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26 de mayo y la encrucijada socialista Opinión

26 de mayo y la encrucijada socialista

Jaime Romero A
Por : Jaime Romero A Ex Subsecretario de Vivienda y Urbanismo
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Para la oposición, el mayor espacio de incidencia política es el Congreso Nacional, donde principios, valores y convicciones se vuelven decisiones prácticas en cada ley y en cada artículo que se debate: dos bancadas potentes representan al Partido Socialista en la Cámara de Diputados y en el Senado, las que cuentan con la autonomía y el apoyo institucional de la colectividad. La responsabilidad de la visibilización del PS y que se concreten logros políticos socialistas, son aspectos que están fundamentalmente radicados allí, donde se ejerce el poder. Personalmente, no creo que hayamos estado ausentes de los grandes temas que nos convocan.


Las elecciones internas son momentos indispensables y sensibles en la vida partidaria: tensionan el debate en la búsqueda de identidades nítidas, que convoquen a los militantes a la selección de los dirigentes de su colectividad, pero se corre el riesgo de exagerar diferencias y endosar responsabilidades, construyendo imágenes que se alejan de la realidad y encrispan en exceso la vida interna.

La crítica –como ejercicio fundamental para mejorar la política– no puede convertirse en un arma de destrucción masiva. Y, al respecto, algunas precisiones en torno al Partido Socialista.

El PS se ha convertido en el blanco privilegiado de las críticas desde la derecha y el Gobierno. Eso no es casual. El esmero inclaudicable en la búsqueda de acuerdos opositores amplios, representan para la derecha un riesgo latente, pues el Partido Socialista comprende la necesidad estratégica del diálogo permanente con el centro político y, al mismo tiempo, sin admitir exclusiones de ningún tipo, considera a las fuerzas políticas emergentes de izquierda, que se han aglutinado en torno al Frente Amplio, como esenciales para la profundización de la democracia. Ejercer esa articulación no es tarea fácil.

A la vuelta de la esquina está la tentación del camino propio, de creer que los procesos nacen cuando nos involucramos personalmente, de asumir que la juventud o la experiencia son un atributo en sí mismo y de hacer uso de declaraciones grandilocuentes, para esconder muchas veces la falta de ideas, reflexión y propuestas.

[cita tipo=»destaque»]A la inversa, minimizar nuestros logros, no asumir las propias responsabilidades, transformar rencillas personales en “temas políticos” y hacerlo desde la tribuna que colectivamente hemos entregado a nuestros dirigentes, cambia al PS y traiciona nuestro deber más inmediato: transformar Chile en todos los territorios, desde lo local, desde la vida cotidiana de las personas, para reducir la desigualdad y la precariedad que se ha instalado en nuestro país.[/cita]

No obstante, el PS es un viejo sabio, ha visto desfilar centenares de dirigentes, perfiles e historias y ha aprendido que la unidad de las y los socialistas, como su acción concertada con las otras fuerzas democráticas, son indispensables para impedir el avance frenético de la agenda neoliberal del Gobierno y el retroceso en los avances sociales difícilmente conquistados. Nuestra acción política tiene significado y consecuencias. Lo saben nuestros adversarios, algo que no podemos olvidar los que fijamos domicilio en el Partido Socialista de Chile.

Para la oposición, el mayor espacio de incidencia política es el Congreso Nacional, donde principios, valores y convicciones se vuelven decisiones prácticas en cada ley y en cada artículo que se debate: dos bancadas potentes representan al Partido Socialista en la Cámara de Diputados y en el Senado, las que cuentan con la autonomía y el apoyo institucional de la colectividad. La responsabilidad de la visibilización del PS y que se concreten logros políticos socialistas, son aspectos que están fundamentalmente radicados allí, donde se ejerce el poder. Personalmente, no creo que hayamos estado ausentes de los grandes temas que nos convocan.

A lo largo de todo Chile, el socialismo sigue inspirando a generaciones de mujeres, jóvenes y trabajadores que encuentran representación en nuestras ideas. No es mérito exclusivo de una dirección ni de quien aspira a serlo. Es el resultado del compromiso de generaciones de socialistas feministas, sindicalistas, líderes juveniles, intelectuales, activistas, trabajadoras y trabajadores lo que le permitió al PS incorporar el feminismo entre sus principios, tiunfar en la ANEF, contribuir de manera relevante en la CUT y retomar el camino del liderazgo en federaciones estudiantiles importantes.

No ha sido fácil. La victoria neoliberal de transformar a la sociedad en una competencia, impone un individualismo egoísta, por sobre los proyectos y la acción colectiva que son, sin duda, los únicos que pueden mejorar la vida del 99% de los chilenos, porque el otro 1% ya lo tiene resuelto y no le importa.

Por eso, las elecciones de este domingo 26 de mayo son estratégicas y no porque sea necesario refundar el octogenario partido o rescatarlo del mal camino. Tras nuestras elecciones internas, el PS deberá tensionarse nuevamente, para asegurar la presencia de los mejores liderazgos en el territorio, capaces de comprender la sociedad organizada, donde las personas se unen, se organizan y colaboran solidariamente.

A la inversa, minimizar nuestros logros, no asumir las propias responsabilidades, transformar rencillas personales en “temas políticos” y hacerlo desde la tribuna que colectivamente hemos entregado a nuestros dirigentes, cambia al PS y traiciona nuestro deber más inmediato: transformar Chile en todos los territorios, desde lo local, desde la vida cotidiana de las personas, para reducir la desigualdad y la precariedad que se ha instalado en nuestro país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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