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Chile Maduro Opinión

Chile Maduro

Carlos Correa B.
Por : Carlos Correa B. Ingeniero civil, analista político y ex Secom.
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Antes de la crisis de Venezuela, el oficialismo tenía un incómodo debate sobre el alza del neopinochetismo en sus filas, después que una diputada había sido aplaudida en el consejo de RN –el partido del Presidente Piñera– al declararse calcetinera del ex dictador. El caso Catrillanca golpeaba a La Moneda con revelación tras revelación, que dejaban en ridículo las primeras palabras sobre un supuesto enfrentamiento o la tesis del comunero mapuche en la línea de fuego. Maduro mediante, todo esto voló de la agenda pública. Los mismos que consideraban las alabanzas al dictador chileno como parte de la diversidad de la coalición Chile Vamos, ahora salieron a criticar el autoritarismo de Maduro y sacar al pizarrón a la izquierda.


La encuesta Cadem de esta semana tiene que haber sacado sonrisas picarescas en la Moneda. La estrategia de sacar al pizarrón a la ex Presidenta Michelle Bachelet por la crisis en Venezuela tuvo éxito completo. A diferencia de la primera administración piñerista, cuando se intentó responsabilizarla por la crisis del 27 F, esta vez no hay un anillo en la oposición que pudiera articular alguna estrategia para blindar a la ex Mandataria.

El único intento de ello fue un tuit con un fino humor negro por parte del ex canciller Heraldo Muñoz, con la alusión a la estrategia de culpar de todo a la ex Presidenta, que tuvo muy poco apoyo en el ex bacheletismo, pero que sí se leyó correctamente en el espacio tuitero.

Nadie recordó que fue el Gobierno de Bachelet el que participó en la creación del Grupo de Lima, que ahora ha sido decisivo en las presiones internacionales contra el régimen de Maduro. Tampoco La Moneda recuerda que en su momento la administración anterior criticó con fuerza las violaciones a la propia Constitución en Venezuela pagando costos internos, pues dentro de la izquierda hay a veces demasiada complacencia con el gorila car.

La operación Maduro ha sido un éxito que ha confundido a la oposición. La Moneda sabe que es un tema no fácil para varios partidos. Prueba de ello es la primera declaración ambigua del PS, que su presidente, Álvaro Elizalde, tuvo que salir a corregir en una entrevista, debido a que la Internacional Socialista apoyó al presidente encargado Juan Guaidó, dejando en ridículo al socialismo chileno.

[cita tipo=»destaque»]Ya logró el piñerismo –como en su tiempo con Chilezuela– instalar que la ex Presidenta tiene un silencio tipo cómplice pasivo con la autocracia venezolana. Esto también evidencia que, a diferencia de hace cuatro años, el débil equipo del ex segundo piso de Palacio ahora no es capaz de articular una defensa política de Bachelet, como sí lo hicieron en su momento quienes moraban en la Fundación Dialoga.[/cita]

Al Gobierno de Piñera le funcionaron los emplazamientos a Bachelet, quien ha guardado silencio por la sencilla razón de que es funcionaria de la ONU y dicho organismo no se ha metido en la crisis de Venezuela. Hay que recordar que China y Rusia son miembros del Consejo de Seguridad con poder de veto y ambos países apoyan al presidente Nicolás Maduro.

Ya logró el piñerismo –como en su tiempo con Chilezuela– instalar que la ex Presidenta tiene un silencio tipo cómplice pasivo con la autocracia venezolana. Esto también evidencia que, a diferencia de hace cuatro años, el débil equipo del ex segundo piso de Palacio ahora no es capaz de articular una defensa política de Bachelet, como sí lo hicieron en su momento quienes moraban en la Fundación Dialoga.

Algo similar logró el Gobierno con el Frente Amplio, al timbrarlos de maduristas, pese a que cada vez son más las voces críticas al régimen venezolano en dicha coalición, que no tiene una posición única sobre el tema. 

Antes de la crisis de Venezuela, el oficialismo tenía un incómodo debate sobre el alza del neopinochetismo en sus filas, después que una diputada había sido aplaudida en el consejo de RN, el partido del Presidente Piñera, al declararse calcetinera del ex dictador. El caso Catrillanca golpeaba a La Moneda con revelación tras revelación, que dejaban en ridículo las primeras palabras sobre un supuesto enfrentamiento o la tesis del comunero mapuche en la línea de fuego. Maduro mediante, todo esto voló de la agenda pública. Los mismos que consideraban las alabanzas al dictador chileno como parte de la diversidad de la coalición Chile Vamos, ahora salieron a criticar el autoritarismo de Maduro y sacar al pizarrón a la izquierda.

También ha sido una suerte para el oficialismo el poco equilibrio que ha mostrado, en sus primeros días, la representante de la Asamblea Nacional venezolana, Guarequena Gutiérrez. En su primera entrevista dedicó un buen tiempo a fustigar a Bachelet, olvidando que fue su administración la que no solo conformó el Grupo de Lima, sino que también abrió la embajada en Caracas para dar asilo a muchos opositores a Maduro.

La representante venezolana también alabó la llamada visa de responsabilidad democrática, que a la larga se ha convertido en una traba para la migración venezolana. Para cumplir los requisitos de dicha visa, se requiere pedir papeles en la burocracia oficial y, por tanto, quedar marcados en los aparatos de inteligencia del régimen como opositores. Todos los recursos invertidos en doña Guarequena han sido muy útiles para la estrategia de La Moneda de ‘madurizar’ la política chilena.

La crisis venezolana tendrá un tiempo más duro cuando llegue finalmente la ayuda humanitaria y el ejército de Venezuela tendrá que decidir si obedece a Guaidó y la deja pasar o sigue fiel a Maduro. El usurpador ha ganado un tiempo precioso gracias a las declaraciones del Papa, que se mostró dispuesto a mediar y sutilmente dejó como intransigentes a sus opositores. En todo caso, La Moneda tendrá que aguzar el ingenio para seguir alargando la madurización de la política y, con ello, ganar más dividendos a costa del dictador venezolano.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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