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Cristóbal Henríquez, el ajedrecista que superó a Morovic en el ranking como el mejor de Chile y la belleza en cada jugada CULTURA

Cristóbal Henríquez, el ajedrecista que superó a Morovic en el ranking como el mejor de Chile y la belleza en cada jugada

Tiene 24 años y es el mejor ajedrecista de Chile, pero vive sin lujos ni fama. Hace cuatro años se convirtió en Gran Maestro, un logro inédito para alguien de su edad; y el año pasado superó en ranking a Iván Morovic, a quien todavía considera el número uno. Apoyado por Fundación para el Talento Juvenil, hoy se encuentra en México y participa en torneos vía online. Su mente gira en torno al tablero: la belleza que hay detrás de cada movimiento y el infinito mundo de posibilidades que se abre cuando comienza una partida. 


Agacha y esquiva la mirada. Habla pausado y casi en silencio, como si no quisiera importunar con sus palabras.

–Desde chico siempre fui muy tímido y no quería llamar la atención –cuenta Cristóbal Henríquez, el ajedrecista mejor rankeado de Chile y el primero en pasar a la segunda ronda de una Copa del Mundo. 

No le interesan las redes sociales ni los likes. No busca entrevistas ni su foto en los diarios. No dirige la conversación hacia sus logros, al contrario: la aleja. 

–Hay un poema muy bueno que dice que si lo haces por dinero o fama, mejor no lo hagas. 

El poema es de Charles Bukowski y gira en torno a la vanidad y la hipocresía. Es una crítica a quienes buscan el éxito y no el placer del oficio. Cristóbal se identifica. Y es que hace lo que hace porque encuentra «una belleza» que no es capaz de traducir en palabras. Una belleza que apenas puede explicar, pero que lo empuja a seguir dedicando su vida al tablero. 

Cuando supo que se quería dedicar a este deporte, recibió críticas. Le dijeron que necesitaba un respaldo, es decir, un título universitario. Le preguntaban de qué iba a vivir. Él no sabía qué contestar, pero sí sabía que tenía que seguir adelante. Luego tuvo que demostrar sus convicciones: ¿iba a permanecer en el Instituto Nacional, un colegio que le auguraba un buen futuro profesional, o dedicarse al ajedrez? 

Se decidió por lo último. Y no ha vuelto a mirar atrás. 

El 2015 fue su año: contra todo pronóstico (incluso los propios) derrotó al exvicecampeón del mundo, Boris Gelfand, y se matriculó en la segunda ronda del Mundial de Bakú, en Azerbaiyán. Nunca un chileno había logrado tal hazaña. 

–Lo de Gelfand fue una excepción –reconoce él, sin ánimo de exagerar su triunfo–. Si jugamos 100 partidas, él me ganaría 90 con un ritmo pensado. 

La tensión de esa partida fue extrema. Cristóbal estaba frente a uno de los 30 mejores jugadores de la historia. Un veterano con 30 años más de experiencia. Alguien que solo había visto en revistas. Se había preparado escuchando la canción Sheep de Pink Floyd (la cual reproduce en su cabeza mientras juega) y entrenando 8 horas diarias. A veces más. Cada día era una maratón: las partidas se alargaban por 6 horas, más otras 6 previas de preparación. Era una guerra mental. 

–Cuando jugué con Gelfand bajé 3 kilos en dos días. Es demasiada la tensión que uno experimenta en una partida de ajedrez. De hecho, el campeón Garry Kasparov quemó algo así como mil calorías estando sentado en una partida de ajedrez –cuenta desde Mérida, una tranquila ciudad de México donde la gente camina sin miedo, incluso de madrugada. 

Raciocinio y proyección

El año pasado Cristóbal cosechó varios triunfos: ganó nuevamente el campeonato de Chile y el zonal sudamericano, pasó de un ELO de 2.500 a 2.600 (lo cual fue reconocido por la Federación Internacional de Ajedrez como un avance exponencial) y participó nuevamente de una Copa del Mundo, aunque esta vez fue eliminado en primera ronda por el joven polaco Jan Krzysztof Duda. 

Cristóbal había estudiado a su oponente, pero reconoce que le faltó anticipación. El resultado, admite, era previsible. 

-¿Existe la suerte en el ajedrez? 

Él contesta a secas:

–No. 

Detrás de cada movimiento hay raciocinio. Y proyección: el jugador debe ser capaz de ver hasta 15 jugadas en adelante, con las respectivas variantes. También debe imaginar lo que hará su rival y qué jugadas lo pueden incomodar. Se crea, así, un árbol completo de movimientos. El nivel de cálculo da dolor cabeza. No hay margen de error. Según Cristóbal, el ajedrez es como el debate: se elige una idea y se defiende hasta ganar. 

-¿Qué disfrutas del ajedrez?

-Disfruto el pensamiento detrás de cada movimiento. La jugada es bonita porque el pensamiento que hay detrás es aun más hermoso. Es una sensación indescriptible, quizás similar a lo que uno siente cuando lee un buen poema de Baudelaire. Uno siente placer al leer poesía al notar todo lo que hay detrás. En el ajedrez ocurre lo mismo.

-Pareciera que hay más en el ajedrez de lo que la gente percibe. 

-El ajedrez es complejísimo. He jugado por casi veinte años y cada vez que estudio veo cosas nuevas y siento que entiendo menos el juego. Eso es lo entretenido. No hay un final. Puedes morir sin alcanzar el nivel de maestría que quieres.

Apoyo al nuevo talento

Llegar a ser el mejor ajedrecista de Chile no ha sido fácil. Cuando tenía 14 años soñaba con jugar el mundial sub-18 de Sudáfrica, pero había un problema: el alto costo económico. Cristóbal ya había ganado varios torneos panamericanos y pensaba que sería triste quedar fuera, así que habló con su padre y le dijo que necesitaba ir. La inversión, sin embargo, no era menor para el clan Henríquez y podía afectar al resto de sus hermanos. Pero Cristóbal tenía una idea: si sacaba una medalla en el Mundial, era probable que por fin le dieran apoyo. Al menos, que le reembolsaran el pasaje en avión. Finalmente salió tercero del mundo. Su padre movió una mesa de lugar de la pura emoción. Estaba eufórico. 

-¿Ese logro te significó apoyo económico?

-No, ni siquiera eso funcionó. Siento que falta apoyo en todo sentido y también más aceptación social. Digamos que cualquier persona que diga que quiere ser escritor, músico o artista, no lo va conseguir tan fácil porque las familias le van a poner trabas. Les dicen que se pueden arrepentir. Se juzga constantemente a quien hace algo diferente. Casi que piensan que uno es medio vago y que no hace nada por la vida.

-¿Alguien te ha apoyado, aparte de tu familia?

-Fundacek, una fundación que apoya el talento juvenil. Ellos entregan un apoyo económico a sus beneficiarios y también un apoyo integral a cada uno de los que estamos dentro. Me han ayudado con entrenadores y me han acompañado en distintos momentos de mi vida, como cuando decidí dejar el Instituto Nacional y convertirme en ajedrecista profesional. Es raro: nadie se quiere salir de ese colegio, porque es como rechazar una carrera universitaria. Ese proceso lo viví con la psicóloga de la fundación.

Gentileza Fundación Fundacek.

-¿Crees que en Chile no se promueve el desarrollo de los talentos?

—Se apoya a quien está arriba, a quien consiguió una medalla olímpica, pero no al que está trabajando constantemente y no figura tanto todavía. Fundacek es todo lo contrario: siempre apoyan el talento. En otros deportes es aun más compleja la realidad: muchos tienen que retirarse porque no pueden hacer clases de su disciplina o vivir de eso. 

-¿Se puede vivir del ajedrez en Chile?

-Hay muchos maestros que viven del ajedrez, dando clases en el colegio o haciendo clases particulares. Pero la situación en Chile no es como en otros países, donde los ajedrecistas reciben una beca mensual. Por poco que sea, es un aporte y demuestra interés del Gobierno. Aquí no hay nada de eso.

La belleza de cada jugada

En marzo la pandemia puso freno al viaje que tenía programado para México. Los torneos presenciales se suspendieron y su motivación bajó. Comenzó a jugar videojuegos y por primera vez dejó el ajedrez en un segundo plano; pero no por mucho: su entrenador, intuyendo que necesitaba un espaldarazo, le prestó su computadora de análisis. Una computadora especializada para ajedrez puede costar más de 100 mil dólares. Ahora, Cristóbal tendría acceso a otros puntos de vista sobre determinadas posiciones. En otras palabras, podía seguir aprendiendo sobre su deporte.

En agosto logró tomar un vuelo a México con escala en Miami. No fue un viaje ameno: la aerolínea, al parecer, había sobrevendido boletos y cada asiento estaba ocupado. Cristóbal temía un contagio y se alteraba al pensar que la plata podía valer más que la salud de las personas. Pero algo le daba paz: saber que lo estaba esperando su novia, a quien no veía hacía más de 6 meses. 

-¿Qué ha cambiado en tu rutina, además de pasar del ajedrez presencial al virtual?

-Mi amigo Felipe Vergara me ofreció ser mi mánager y me ha estado buscando alumnos para clases particulares. Lo que hago es intentar traspasar ese sentimiento de belleza que hay en algunas jugadas. Me genera placer cuando un alumno me dice: “Qué partida más bella”.

-¿Te gustaría acercar aun más tu deporte a la gente?

-Yo creo que debería estar presente en las escuelas. Hace cuatro años se le presentó un proyecto a Piñera para hacer obligatorio el ajedrez en los colegios. El ajedrez potencia el desarrollo del pensamiento lógico y permite resolver de mejor forma los problemas. Como ejemplo, recuerdo que hace nueve años fui a un colegio en la población La Victoria donde tenían un muy mal Simce. Y ocurrió que promovieron el ajedrez en los talleres y la ponderación del Simce subió más de 100 puntos. Cuando instalan el ajedrez en los colegios, el rendimiento académico sube un montón 

Al final de la conversación, este joven ajedrecista admite que no espera ver su deporte en el centro de la cultura. Tampoco espera recibir la atención de un futbolista o una estrella de rock. Sus expectativas son realistas:

-Uno busca un trato digno. 

 

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