con los 90 y de 9% con ambas décadas.


-Por Michael R Strain

¿A las personas realmente les molesta la desigualdad de ingresos? O cuando usamos el término, ¿será que estamos pensando en otra cosa?

El debate político en EE.UU. ciertamente da la impresión de que los estadounidenses quieren cerrar la brecha entre ricos y pobres. En 2013, el presidente Barack Obama aseguró célebremente que la desigualdad es el «problema que define nuestra época». Otro ejemplo es la senadora Elizabeth Warren, quien ha construido su campaña presidencial bajo el argumento de que la economía trabaja en favor de los ricos, pero no de la mayoría de los estadounidenses. Incluso la visión del presidente Donald Trump el día de su posesión de una «carnicería en EE.UU.», con «fábricas oxidadas dispersas como tumbas por todo el territorio de nuestro país» puede interpretarse como un argumento a favor de disminuir la distancia entre ricos y pobres.

Entonces, ¿se sorprendería si le dijera que la correlación entre la desigualdad de ingresos medida y la preocupación del público por la desigualdad no es fuerte? En todo caso, de hecho, en los periodos de las últimas cuatro décadas en las que la desigualdad de ingresos aumentaba, la porción del público que pensaba que estaba creciendo disminuía.

Analicemos esto. La encuesta Harrys ha preguntado por varias décadas al público si «siente que los ricos se hacen más ricos mientras los pobres se hacen más pobres». En 1980, 76% de los encuestados sentía que sí. Para 1990, 82% estaba de acuerdo. Pero para 2000, la proporción de encuestados que se sentía así cayó dramáticamente, a 69%. Es una disminución de 16% en comparación con los 90 y de 9% con ambas décadas.

Una encuesta de Gallup —con datos para muchos menos años que la de Harris— muestra un movimiento similar. En 1990, 66% de los encuestados informó sentir que «la distribución del dinero y la riqueza» en EE.UU. «debería ser más uniforme entre un mayor porcentaje de personas». En 2000 la percepción había caído 10 puntos porcentuales, a 56%.

Mientras las personas sentían que la desigualdad estaba disminuyendo durante esos años, en realidad estaba creciendo considerablemente. Usando una medida habitual en las ciencias sociales para la desigualdad de ingresos, el coeficiente Gini, calculado sobre los ingresos luego de impuestos federales y pagos de transferencia —una medida de los ingresos que intenta capturar el flujo de los recursos disponibles para los hogares para gastos y ahorros—, la Oficina de presupuesto del Congresos halló un incremento de 14% en la brecha entre ricos y pobres en la década de 1980 y de 8% en la de 1990.

La desigualdad siguió ampliándose, pero en los años posteriores al inicio de la recesión global de 2007, cuando la preocupación por la desigualdad explotó como asunto político dominante, la brecha en los ingresos se ha cerrado.

Perception, Meet Reality

Por supuesto, hay advertencias. Es difícil medir la desigualdad y el sentimiento del público sobre la desigualdad. Existen muchas maneras de medir ambas cosas, y esta columna no presenta un resumen detallado. Los datos de la encuestas son ruidosos y probablemente responden a un cambio económico con algo de atraso. Además, el sentimiento del público puede no estar motivado por la desigualdad de ingresos, sino también de la riqueza. Aún así, las tres estadísticas básicas sugieren que no hay una relación fuerte entre la desigualdad real y la percepción del público al respecto. Esto concuerda con el hecho de que la desigualdad no era un asunto político tan grande en las décadas de 1980 y 1990 como en los últimos años, aun cuando en esa época estaba creciendo considerablemente.

¿Cómo explicar esto? Una posibilidad: el crecimiento de los salarios puede ser un factor mucho más importante que el tamaño real de la brecha entre ricos y pobres para determinar la percepción del público sobre la desigualdad. Cuando las personas expresan su preocupación por la desigualdad, esa preocupación puede estar menos motivada por la brecha de ingresos en sí misma y más por su sensación de la rapidez con la que están incrementando los salarios, incluido el suyo.

Los datos sugieren que podría haber algo de verdad en esta historia. Desde 1980 hasta 1990, el salario por hora de los trabajadores comunes ajustado a la inflación cayó 3%, y la preocupación por la desigualdad se disparó. Pero para la década de 1990, el salario promedio incrementó 11%, y la preocupación por la desigualdad disminuyó significativamente mientras la brecha entre ricos y pobre aumentaba.

Una explicación relacionada es que la sensación del público sobre el incremento de los salarios probablemente afecta su visión de que las personas en el fondo y el medio se están quedando atrás, sin oportunidades económicas adecuadas para subir. Eso es diferente a preocuparse por el tamaño de la brecha entre ricos y pobres en sí mismo.

En la encuesta de Harris, la sensación de que «los ricos se hacen más ricos y los pobres se hacen más pobres» rebotó entre 2000 y 2007, cuando inició la crisis financiera. En consecuencia, el sentimiento de que la brecha de ingresos estaba creciendo aumentó considerablemente, de 73% de los encuestados en 2007 a un pico de 82% en 2015. Sin embargo, en esos años, la brecha de ingresos medida en realidad disminuyó y los salarios crecieron.

¿Por qué? Tal vez porque la preocupación del público sobre la brecha de ingresos está motivada en parte por percepciones sobre la justicia, sobre la manera en que los ricos han hecho su dinero. Con o sin razón, a principios de la crisis financiera y durante la lenta recuperación tras la Gran Recesión, muchas personas estaban molestas por la percepción de que el juego económico está arreglado para favorecer a los que se encuentran en la cima. Se puede rastrear esta sensación desde la declaración de Obama y hasta el tono de las elecciones primarias del Partido Demócrata para 2020 y las frustraciones populistas respecto a la derecha política.

Por supuesto, las hipótesis que he planteado son algunas de las muchas explicaciones para lo que motiva las percepciones del público sobre la desigualdad. Existen otras. Por ejemplo, tal vez a las personas les preocupa menos la tendencia en el crecimiento de la brecha de ingresos que su nivel, el cual era muy alto después de la Gran Recesión.

Pero hágase una pregunta: si tuviera una varita mágica para evaporar, digamos, 10% de los ingresos de los hogares en lo más alto, sin tocar los del medio y los más bajos, ¿lo haría? Nadie quedaría mejor, pero disminuiría los ingresos de los ricos y la medida de la desigualdad de ingresos se reduciría considerablemente.

Si tiene dudas para agitar la varita, entonces probablemente le preocupa menos la desigualdad que otras cosas.

Esto tiene implicaciones de política claras. Una forma de reducir la desigualdad es bajar a los que están en lo más alto. Otra forma es que la política proporcione rampas de oportunidades económicas para los que están en lo más bajo. A menudo, las políticas para apoyar estas metas están en conflicto.

Yo creo que la política debería enfocarse en ayudar a los pobres trabajadores a subir, no en derribar a los ricos.

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