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Javiera Gómez, la mejor ajedrecista femenina de Chile: “Me gustaría poder vivir del ajedrez” CULTURA

Javiera Gómez, la mejor ajedrecista femenina de Chile: “Me gustaría poder vivir del ajedrez”

Ganó su primer campeonato nacional a los 10 años, un Panamericano a los 12, y a los 14 ya se convertía en la tercera Maestra Internacional Femenina de la historia de Chile. Pero Javiera quiere más: su meta es ser la primera mujer del país en lograr el prestigioso título de Gran Maestra. Si bien la pandemia ha perjudicado su ranking, la joven valdiviana cree que en dos años logrará su meta, pero para eso necesita apoyo. Y en Chile, apoyo es lo que falta. “La familia tampoco puede hacerse cargo de todo, porque llega un punto en que se va a necesitar más ayuda”, dice. 


Era uno de sus primeros torneos. A su alrededor había decenas de hombres, altos y grandes ante sus ojos. Miró hacia cada esquina y logró contar solo tres mujeres, ella incluida. Javiera Gómez no se atrevió a saludar a nadie; de hecho, corrió al baño a esconderse y allí, presa de su timidez, esperó que empezara la ronda de juegos y salió solo cuando su partida estaba a segundos de comenzar.

–Antes yo me escondía para no hablar con la gente –cuenta la joven ajedrecista, dando a entender que su timidez ha aminorado con el paso del tiempo. 

De niña no le interesaba salir: su panorama soñado era quedarse en su casa jugando ajedrez. A los 10 años partió compitiendo después de tomar talleres formativos en su colegio. Su primer torneo nacional fue lejos de Valdivia, su ciudad natal. Era una experiencia nueva, una aventura. Llegó a jugar con la confianza que su profesor, Víctor Huaquin, le había transmitido insistentemente con su frase «tienes talento”, la cual repetía como un mantra. Ella dudaba. Sus padres también. Pero los tres se equivocaron: Javiera ganó el torneo y demostró que las palabras de su mentor eran ciertas. 

–El trofeo de ese campeonato fue un galvano, yo lo dejé en la cama y empecé a saltar y se cayó y se quebró. Me tuvieron que hacer una copia de ese trofeo. Era chica y estaba feliz. 

En su familia nadie jugaba ajedrez, pero la casualidad o el destino se encargaron de que Javiera, intrigada por las piezas del tablero y sus movimientos, entrara a los talleres, donde comenzó a practicar 4 horas a la semana. Los niños, a esa edad, suelen ser distraídos e inquietos. Javiera no: era capaz de concentrarse plenamente en el ajedrez, con una paciencia inaudita para una niña de su edad.

Ganó su primer campeonato nacional a los 10 años, un Panamericano a los 12 y, entremedio, venció a su profesor en una partida. Él le explicó el significado de su victoria:

–Ya te enseñé todo lo que sé. Tienes que pasar a las manos de otro entrenador.

A los 14 participó en las Olimpiadas de Azerbaiyán, donde jugó contra rivales formidables, logrando importantes victorias. Javiera, una de las competidoras más jóvenes de las Olimpiadas, tenía una libreta donde anotaba sus sensaciones. “Escribía que estaba demasiado feliz por haber llegado hasta allá, por conocer a mis ídolos del ajedrez. Era mi sueño. No fui con tanta expectativa de que me iba a ir bien. Estaba feliz de haber llegado hasta ese punto”, recuerda.

Su paso por Azerbaiyán dio frutos: Javiera se convertía en la tercera Maestra Internacional Femenina de la historia de Chile. Pero quería más: su meta era ser la primera mujer en lograr el prestigioso título de Gran Maestra. 

–¿Hay alguna razón en especial que te empuje a querer lograr ese título? 

–Porque es mi sueño. Cuando era pequeña, era eso, ser Gran Maestra. Todo lo que he hecho en este momento es para lograr mi meta. Nunca ha habido una Gran Maestra en Chile. El 2022 espero lograrlo (sonríe). 

–¿La pandemia no ha retrasado tu objetivo?

–Este año ha sido semiperdido en términos de competencias y torneos. Para obtener ese título necesito aumentar mi ranking, y para eso tengo que ir a competir y ganar. 2.083 es mi ranking ELO de la Federación Internacional de Ajedrez y necesito llegar a 2.300. La cuarentena me afectó, porque cuando tenía menos de 18 años ganaba más puntos por partidas ganadas. Y este era mi último año para lograr esos puntos extras. 

Los obstáculos se saltan

“La chica que juega ajedrez”. Así la llamaban sus compañeros de colegio. A ella el apodo no le causaba gracia y anhelaba que la conocieran por su nombre y no solo por su deporte.

El ajedrez desplazó lo que podría haber sido una adolescencia común y corriente. Javiera viajaba constantemente al extranjero y al regresar al colegio parecía más una visitante que una alumna. Al poco andar, sus compañeros dejaron de preguntarle por sus viajes y su vida. Dejaron de hablarle. “Me ponía triste, pero después empecé a hacer más amigos. Después, al fin, tenía a alguien que me esperara y que me entregara mensajes de apoyo”, recuerda.

Cuando tuvo la claridad de que se quería dedicar profesionalmente al ajedrez, se vio obligada a vencer cierta reticencia de parte de sus padres. Preocupados por su futuro, le decían que era conveniente sacar un título universitario y “solo luego” dedicarse al deporte. 

–¿Qué respondías? 

–Yo les decía que iba a perder 5 años. Y yo no quería perder 5 años. Creo que se los dije tanto, que mi mamá fue la primera en convencerse de que podía vivir de eso. Que sería una opción real. Dio un paso al lado de lo que pensaba. Mi papá estaba un poco más en contra y me decía: “No, vas a tener que estudiar”. 

–¿Y cómo defendías tu punto de vista?

–Decía que era extraño, viendo todo lo que había hecho en el ajedrez, que no me dedicara a eso. Era extraño que quisieran que lo dejara, después de todo lo que habíamos hecho, porque ellos siempre me apoyaron y pusieron de su bolsillo.

Hoy, con 18 años, Javiera ha tomado una decisión: no va a estudiar una carrera universitaria hasta que logre su meta de ser Gran Maestra. Y una vez que lo consiga, evaluará seguir el camino “convencional” que algunos todavía esperan que siga. 

–¿Te molesta el discurso de que sí o sí debes “sacar el cartón”?

–A ver, mucha gente me dice que sí o sí tengo que estudiar, que del ajedrez no se puede vivir, que hay que tener algo seguro. Pero creo que no me voy a llevar tanto por eso. Una vez que llegue a ser Gran Maestra, me voy a ir por lo que más me gusta.

–¿Eso quiere decir que piensas dedicarte para siempre al ajedrez?

–Me gustaría poder vivir del ajedrez.

Un deporte de hombres

En Chile hay más de 100 ajedrecistas hombres que tienen un ranking ELO superior a los 2.000 puntos. En el caso de las mujeres, solo hay dos. 

Javiera es una de ellas. “Para un hombre llegar a 2.100 es bueno, pero no es un gran logro. Para una mujer, en cambio, sabiendo que no hay mujeres que logren eso, es mucho más meritorio. Implica un esfuerzo doble”, comenta. 

Cuando niña, los hombres a los que se enfrentaba la miraban en menos y le decían: “Cabra chica, te vamos a ganar fácil”. Pero a medida que eso no ocurría, comenzaron a tomarla más en serio. Javiera, que ya se abría camino en un deporte de tendencia masculina, tenía como referente a Judit Polgár, ajedrecista húngara que logró ingresar en el top ten del ajedrez mundial. Ninguna mujer había logrado tal hazaña. Javiera buscaba repetir sus pasos. 

–¿Por qué hay más hombres que mujeres en los primeros puestos del ajedrez mundial?

–Yo creo que va más allá del deporte, es algo social. Se sabe que muchas veces el hombre se ha puesto sobre la mujer, históricamente, siempre se le ha visto brillar en el ajedrez. No es un tema de capacidad. El ajedrez es un deporte intelectual, así que tanto hombres como mujeres deberían tener la misma capacidad.

Ya es una escena común que Javiera sea la única mujer en los torneos. “Es un poco extraño”, dice ella, incapaz de acostumbrarse. La solución, cree, sería promover el ajedrez femenino para así acortar el abismante número que separa a ambos géneros en el ranking.

El desarrollo del talento

La pandemia no ha sido un impedimento para que Javiera continúe entrenando y preparándose para las futuras competencias. Mientras tanto, sus padres se preocupan de buscar financiamiento en instituciones públicas y privadas, ya que toda ayuda es bienvenida. 

Javiera recibe apoyo constante de Fundación para el Talento Juvenil –Elsie Küpfer de Wernli, más conocida por su abreviación FundacEK–, donde la apoyan económica y psicológicamente en su carrera. 

–¿En qué consiste el apoyo psicológico que te entrega FundacEK?

–Mi mayor problema quizás sea el tema de la confianza y de la toma de decisión. Me cuesta confiar en que puedo jugar bien. Este año gané 3 nacionales, no soy mala, pero me cuesta creerme el cuento. Esto lo he trabajado con la psicóloga de la Fundación, quien me ha ayudado bastante a mejorar este aspecto. Creo que la labor de FundacEK es grandiosa, porque no hay muchas fundaciones con el mismo fin, que es simplemente apoyar los talentos.

–¿Es muy difícil para una ajedrecista conseguir apoyo?

–Chile no está preparado para recibir talentos de otras áreas. Tiene que haber un esfuerzo muy grande de la familia para llevar a un talento a su máxima expresión. Todo el esfuerzo lo hace la familia. No hay academias que te impulsen. No hay un afán altruista. 

La ausencia de ese afán altruista llevó a Javiera a crear la Academia de Ajedrez Siete Hojas, donde imparte clases de estrategia a niños y niñas a cambio de una modesta suma de dinero. Les enseña conceptos y el raciocinio que hay detrás de cada jugada. Se parte desde cero.

–¿Qué te gustaría lograr con esta academia?

–La idea es que a futuro Valdivia tenga más campeones nacionales.

–¿Le tienes un cariño especial a Valdivia?

–He viajado a muchos países, diría que casi 30, pero todavía no encuentro nada más bonito que Valdivia. El campo, el río, las playas. Me gusta estar acá. 

 

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