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La soledad de Jorge Abbott tras el «desastre» de Rancagua PAÍS

La soledad de Jorge Abbott tras el «desastre» de Rancagua

Hernán Leighton
Por : Hernán Leighton Periodista de El Mostrador
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La verdad es que el Fiscal Nacional no está viviendo sus días más felices. Sin apoyo político a su gestión y con innumerables cuestionamientos desde el interior del Ministerio Público, está sin una estructura donde encontrar apoyo para sostenerse. En medio de la tormenta que vivió semanas atrás, cuando estalló el conflicto entre Sergio Moya y Emiliano Arias, intentó hallar respaldo en el primer Fiscal Nacional, Guillermo Piedrabuena, pero no encontró eco ni respuesta, ya que la exautoridad tendría una mala evaluación de su gestión, según explicaron cercanos al expersecutor.


El miércoles 22 de mayo, el Fiscal Nacional, Jorge Abbott, llegó hasta la comisión de Constitución, Legislación y Justicia del Senado para exponer sobre el proyecto de ley que modifica el Código Procesal Penal, con el objeto de permitir la utilización de técnicas especiales de investigación en la persecución de conductas que la ley califica de terroristas. No hubo cámaras ni declaraciones, es más, el persecutor intentó –comentaron desde el Congreso entre quienes estaban al tanto de su visita– que en todo momento trató de pasar lo más inadvertido posible.

Además, quienes estuvieron allí presentes calificaron su participación como la de un personaje que viene “a la baja”, con un “impresentable nivel argumentativo”. No solo eso, Abbott dejó ante la comisión la incómoda sensación de que “no está haciendo la pega” y que las esquirlas del desastre que vive el Ministerio Público en Rancagua con la pública pugna entre los fiscales Sergio Moya y Emiliano Arias, lo hirieron más profundamente de lo que se sabe, dada su responsabilidad en la débil conducción de la Fiscalía.

La verdad es que el Fiscal Nacional no está viviendo sus días más felices. Sin apoyo político a su gestión y con innumerables cuestionamientos desde el interior del Ministerio Público, Abbott está sin una estructura donde encontrar apoyo para sostenerse. En medio de la tormenta que vivió semanas atrás, cuando estalló el conflicto en Rancagua, intentó hallar respaldo en el primer Fiscal Nacional, Guillermo Piedrabuena, pero no encontró eco, ni apoyo ni respuesta, ya que la exautoridad tendría una mala evaluación de su gestión, según explicaron en el seno de la Fiscalía.

Si en algún momento contó con escuderos en las distintas esferas de los tres poderes del Estado, la mala administración de la guerrilla interna entre Arias y Moya, que hizo flaquear a la propia institucionalidad del Ministerio Público, situaron a Abbott en una incómoda posición: nadie quiere estar cerca de él. En la primera semana de mayo, la encuesta Cadem arrojó que el Ministerio Público tiene un nivel de rechazo a su gestión del 58%.

Su soledad política ha pasado inadvertida gracias al cambio en la dirección del viento de la agenda mediática, lo que se transformó en un salvavidas para el sucesor de Sabas Chahuán. Entre los gallitos entre el Gobierno y la oposición por reformas claves como la de pensiones y los coletazos del viaje a China de los hijos del Presidente Sebastián Piñera, quedaron fuera de carpeta por ahora las insinuaciones que se evidenciaron en su momento sobre considerar la búsqueda de una eventual salida anticipada del Fiscal Nacional.

[cita tipo=»destaque»]Y si bien la temperatura bajó, las opiniones críticas sobre el liderazgo de Abbott siguen siendo transversales, desde el Frente Amplio a la UDI, es más, se mantienen hasta hoy y le ponen nota roja a su gestión. Eso, independientemente de que en el oficialismo algunas de sus figuras trataron de poner paños fríos en el debate y apuntar el foco a que la culpa no es de una sola persona, sino que responde, más bien, a una “podredumbre” de todo el aparato del Ministerio Público, por lo que descabezar la institución no traería ningún beneficio más allá de la señal comunicacional. Desde la oposición, entre los pocos que lo defendieron tímidamente, agregaron que una salida anticipada sería algo “poco digno”.[/cita]

Por ahora el “clima se enfrió”, aseguraron parlamentarios de las distintas bancadas. Es más, si no ocurre otra crisis como la de Rancagua, dan por cerrado el “caso Abbott”.

Cuerda floja

Abbott estuvo en la cuerda floja. En medio de la tormenta, incluso hubo fórmulas sobre la mesa respecto a una eventual salida anticipada  y, en más de una ocasión, se preguntó por las formalidades técnicas. La que más hizo sentido en el Congreso fue la que intentó el año pasado el Frente Amplio, con una solicitud de remoción ante la Corte Suprema, la cual no prosperó.

Una solicitud de remoción exige un mínimo de 10 diputados y quienes hicieron el análisis hace unas semanas, aseguraron que al menos, en ese momento, el clima daba para pensar que sí había agua en la piscina. Lo bueno de esa salida –agregaron– era que, a diferencia de una eventual acusación constitucional, esta se salta al Senado y las causales son más factibles de invocar, por ejemplo, incapacidad, negligencia, probidad o desempeño.

Y si bien la temperatura bajó, las opiniones críticas sobre el liderazgo de Abbott siguen siendo transversales, desde el Frente Amplio a la UDI, es más, se mantienen hasta hoy y le ponen nota roja a su gestión. Eso, independientemente de que en el oficialismo algunas de sus figuras trataron de poner paños fríos en el debate y apuntar el foco a que la culpa no es de una sola persona, sino que responde, más bien, a una “podredumbre” de todo el aparato del Ministerio Público, por lo que descabezar la institución no traería ningún beneficio más allá de la señal comunicacional. Desde la oposición, entre los pocos que lo defendieron tímidamente, agregaron que una salida anticipada sería algo “poco digno”.

Cabe recordar que en medio del caso que tiene colgando de un hilo a tres jueces de Rancagua, Marcelo Vásquez, Emilio Elgueta y Marcelo Albornoz, tras la propuesta de la ministra de la Corte Suprema Rosa María Maggi, se denunció una reunión entre el senador y “cacique» de la Sexta Región, el PS Juan Pablo Letelier, precisamente con el Fiscal Nacional.

En esos días hubo acusaciones de un posible tráfico de influencias, que el propio Abbott trató de desestimar cuando afirmó que eran “comentarios livianos que desinforman y alimentan la ignorancia”. Aquel episodio fue el más cuestionado en el Congreso, pues se consideró que el hecho cruzó una línea difícil de borrar: la de la ética.

Las críticas a Abbott no solo fueron entre parlamentarios. El domingo 28 de abril, en el programa ‘Estado Nacional’, el exfiscal Pablo Norambuena no se guardó nada y manifestó que “el Fiscal Nacional no ha aparecido a darle una explicación a la sociedad, a la comunidad de lo que está pasando (…), ha faltado un tema de liderazgo por parte de Jorge Abbott para poder dar conducción, dar tranquilidad a la sociedad de que esto se va a investigar a fondo y que se va a saber efectivamente lo que sucedió”.

Desde el inicio del caso en Rancagua, las aguas del Ministerio Público han estado revueltas y eso llevó a que varios de los fiscales tomaran un bando y se definieran a favor de Moya o de Arias, mientras que, en paralelo, en no pocos pasillos se escuchó que ya no quedaban los “pro Abbott”.

Las innumerables acciones que se adoptaron, como el cambio de Fiscalía para investigar los casos de abusos en la Iglesia católica o la suspensión de Moya y Arias, entre otras, calentaron aún más los ánimos, al punto que varios persecutores han hecho patente su molestia por el grado de incertidumbre que ronda sus oficinas.

No por nada, la última gran instrucción de Jorge Abbott fue establecer la menor exposición mediática posible de todos los fiscales del país, especialmente los regionales, en un intento por tratar de lavar la ropa sucia en casa y no seguir ventilando los problemas de la Fiscalía.

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