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Sobre el libro 11 de Carlos Soto Román: El resto es literatura CULTURA|OPINIÓN

Sobre el libro 11 de Carlos Soto Román: El resto es literatura

Ramiro Villarroel Cifuentes
Por : Ramiro Villarroel Cifuentes Poeta, escritor y productor ejecutivo para cine y TV. Vive y trabaja en Temuco.
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Este libro, que si bien es cierto podemos incluir en lo que denominamos poesía política, como esbozamos en el inicio de la presente crítica, y después de reflexionar su extrañeza para el mismo género, a los que se suman los antecedentes entregados por el mismo autor para su lectura, podemos decir que es un libro que abre un nuevo campo en el ámbito que podemos definir como poesía documental. 


La poesía política chilena de este siglo se ha desarrollado notablemente en cantidad y calidad, expresando con esto una preocupación que comparte con la narrativa y las artes visuales por los problemas nacionales que se arrastran en aspectos esencialmente ligados a la memoria, la violencia y los derechos humanos. En este sentido podemos nombrar a autores primordiales de este siglo como son Elvira Hernández, David Bustos, Elicura Chihuailaf, David Añiñir, Guillermo Riedemann o Jaime Pinos, entre otras y otros, quienes han producido obras en que lo primero que salta a la vista es la responsabilidad del Estado por asegurar el predominio del bien supremo que es la vida y la denuncia de todas las actividades que van en contra de esos derechos que la vida humana reviste por sí misma. Es así que el libro “11” de Carlos Soto Román ingresa en la escena de la poesía chilena contemporánea con una fuerza que coloca énfasis en los procesos constructivos oficiales de la represión, la detención, la muerte y desaparición forzada de personas por parte de la dictadura y sus modos de operar -aún en esta democracia que por estos últimos días hemos visto hacer agua por los cuatro costados a manera de una falla multisistémica. Nuestros poetas son los que se han dado a la tarea de actualizar y colocar en la discusión pública temas que no hemos resuelto y que, muy por el contrario, reproduce este sistema económico neoliberal de Estado subsidiario. 

[cita tipo=»destaque»]Mucho más podemos hablar en torno a este libro, como por ejemplo su relación con las artes visuales donde es clarísima su vinculación con obras de dos de las más grandes artistas chilenas de la actualidad, como son: Voluspa Jarpa, que ha trabajado los últimos quince años a partir de la investigación de los archivos desclasificados de la CIA a fines de los años 90, investigación con la que trabajó las obras llamadas “Nuestra Pequeña Región de por Acá” y “Biblioteca de la no historia de Chile” y también con Ingrid Wildi Merino, quien realizara la gran curatoría llamada “Dislocación”[/cita]

Los poemas incluidos en esta obra fueron elaborados a partir de material de audio y texto encontrados en documentales, entrevistas, artículos y otros documentos de diversa índole” versa Soto Román en las páginas de cierre del libro, donde podemos encontrar órdenes, declaraciones, testimonios, actas, informes, constancias, bandos, fichas, proclamaciones, llamados, convocatorias, noticias, imputaciones, comunicaciones, planificaciones, planimetrías, métodos, fórmulas, titulares, certificados, acuerdos, vestigios, discursos, organigramas, decretos, pautas, condenas, solicitudes, lemas, cartas, consignas, mensajes, tácticas, indicaciones, siglas, formularios, fechas y promesas. Abrumadora cantidad de documentación que forma un corpus del desastre, del horror en que estos verdaderos dispositivos documentales del poder dictatorial hablan de una sistematización del terror y su maquinaria perversa que utiliza un lenguaje leguleyo que le da forma a la transmisión de la información represiva y asesina de ese régimen. 

Cuesta creer y a la vez se vuelve fascinante el poema que alude a la fórmula del IUPAC, solución química creada para el exterminio de “objetivos” humanos como una síntesis del plan terrorista de la dictadura que inocula a sus adversarios para liquidarlos expresado éste en fórmulas, gráficos y descripciones de sus componentes y características en cuanto a los efectos en algunas funciones del cuerpo humano, apartándose crudamente de toda adjetivación, insertándose así en los aspectos puramente técnicos de este material que como lectores debemos completar; así mismo como un poema que es la sola planimetría del helicóptero Puma, imagen que sirve de sugerencia para relacionarla con la caravana de la muerte, la que efectivamente utilizó este helicóptero para desplazarse por Chile, con el lamentable resultado de la muerte de 97 presos políticos asesinados bajo el mando del general Sergio Arellano Stark, para los efectos oficial delegado del comandante en jefe del ejército y presidente de la junta de gobierno el general Augusto Pinochet Ugarte. En este mismo sentido encontramos un poema que hace mención de los alias, apodos o motes de agentes, carabineros, miembros, efectivos y funcionarios del ejército, entendemos al servicio de las organizaciones creadas por la junta para el exterminio de opositoras y opositores. 

En este libro vemos números, lugares, sitios, esquemas y fechas que, alejadas de las formalidades que comúnmente llamaríamos poesía, conforman y se articulan como una sistemática de acontecimientos y espacios que de una u otra manera permanecen en las dinámicas de nuestra sociedad, como lo muestra claramente un poema que se titula “EL ÚLTIMO (QUE TAMBIÉN ES EL PRIMERO)” y que versa: “La madrugada del 3 de septiembre de 2005, según testigos protegidos por la investigación, José Gerardo Huenante Huenante, 16 años, de origen mapuche, se enfrentó a carabineros en la Avenida Vicuña Mackenna, de la población Mirasol de Puerto Montt, donde más tarde fue subido al radio patrulla (RP) No. 1375 perteneciente a la 5ta Comisaría de Puerto Montt. Desde entonces se desconoce su paradero”. 

Este libro, que si bien es cierto podemos incluir en lo que denominamos poesía política, como esbozamos en el inicio de la presente crítica, y después de reflexionar su extrañeza para el mismo género, a los que se suman los antecedentes entregados por el mismo autor para su lectura, podemos decir que es un libro que abre un nuevo campo en el ámbito que podemos definir como poesía documental

Mucho más podemos hablar en torno a este libro, como por ejemplo su relación con las artes visuales donde es clarísima su vinculación con obras de dos de las más grandes artistas chilenas de la actualidad, como son: Voluspa Jarpa, que ha trabajado los últimos quince años a partir de la investigación de los archivos desclasificados de la CIA a fines de los años 90, investigación con la que trabajó las obras llamadas “Nuestra Pequeña Región de por Acá” y “Biblioteca de la no historia de Chile” y también con Ingrid Wildi Merino, quien realizara la gran curatoría llamada “Dislocación” en que convocó a un selecto grupo de artistas nacionales e internacionales para realizar muestras simultáneas en varios lugares de Chile y el extranjero en torno a la temática justamente de la dislocación, del quiebre traumático provocado por los efectos de la guerra fría en el mundo y especialmente en América Latina y Chile donde los estragos de la dictadura aún muestran sus efectos. Ambas obras y curatorías que acuden al recurso documental como uno de los principales factores de la creación, como también lo hace este libro llamado “11”, de Carlos Soto Román. El resto es literatura. 

11, Carlos Soto Román, (cc)Licencia Creative Commons Atribución-Compartirigual 4.0 Internacional, Santiago, Julio de 2017, sin numeración de páginas. 

Ramiro Villarroel Cifuentes. Escritor.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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