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El derecho a nacer… en Aysén Yo opino

El derecho a nacer… en Aysén

Romina Cejas Hidalgo
Por : Romina Cejas Hidalgo Dueña de casa. Madre de Maxi, Sofía, Borja y Olivia. Coyhaique
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Las mujeres de lugares apartados sufren violencias como el desarraigo territorial y el desapego afectivo. En la región existen 5 hospitales, pero los equipos médicos instruyen que las embarazadas debemos trasladarnos desde las comunas del interior –Chile Chico, Cochrane y otras localidades–, dejando nuestras casas y familias, para terminar el período de gestación. La afectividad no existe como posibilidad, dejándonos completamente aisladas de redes de apoyo y subordinándonos a los profesionales de la salud.


¿Te imaginas tener que dejar tu casa e irte, sola, a otra ciudad a pasar tus últimos meses de gestación? Eso pasa, seguido, en Chile y a pesar de que en el último año diversas mujeres nos hemos levantado para luchar por nuestros derechos sexuales y reproductivos, reclamando soberanía sobre nuestros cuerpos y el derecho a decidir.

Sin embargo, decidir sobre nuestro primer territorio aborda cuestiones cotidianas y olvidadas, que hoy, poco a poco, reconocemos.

Reencontrándonos con nuestros saberes, detectamos el poder institucionalizado que posee la medicina sobre nuestro cuerpo, en especial durante la gestación y parto, los cuales han sido concebidos como una enfermedad, despojándonos de la libertad y la naturalidad de parir a nuestros hijos. El proceso de la medicalización del parto se ha sostenido en la dominación patriarcal/capital que señala al cuerpo de la mujer como objeto de función reproductiva.

¿Parir o no parir? ¿Dónde parir? ¿Cómo parir? Parece que estas decisiones se escabullen de nosotras.

[cita tipo=»destaque»]Mi segundo embarazo no fue ajeno a esta realidad. El 2012 vivía en Cochrane y el hospital pidió que me trasladara con plazo máximo de 32 semanas de gestación, para ser atendida el hospital de Coyhaique, ya que en Cochrane no atendían partos. Debí dejar a mi pareja e hijo. Para mí no era viable quedarme en Coyhaique, sin redes de apoyo y con un elevado costo de alojamiento, por lo que viajé hasta Puerto Montt, donde se hallaban mi familia materna y mi suegra, quienes pudieron acompañarme durante el periodo antes del nacimiento de mi hija.[/cita]

En Chile, la violencia obstétrica se presenta en varios relatos de madres a hijas, entre amigas y compañeras de trabajo, donde todas coinciden en los insultos, vejaciones y procedimientos médicos innecesarios que les ha tocado vivir, con la sensación que parir es usado como una forma de control. Las mujeres embarazadas estamos sometidas a decisiones médicas y administrativas sustentadas en la idea del “miedo” y el “riesgo” que genera una jerarquía vertical, en que los equipos de profesionales están siempre arriba.

Lugares tan apartados como Aysén sufren violencias adicionales, como el desarraigo territorial y el desapego afectivo. En la región existen 5 hospitales, pero los equipos médicos instruyen que las mujeres embarazadas debemos trasladarnos desde las comunas del interior Chile Chico, Cochrane y otras localidades–, dejando nuestras casas y familias, para terminar el período de gestación.

Según datos del Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS), durante el 2018 no se registraron nacimientos en el hospital de la comuna de Cisnes, pero en los indicadores biodemográficos hay contabilizados 60 nacimientos en esa comuna. En Chile Chico son 30 nacimientos en los indicadores versus un solo nacimiento en el establecimiento hospitalario de dicha comuna. En tanto, en Cochrane se registran 33 nacimientos, pero en su hospital solo se atendió uno, una situación que se repite en el resto de las comunas de la región.

¿Dónde están están pariendo realmente las mujeres de Aysén? Debemos dejar nuestros hogares para llegar hasta el hospital regional en Coyhaique, sin importar las condiciones logísticas o económicas. La afectividad no existe como posibilidad, dejándonos completamente aisladas de redes de apoyo y subordinándonos bajo los profesionales de la salud.

Mi segundo embarazo no fue ajeno a esta realidad. El 2012 vivía en Cochrane y el hospital pidió que me trasladara con plazo máximo de 32 semanas de gestación, para ser atendida el hospital de Coyhaique, ya que en Cochrane no atendían partos. Debí dejar a mi pareja e hijo. Para mí no era viable quedarme en Coyhaique, sin redes de apoyo y con un elevado costo de alojamiento, por lo que viajé hasta Puerto Montt, donde se hallaban mi familia materna y mi suegra, quienes pudieron acompañarme durante el periodo antes del nacimiento de mi hija.

En dicha oportunidad no cuestionamos ni averiguamos, porque como cualquier familia solo queríamos lo “mejor” y la palabra médica fue simplemente obedecida.

Mi hija nació a las 40 semanas de gestación, casi 2 meses después de haber dejado mi hogar, cuestión que hasta el día de hoy les sucede a las mujeres en Aysén. Nosotras tenemos derecho a tener toda la información y decidir sobre nuestros cuerpos, a gestar y parir sin ninguna violencia y, además, en nuestros territorios.

Nacer en libertad es un derecho humano que marca nuestra vida y el Estado debe garantizarlo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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