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De Cúcuta a Prosur: la diplomacia del rating Opinión

De Cúcuta a Prosur: la diplomacia del rating

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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Desconocemos los detalles de la reunión presidencial, pero conocemos sus resultados. Prosur se degradó. De ser propuesto como un nuevo organismo internacional que reemplazaría a Unasur, al final quedó en un “foro” (es decir, una instancia de diálogo). Pese a ello, al final solo lo aprobaron los gobiernos de centroderecha, con lo cual queda en cuestión su vigencia si mañana hubiese cambios políticos en alguno de esos países. Los objetivos son genéricos, nada nuevo y nada que signifique un antes y un después para los millones de sudamericanos. En suma, más de lo mismo. Prosur será un foro que no provoca el consenso de la región.


Los hechos recientes evidencian que la política exterior se ha transformado en una herramienta de uso cotidiano en el diseño gubernamental. Es un diseño curioso, porque no se buscan objetivos previamente definidos e integrados en una estrategia de largo plazo, como corresponde a la política exterior. Al contrario, pareciera que las principales maniobras que el país ha conocido corresponden a impulsos que surgen de la coyuntura.

Dos hechos marcan esta ofensiva: el sorpresivo (y fracasado) viaje a la frontera colombo-venezolana, y la reciente reunión de Prosur.

La Operación Cúcuta el 23 de febrero fue presentada con triunfalismo por el presidente encargado, Juan Guaidó. Este anunció a todo el mundo que ese día, “sí o sí”, una columna de ayuda humanitaria ingresaría a Venezuela. El recurso para abrir la frontera era una desobediencia masiva de las tropas venezolanas respecto a sus mandos o, incluso, su deserción. Los presidentes de Chile y Paraguay se sumaron a esta insólita maniobra. Llama la atención el volumen de la ayuda: en el caso chileno, 17 toneladas, es decir, menos que la carga de un camión. Para mayor resonancia, el día previo se organizó un masivo concierto en la frontera.

Hasta la fecha las autoridades chilenas no han explicado cuáles eran los objetivos que se perseguían con dicha maniobra, salvo afirmaciones genéricas. No se explica cuáles eran los objetivos político diplomáticos que perseguía nuestra Cancillería, ni en qué maniobra se pensaba para entregar la ayuda, ni tampoco qué pasó con ella ante el fracaso que todos presenciamos.

Pero, a lo mejor, lo anterior es un error de apreciación. Porque estamos vinculando una operación internacional, a la que concurre la más alta autoridad del Estado chileno, a un objetivo político diplomático. Porque en ese plano fue un soberano fracaso. Pero si lo que se buscaba era un gran objetivo comunicacional, colocar a “Chile y su Presidente en acción”, entonces sí se logró, porque los minutos de rating, las tomas y los videos fueron generosos. Claro, eso tiene que ver más con el manejo de opinión pública que con los objetivos de la política exterior y con su ya consabida “venezolanización”.

Por esos días el presidente Duque anunció que junto a Chile estaban organizando la creación de un nuevo referente, ante el estancamiento de Unasur. Y rápidamente la Cancillería chilena empezó a hacer circular una invitación a dialogar sobre esta iniciativa para fines de marzo. Por cierto, una invitación a dialogar no la rechaza nadie, pero algunas cancillerías se sorprendieron cuando a los pocos días, desde Santiago, se les enviaron los estatutos que tendría un nuevo organismo que reemplazaría a Unasur.

El asombro ante la ansiedad santiaguina fue más allá de lo “ideológico”. Ha trascendido que la experimentada Cancillería brasileña manifestó sus reparos a esta iniciativa y propuso no crear nuevos organismos –en realidad ya hay muchos– y más bien utilizar el diálogo político y social de Mercosur, entidad en la que participan todos los países del subcontinente. Desde un principio otros países manifestaron su disposición a dialogar, pero no a conformar un nuevo organismo. Entre otras inquietudes estaba la posible presencia de Juan Guaidó en la reunión de presidentes. Aunque la Cancillería chilena explicaba que eso no iba a ocurrir, la vocera de Gobierno desde La Moneda no desmentía la posibilidad.

Desconocemos los detalles de la reunión presidencial, pero conocemos sus resultados. Prosur se degradó. De ser propuesto como un nuevo organismo internacional que reemplazaría a Unasur, al final quedó en un “foro” (es decir, una instancia de diálogo). Pese a ello, al final solo lo aprobaron los gobiernos de centroderecha, con lo cual queda en cuestión su vigencia si mañana hubiese cambios políticos en alguno de esos países.

Los objetivos son genéricos, nada nuevo y nada que signifique un antes y un después para los millones de sudamericanos. En suma, más de lo mismo. Prosur será un foro que no provoca el consenso de la región. Y si de integración se trata, queda pendiente la pregunta de si este foro no repetirá lo que ya hacen Mercosur, la Alianza del Pacífico, la Comisión Andina de Fomento, la ALADI, en fin. No se ve en qué es un avance.

Pero nuevamente a lo mejor estamos evaluando la Cumbre con los criterios de una operación de política exterior. Porque ahí no hay nada nuevo y en la práctica semeja más un ALBA de derecha. Pero si medimos a Prosur por los minutos de rating, por las horas de exposición ante las cámaras, por el glamour de los honores de reglamento y las alfombras rojas, entonces tendremos que aceptar que, como operación comunicacional, sí sirve.

Pero nada es gratis, en el camino está quedando la ruptura del consenso nacional en materia de política exterior que habíamos logrado construir entre todos los sectores en estas décadas de democracia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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