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Matemos al hombre que nos hizo saber (lo que el Gobierno no quería que supiéramos) Opinión

Matemos al hombre que nos hizo saber (lo que el Gobierno no quería que supiéramos)

Francisco J. Leturia
Por : Francisco J. Leturia Profesor Derecho UC, Abogado, Doctor en Derecho
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Más allá de lo que pase con Assange, Wikileaks nos pone frente a uno de los principales dilemas de la vida contemporánea. ¿Internet es el mecanismo que nos permitirá democratizar el conocimiento y el poder, combatir abusos y volver el mundo más libre, honesto y decente? o ¿es aquel engendro ya incontrolable que permitirá a agencias públicas y privadas espiar nuestras vidas y terminar con cualquier ilusión de privacidad y autonomía? Solo el tiempo nos permitirá responder estas preguntas.


“Ya que no lo podemos meter preso, mandémosle un dron”. Esa fue la propuesta –hoy documentada– de Hillary Clinton y varios personeros de la administración Obama para referirse al editor de Wikileaks, Julian Assange.

Lo que gatilla su solicitud de extradición, es haber hecho lo mismo que hacen todos los medios periodísticos: publicar documentos que aportan información verdadera sobre algunos sucesos de interés público y que nos había sido ocultada.

La fama mundial de Wikileaks llegó cuando reveló, en el 2010, videos que mostraban una invasión a Iraq y Afganistán muy distinta al relato oficial, con miles de muertes inocentes, torturas y diversos crímenes bajo responsabilidad oficiales. Antes que el mundo se sobrepusiera a dichas imágenes, Wikileaks mostró, también con imágenes y documentos, que Guantánamo no era un simple lugar de detención y, poco después, coronó su fama revelando que el gobierno americano tenía el hábito de espiar a los mayores políticos alemanes, ingleses, franceses, italianos, españoles, suecos, holandeses, entre otros.

Pero los hechos que más caro le están costando a Assange son:

1.- Haber hecho públicos los numerosos mecanismos de espionaje electrónico de la CIA, sin que ellos, con sus miles de agentes y millonarios recursos –es la agencia de inteligencia más grande y mejor financiada del planeta– hayan sido siquiera capaces de recuperar un bit de información ni impedir su difusión, humillando así a la inteligencia estadounidense.

2.- Haber revelado, pocas semanas antes de la elección presidencial de 2016, las maniobras del Partido Demócrata para perjudicar a Bernie Sanders y una larga lista de situaciones de corrupción que afectaban a Hillary y Bill Clinton.

Sin lograr reponerse de la derrota ni hacer autocrítica, la dirigencia demócrata ha insistido en poner toda la responsabilidad en la llamada “Trama Rusa” y en Wikileaks, sus aliados. Aun cuando las principales agencias de seguridad e incluso el propio Barack Obama reconocieron públicamente, y desde el primer día, que no había antecedentes ni pruebas de ello, lo que recientemente ha sido confirmado por el informe Mueller. Assange también ha dicho que sus fuentes no son ni tienen que ver con Rusia.

¿Héroe moderno?

Con tamaña trayectoria, no es extraño que Julian Assange sea un enemigo jurado del “partido del orden” y, al mismo tiempo, un ícono mundial de la sensibilidad antiestablishment, capaz de unir en su defensa desde la derecha libertaria y escéptica, hasta los movimientos más progresistas e indignados, pasando por anarquistas, verdes, minorías religiosas y muchos más.

[cita tipo=»destaque»] Wikileaks es un medio electrónico especializado en asuntos de Estado y en casos de corrupción. Su estándar editorial es claro: solo publica documentos completos, se remite a los hechos. No opina. Hasta ahora, jamás ha sido desmentido, récord bastante alto luego de haber desclasificado 1,2 millones de documentos, mientras la mainstream media es acusada –muchas veces con razón– de sesgo político, manipulación y “fake news”. Assange ha recibido decenas de premios periodísticos y todos los años, desde 2010 a la fecha, ha sido postulado al Premio Nobel de la Paz.[/cita]

Así, mientras el senador demócrata Joe Manchin celebraba su captura diciendo que “ahora es nuestra propiedad, podremos sacarle la verdad”, Bernie Sanders, Jeremy Corbin, Carles Puigdemont y buena parte de los “Trump supporters” han salido en su defensa o han solicitado su perdón.

Un respaldo similar han mostrado las principales ONGs de Derechos Humanos, como Amnesty International, Human Rigths Watch y un largo etcétera, los principales medios de comunicación desde el New York Times hasta Breitbart, artistas e intelectuales de diverso peso y perfil como Maired Maguire, Patti Smith, Oliver Stone, Kim Dotcom, Slavoj Žižek, Jesse Ventura, Pamela Anderson, Brian Eno y Noam Chomsky. Naciones Unidas ha sido categórica desde hace años con declaraciones exigiendo garantías para quienes denuncian crímenes, actos de corrupción o violaciones a los DDHH y, especialmente, para Assange y Wikileaks.

Para poder votar, necesitamos saber qué hacen de verdad las personas que hemos elegido. Por eso, el sistema jurídico estimula, favorece y protege que se revelen crímenes, situaciones de corrupción y violaciones a los DDHH, aun cuando existan obligaciones contractuales o legales de confidencialidad, las que deben ceder ante la relevancia y necesidad de lo primero.

El trabajo de los periodistas es ayudar a que esa información, que muchos quieren mantener oculta, vea la luz y circule. Por ello, muchos de los medios tradicionales tienen canales de denuncias anónimas, cultivan y protegen a sus fuentes.

Ha sido gracias al trabajo de la prensa y no al de las fiscalías o comisiones investigadoras de diputados, que hemos conocido y desarticulado las mayores tramas de corrupción de la historia. Sin ellos, y un sistema jurídico que los proteja, la utopía de una sociedad empoderada y deliberante, con poderes públicos controlados, se vería completamente frustrada.

Wikileaks es un medio de comunicación que suele hacer sus revelaciones en alianza con los principales medios del mundo.

“Cablegate”, por ejemplo, fue revelado en forma sincronizada con 110 medios, como The Guardian, New York Times, Le Monde, Der Spiegel, Al Jazeera, Espresso, la televisión estatal Sueca, entre muchos otros. ¿La persecución de Assange significa que todos los editores de estos medios corren también riesgo de extradición, juicio militar y cárcel por complicidad?

¿Significa que nadie más puede tener contacto con sus fuentes ni revelar secretos o material clasificado, so riesgo de ser acusado de “inducción al hackeo”?

¿De qué se le acusa?

Todos sabemos que si Assange hubiese revelado actos de corrupción de Nicolás Maduro o Corea del Norte, no estaría siendo perseguido.

Su enemigo es el “deep state”, acostumbrado –hasta antes de la revolución de internet y los cambios de la “era acuario”– a imponer sus verdades oficiales sin cuestionamientos ni contrapesos. A este poderoso grupo, no le ha hecho gracia que un grupo de hippies, hackers y activistas que viven de squatters y que tienen la edad de sus hijos o de sus nietos, los hayan dejado como mentirosos, corruptos y criminales. Por eso, el objetivo es tan desesperado como claro: capturar a Assange del modo que sea y darle su merecido.

Pero como las formas legales siguen importando, analicemos los hechos y argumentaciones que se han utilizado para esta operación:

1.- Luego de meter preso a Bradley Manning, el militar que obtuvo y filtró el primer paquete de información sobre Irak (actualmente Chelsea Manning), y de iniciar una cruzada contra los “whistle blowers” o delatores, el gobierno de Obama declinó presentar cargos contra Assange. Sabían que sus acciones estaban protegidas por la primera enmienda de la Constitución (libertad de expresión y de prensa) y que, tarde o temprano, los tribunales lo liberarían, lo que sería un bochorno inaceptable para un profesor de derecho constitucional y Premio Nobel de la Paz (aunque supiéramos por Wikileaks que ordenó “dronar” a más de 4 mil personas y deportar a cerca de 3 millones de inmigrantes ilegales, en su gran mayoría mexicanos).

2.- Descartada también la posibilidad de “mandarle un dron” a Londres, sucedió algo digno de la mejor trama de espías: dos jóvenes presentaron cargos por sexo no consentido, lo que podía justificar su extradición a Suecia, y luego, a EE.UU. Assange debió asilarse. En 2017, esas acusaciones fueron desestimadas y las denunciantes afirmaron haber sido “forzadas” por la policía a denunciar y hoy sabemos, documentadamente, que los fiscales quisieron cerrar el caso varias veces, pero recibieron “presiones externas” para no hacerlo.

3.- Hace pocas semanas, el informe Mueller concluyó que la “Trama Rusa” no tenía fundamentos. ¿A quién podían culpar entonces los dirigentes demócratas por la derrota? Las presiones volvieron contra Ecuador y la hostilidad hacia Assange tomó niveles extremos: no podía acceder a electricidad, luz natural, teléfonos, computadores, internet, visitantes. Régimen de aislación total: ni siquiera a la compañía de su hijo o su abogado.

4.- Mientras Ecuador negociaba la entrega de Assange y un crédito blando de parte del FMI por 4.200 millones y otros de monto similar con el BID y BM, Wikileaks publicó una serie de documentos que vincularon al presidente ecuatoriano, Lenin Moreno, con cuentas corrientes panameñas offshore (secretas), que albergaban recursos millonarios imposibles de justificar y que enfurecieron al mandatario. Actualmente, la fiscalía ecuatoriana abrió una investigación sobre el caso.

5.- Sin que supiéramos aún de la existencia de un “indictment” judicial secreto contra Assange, los opinólogos y algunos de los medios afines al establishment, comenzaron una sostenida campaña de desprestigio y demérito de él: que no es un periodista, por lo que no está protegido por la primera enmienda, que no necesita que levantemos la voz, porque tiene recursos de sobra provenientes de sus fans, por lo que se defiende solo y que ha puesto en riesgo la vida de miles de personas, especialmente americanos, aunque nadie ha sufrido siquiera un rasguño vinculado a los leaks. Y por último, la desvalorización ad hominem, aquella que dificultaría cualquier tipo de apoyo o simpatía personal: Assange no se baña, huele mal, es mal educado, narciso, autoritario y megalómano, se tiñe el pelo y mata el tiempo andando en skate en la pieza de la cual no ha podido salir en 7 años, entre otras.

6.- Cuando Ecuador retiró el asilo y la ciudadanía a Assange, nos enteramos de la existencia de un “indictment” secreto, fechado en marzo de 2018, que había intentado sortear el escollo de la primera enmienda y del “Espionage Act” de 1917 –letra muerta desde hace décadas y severamente cuestionada en el mundo jurídico, que lo podría llevar a la pena de muerte–, cambiando la acusación a “inducción al hackeo”, un asunto menor, pero suficiente para fundar la extradición. Un clásico “fraude de etiquetas”, porque la argumentación de fondo se mantuvo casi sin cambiar (y los hechos descritos son los mismos a los presentados antes).

El único problema de ello es que ya quedó judicialmente acreditado, en los propios tribunales de EE.UU., que Chelsea Manning obtuvo toda la información sin ayuda de nadie y que no está dispuesta ni a cambiar sus declaraciones ni a testificar contra Assange.

Además, una vez lograda la extradición, la acusación podría cambiar, creciendo hasta el infinito. Y no siendo claros los efectos que el Brexit pueda tener sobre la jurisdicción de los tribunales internacionales europeos, el proceso podría complejizarse y alargarse aún más. Durante ese periodo, con pleno derecho a la presunción de inocencia, ¿Assange seguirá encarcelado?

¿Una falsa victoria?

Cuando Mike Pompeo asumió la dirección de la CIA en 2017, no habló de Corea del Norte ni de Irak ni del narcotráfico. Habló de Wikileaks y de Assange. Dijo, por ejemplo, que “ni su idealismo ni la transparencia eran excusas para poner en riesgo los ‘valores occidentales’” (sic)… y lo acusó de ser uno de los mayores enemigos de EE.UU. Meses antes, en plena campaña electoral, Pompeo retuiteaba y celebraba sus publicaciones.

No sabemos si Pompeo es consciente o no, pero se ha convertido en uno de los principales propagandistas de Wikileaks. Al mismo tiempo, tenemos certeza de que esta vendetta no va a cambiar la tendencia mundial a la denuncia de la corrupción y a la filtración de fotos y documentos incriminatorios, hoy facilitado por internet, las redes sociales, la encriptación y los Tribunales Constitucionales. “Si ves algo, denúncialo”, dicen las campañas de moda. Y las generaciones jóvenes se lo han tomado en serio.

Enterarse de un crimen y callarlo, ya no es mirado como un gesto de lealtad institucional. No está de moda. Y ya no hay forma de mantener el control. Basta un pendrive y una persona, entre miles, para que los abusadores y los corruptos, junto con su red de aliados y colaboradores, sean puestos en descubierto.

Pero hay una razón más para poner en duda el objetivo final de la estrategia de EE.UU. Mientras la extradición de Assange sea tema vigente, inevitablemente se recordarán las miserias de los Clinton, de los demócratas y del establishment republicano, muchos de los cuales fueron en su momento “never Trump”.

Sorprendentemente, y en línea con lo anterior, Assange no ha considerado negativamente esta actitud ni el “no tengo opinión sobre Wikileaks, no es parte de mi vida” de Trump –que hace dos años declaraba amarlos– como una traición. Con la calmada actitud que lo caracteriza, Assange ha señalado que “la Presidencia de EE.UU. no es más que una fachada para articular y ocultar una serie de facciones internas, con poderes permanentes y que son quienes verdaderamente tienen el poder en Estados Unidos, entre los que está el lobby de los fabricantes de armas. En la época de Obama, con su ‘soft speach’ y discurso de paz, se nos perseguía mucho más, y de peores maneras, pero no podíamos defendernos ni concitar apoyo de la gente. La persecución que vivimos ahora, es un progreso en todo sentido, tanto en transparentar las prácticas de EE.UU., como en nuestras posibilidades de defendernos y obtener el amparo del derecho. Es un progreso para todos los medios y editores del mundo”.

¿Qué pasará en definitiva? Más allá de lo que pase con Assange, Wikileaks nos pone frente a uno de los principales dilemas de la vida contemporánea. ¿Internet es el mecanismo que nos permitirá democratizar el conocimiento y el poder, combatir abusos y volver el mundo más libre, honesto y decente? o ¿es aquel engendro ya incontrolable que permitirá a agencias públicas y privadas espiar nuestras vidas y terminar con cualquier ilusión de privacidad y autonomía? Solo el tiempo nos permitirá responder estas preguntas.

Mientras, podemos avanzar con algunas conclusiones más sencillas:

1.- Aunque el establishment de EE.UU. logre encarcelar a Assange, Wikileaks, como concepto, seguirá formando parte de la vida moderna, legitimando y naturalizando la revelación de secretos y las denuncias anónimas como medios para combatir la corrupción y los abusos de poder.

2.- Tal como lo dijo Assange, la persecución abierta de la era Trump lo favorece más que la realizada por Obama, mucho más dura, pero oculta bajo su discurso de progresismo y corrección política. La campaña de extradición permitirá un escrutinio público del caso, facilitará su defensa y la organización de apoyos a todo nivel. Y lo más importante, obligará a mantener el grueso del conflicto en el ámbito de lo legal, donde probablemente, al final del día, ganará.

3.- En general, las fuerzas antiestablishment de izquierda y de derecha apoyarán a Assange, incluyendo en ellos a los grupos anarcolibertarios y los amantes de “la verdad al precio que sea”. A ello se suma el cambio generacional y la jubilación de los políticos que apoyaron la guerra preventiva de la era Bush o la postulación de Hillary Clinton (que son los que más temen y detestan a Wikileaks). Y un cambio cultural global, generado desde los millennials en adelante, que muy prontamente dejará atrás lo que en Chile podríamos llamar la “cultura Ezzati”.

4.- Muchos de los mismos medios que el 2016 se negaron a informar sobre las revelaciones de Wikileaks, hoy han salido en defensa de Assange, diciendo que este caso podría ser una de las mayores amenazas a la libertad de expresión y a la legalidad de los últimos años. O que, de validarse la tesis de la “incitación al hackeo”, la única forma posible de informar sobre verdades no oficiales, será que ellas caigan directamente del cielo, pues estará prohibido cualquier tipo de contacto con las fuentes.

5.- Con el correr de los años, lo más probable es que el Tribunal Supremo de EE.UU. (así como muchos tribunales internacionales) respaldará el derecho de los medios de comunicación (Wikileaks incluido) a informar y publicar la verdad. La tesis de Pompeo de que la libertad de expresión no es para todos, no tiene apoyo jurídico y terminará jugando en beneficio de Assange.

6.- Lenin Moreno tendrá que explicar los millones de dólares que existen en las sociedades panameñas INA y que Wikileaks reveló pocos días antes de que se lo entregara a la policía británica.

7.- Nunca más alguien buscará asilo en Ecuador ni en países similares. Assange era ciudadano ecuatoriano y ninguna de las razones que justificaban su protección había cambiado. Las políticas de asilo son asuntos serios, que suponen políticas de Estado y no debieran quedar entregadas a las mayorías ocasionales, como lo señaló la Corte Interamericana de DDHH en su opinión consultiva 25-18, referida expresamente al caso Assange. Además, Moreno tendrá que explicar sobre qué base privó administrativamente a Assange de la nacionalidad ecuatoriana. En este punto, el problema ni siquiera comienza, porque dicha actuación posiblemente sea declarada nula y Assange siga siendo ecuatoriano, además de australiano. Y la Constitución (art 42) prohíbe expresamente la extradición de nacionales. Y luego de que hasta el New York Times denunciara las fuertes presiones de EE.UU. sobre Ecuador para levantar el asilo, el argumento de la “soberanía” tiene menos fuerza.

8.- Paradójicamente, muchos analistas han señalado que con los últimos hechos, la libertad de Assange se encuentra más cerca, y podría ser coronada incluso con una validación expresa del Tribunal Supremo estadounidense al “modelo de negocios” de Wikileaks. Es lo que ha dicho, por ejemplo, Alan Dershowitz, el abogado que llevó el caso de los papeles del Pentágono en 1971, asegurando que “no hay diferencia constitucional entre Wikileaks y el New York Times”. Solo basta seguir los precedentes y la doctrina casi unánime en estas materias.

9.- Wikileaks es un medio electrónico especializado en asuntos de Estado y en casos de corrupción. Su estándar editorial es claro: solo publica documentos completos, se remite a los hechos. No opina. Hasta ahora, jamás ha sido desmentido, récord bastante alto luego de haber desclasificado 1,2 millones de documentos, mientras la mainstream media es acusada –muchas veces con razón– de sesgo político, manipulación y “fake news”. Assange ha recibido decenas de premios periodísticos y todos los años, desde 2010 a la fecha, ha sido postulado al Premio Nobel de la Paz.

Si Wikileaks hubiese existido antes, ni la Guerra de Vietnam ni las guerras preventivas sustentadas en falsas “bombas de destrucción masiva” (G.W. Bush) habrían tenido apoyo. Y si algún “leak” hubiera revelado prontamente las operaciones de corrupción política de la familia Odebrecht y los abusos sexuales y de poder de Karadima, Maciel y tantos otros, el mundo habría sido mejor. No en vano, entusiastas partidarios como Slavoj Žižek han dicho que “el futuro está cerca, y tiene nuevos héroes”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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