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Promesas incumplidas en la Reforma Laboral del Gobierno Opinión

Promesas incumplidas en la Reforma Laboral del Gobierno

Una parte importante de los trabajadores de la minería y sus familias labora bajo “jornadas excepcionales”. Se trata de turnos de prácticamente 12 horas de permanencia en el lugar de trabajo, a los que se suman entre una y tres horas de preparación y traslados. Ello resulta en que los trabajadores y las trabajadoras salen de sus hogares antes de que sus hijos despierten y regresan cuando ya están durmiendo. De aprobarse el proyecto, la vida cotidiana de trabajadoras y trabajadores expuestos a las nuevas jornadas se verá severamente afectada. En pleno siglo XXI se esperaría que, antes de establecer jornadas similares a las que tanto costó erradicar durante el siglo XX, la evidencia fuera más considerada.


Permitir “acordar jornadas de trabajo adaptables a las distintas realidades y necesidades de los trabajadores” es la primera y más difundida promesa del listado que hace el Gobierno en su proyecto de modificaciones al Código del Trabajo. Después de estudiar el proyecto, no hemos encontrado mecanismos que permitan cumplirla.

El articulado propuesto establece que trabajador y empleador pactarán de manera individual una jornada de trabajo dentro de los nuevos límites de jornadas establecidos en el proyecto. Pero la propuesta del Gobierno no propone nuevos mecanismos para acordar jornadas, y se limita a mantener el procedimiento actual. En las relaciones laborales del Chile real, tal como sucede hoy, será el empleador, según sus necesidades, quien ofrecerá una jornada, dejando al trabajador la opción binaria de aceptarla o buscar empleo en otro lugar.

Que las jornadas laborales adaptables propuestas por el proyecto mejoren la calidad de vida del trabajador es otro asunto al que no se encuentra sustento. Los nuevos límites que el proyecto busca establecer a las jornadas laborales las asemejan a aquello que la actual legislación cataloga como “jornadas excepcionales”, y que solo se entregan para casos particulares y monitoreados periódicamente por la Dirección del Trabajo.

Una parte importante de los trabajadores de la minería y sus familias labora bajo estas “jornadas excepcionales”. Se trata de turnos de prácticamente 12 horas de permanencia en el lugar de trabajo, a los que se suman entre una y tres horas de preparación y traslados. Ello resulta en que los trabajadores y trabajadoras salen de sus hogares antes de que sus hijos despierten y regresan cuando ya están durmiendo. Además, las jornadas más extensas colisionan con la vida del resto de los miembros de la familia. Durante los al menos cuatro días que dura este ciclo solo pueden disfrutar del sueño familiar, ni hablar de hacer deporte o actividades culturales si quieren dormir más de 5 o 6 horas.

Si a estos mineros y sus familias se les consulta si, manteniendo el mismo pago, preferirían una jornada regular (ordinaria) o mantenerse en sus jornadas extraordinarias, la inmensa mayoría prefiere las jornadas típicas (aquellas que el Gobierno quiere flexibilizar). Las jornadas excepcionales en la minería se toleran principalmente por los salarios, no porque generen mejoras en la calidad de vida de los trabajadores y sus familias.

A cambio de cuatro días de extenuante jornada, el Gobierno ofrece como recompensa un día donde trabajadores y trabajadoras no deberán trabajar. Este día, el resto de la población mantendrá sus actividades habituales: niños y niñas asistirán a sus colegios, el resto de los trabajadores concurrirá a sus trabajos. Así, durante las horas hábiles no disfrutarán de la prometida vida familiar, y difícilmente podrán coordinarse con sus amistades. Al analizar pérdidas y ganancias en calidad de vida que estas jornadas producen, el resultado es mayormente negativo.

La experiencia de los trabajadores de la minería señala que, de aprobarse el proyecto, la vida cotidiana de trabajadoras y trabajadores expuestos a las nuevas jornadas se verá severamente afectada. En pleno siglo XXI se esperaría que, antes de establecer jornadas similares a las que tanto constó erradicar durante el siglo XX, la evidencia fuera más considerada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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