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Kin-ball, el exitoso deporte alternativo que busca ser reconocido por el gobierno DEPORTES

Kin-ball, el exitoso deporte alternativo que busca ser reconocido por el gobierno

Cristian Leighton
Por : Cristian Leighton Periodista. Coordinador de Mesa Periodística y Redes Sociales de El Mostrador
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El año 2016, el psicólogo Christian Ackerknecht decidió traer a Chile un deporte que era furor en Europa, alcanzando más de tres millones de espectadores. Tras un comienzo dificultoso debido al desconocimiento de la ciudadanía, lograron asentarse a duras penas, logrando el año pasado tres títulos en el Sudamericano que se desarrolló en Uruguay. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para que el Instituto Nacional del Deporte los catalogue como federación, lo que los priva de ingresos para desarrollar a plenitud el deporte en el país.


Para el gobierno, “hoy no somos un deporte, pero queremos serlo”, reconoce Christian Ackerknecht. El psicólogo divide su día entre su trabajo habitual y entre ser la cara visible, como coordinador nacional, del kin-ball en el país.

El kin-ball es un deporte alternativo que recién está creciendo en Sudamérica, pero que, en Europa, especialmente en España, lleva ya tiempo asentándose como una actividad con mucha popularidad. De hecho, allá cuentan con varios equipos que compiten cada año por ser el mejor de la disciplina, amparados por la federación española de kin-ball. Actualmente es un deporte federado reconocido en Canadá, Japón, Estados Unidos, Bélgica, Francia, Suiza, Alemania, España y Malasia congregando más de tres millones de jugadores en dichos países. Es tanta la popularidad en Europa que se han iniciado las gestiones para presentarlo como deporte olímpico.

Eso motivó el sueño de Ackerknecht cuando apostó por traer el deporte al país el año 2016. Para eso, se comunicó con el creador del juego, el canadiense Mario Demmers para solicitar apoyo. A través de diversos contactos, logró que le entregaran el enorme balón de 1.22 m de diámetro que se usa para jugar y que los capacitaran como entrenadores y árbitros oficiales.

Ahora ese sueño es el compartido por toda la comunidad del kin-ball en el país, la que quiere convertirse oficialmente en una federación. Actualmente son un club deportivo, por lo que no pueden recibir aportes del Instituto Nacional del Deporte. Pero evidencia no le falta para demostrar su éxito, ya que el año pasado ganaron el Sudamericano realizado en Uruguay, en las modalidades masculinas, femeninas y mixto.

Esa es, precisamente, una de las bondades del kin-ball, la cooperación entre distintos sexos. De hecho, los tres equipos que compiten en un partido del deporte visten camisetas con los colores rosa, gris y negro, que hacen referencia a la lucha por la integración de la mujer, por la expansión y la ruptura de barreras en el mundo y en contra del racismo, respectivamente.

«Hoy día estamos reconocidos por la Federación Internacional de kin-ball, aunque no somos aún federación nacional. Para serlo, se necesitan dos cosas para que el Instituto Nacional del Deporte, y el ministerio del Deporte, nos reconozca: nos piden clubes, entre 3 y 7, y que estemos en, al menos, tres regiones del país. De ahí hay que comenzar el papeleo», señala. En la actualidad, cuentan con fuerte presencia en Santiago, mientras que en Valparaíso y Temuco recién se están dando a conocer.

No todo ha sido fácil en este camino para desarrollar el kin-ball en el país. Al principio, salvo algunos colegios, nadie creía en él: «no todos lo conocían, por lo que no mucha gente asistía a los entrenamientos», por lo que se decidieron a crear los fanpages de Facebook e Instagram.

Después, “lo probamos en colegios y tuvimos muy buena permanencia. La dificultad es cuando esos talleres se acaban y ellos tienen que ir a entrenar a estos lados donde nosotros tenemos acogida y eso les queda bastante lejos. Ahí es cuando todo comienza a dificultarse”.

«Otra dificultad que tenemos es conseguirnos gimnasios o algún recinto para entrenar. Eso de repente hace que el crecimiento del deporte sea mucho más lento». El año pasado, tras muchos intentos fallidos, consiguieron dos, en Recoleta y Maipú, gracias a la gestión de ambas municipalidades. Dichos municipios los han apoyado en otro ámbito importante: la financiación. Para poder viajar a Uruguay para el Sudamericano del año pasado, Maipú los dejaba ponerse en ferias para recaudar fondos, por ejemplo.

«Ojalá podamos tener en algún momento la oportunidad de hablar con las autoridades para poder expandirnos y generar el desarrollo del kin-ball en Chile, mostrando los beneficios que tiene este tipo de deportes en la formación y el desarrollo personal de los estudiantes y de las personas en general», argumenta, agregando que quieren ser “una alternativa a la formación de la gran mayoría de los estudiantes en el país. Si hoy día uno ve a Estados Unidos, no tiene desarrollado el nivel competitivo del kin-ball pero la gran mayoría de los estudiantes tienen a este deporte incorporado en las clases de educación física”.

De hecho, acá en Chile ya se ha probado con niños más vulnerables y, según cuenta Ackerknecht, con bastante éxito: «Hemos tenido la posibilidad de trabajar con el Centro Metropolitano Norte del Sename, con muy buena aceptación de los chicos que están en una situación bastante compleja. Y eso es lo mejor que tiene este deporte en cuanto a beneficios para la persona: trabajo en equipo, comunicación y la experiencia de éxito inmediato».

La diferencia con Estados Unidos es que acá si está desarrollado el nivel competitivo, por lo que este año ya preparan cinco fechas del campeonato de kin-ball en el país y, para cerrar el año, se prepararán para ser sede del próximo Sudamericano, cita donde defenderán sus tres títulos, todo con el objetivo de ser reconocidos por el ministerio del Deporte. No es el único objetivo: “Si este año lo cerramos con 80 personas practicando regularmente el kin-ball, sería un muy buen beneficio. Actualmente lo hacen 35 a 40 personas en todo Chile”.

Y más a futuro, su ilusión es más fuerte: “Pensando en unos 5 a 7 años, convertirnos en federación oficialmente y asistir al campeonato mundial como Chile”. La última se desarrolló el 2017, en Tokyo.

¿Qué es y cómo se juega?

Este deporte alternativo fue inventado por el profesor canadiense de educación física, Mario Demmers el año 1986, con el objetivo de promover la salud, la cooperación, el trabajo en equipo, la deportividad y la práctica exitosa en los jugadores.

El kin-ball posee copas del mundo y también ha sido presentado en dos ocasiones como deporte de exhibición en los Juegos de Quebec.

El juego transcurre de la siguiente manera: se forman 3 equipos de 4 jugadores cada uno (pueden ser mixtos) que disputan un partido en un campo cuadrado de 20m x 20m, con un balón gigante de 1.22 m de diámetro. El tiempo de juego está dividido en 2 periodos de 7 minutos cada uno, con 2 minutos de descanso entre periodos. Ganará el equipo con más puntos a favor al momento del término.

​El juego se basa en una estrategia de saque y recepción que involucra a los tres equipos. El balón se pone en juego por uno de los equipos mediante un saque especial en el que intervienen siempre los cuatro jugadores de un equipo. Normalmente tres sujetan y el cuarto jugador golpea con los brazos. El equipo atacante, antes de lanzar el balón, nombra a uno de los otros equipos con la palabra “OMNIKIN” más el color del equipo que quiere atacar.

El objetivo del equipo atacante es lanzar el balón dificultando al máximo la recepción para conseguir que el balón toque el suelo. El objetivo del equipo receptor es evitar que el balón toque el suelo. Una vez conseguido debe organizarse rápidamente para organizar de nuevo un saque. Se comete falta cuando no se logran efectuar correctamente el saque o la recepción.

El sistema de puntuación asegura que todos los equipos puntúen, ya que si uno comete una falta los otros dos puntuarán. Esta paridad en el marcador posibilita que todos los equipos estén implicados en el partido hasta el último minuto.

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