Publicidad
Película «Guasón”: el archienemigo inexistente CULTURA|OPINIÓN

Película «Guasón”: el archienemigo inexistente

Francisco Ramírez
Por : Francisco Ramírez Periodista y escritor
Ver Más

El problema fundamental de esta película es que el clásico villano que le hace la vida imposible a Batman no se ve por ningún lado. Ni siquiera potencialmente. Un payaso deprimido y golpeado por la vida no garantiza un genio del mal. Una segunda película con tal transformación psicótica lo cambiaría todo. Hoy, pese al éxito de taquilla, la galería no estalla en aplausos. Algo falta. No es difícil darse cuenta. 


Si “Joker” –traducida adecuadamente como “Guasón”, tal como conocemos  al personaje en Latinoamérica- se hubiese centrado en la transformación de un ser humano acosado, confundido y humillado en un asesino volátil, imprevisible y sin criterio sería un fenómeno. Sólo eso bastaría para convertirla en un hito. No hay que ir muy lejos. Salvo por “La casa que Jack construyó” de Lars von Trier (con un Matt Dillon que vuelve en gloria y majestad) personajes de este tipo están en franco retroceso. No así en las series, donde abundan y en calidad superlativa. 

El “Guasón” de Todd Phillips es una gran película. Logra impactar y conmover, algo no tan sencillo en días en los que una avalancha universal de información tiene a atentar contra nuestra capacidad de sorpresa. Tanto la agonía del personaje principal, como la ambientación que nos presenta una ciudad decadente y sombría están perfectamente logrados.

Tal vez ciertos aspectos puntuales puedan resultan un tanto “singulares”, pero de que el  conjunto funciona, lo hace. 

Por ejemplo, lo atemporal de la música se agradece, aunque traer a colación “That´s life” en versión Sinatra sea quizás algo un tanto obvio para aludir a un personaje con cambios de ánimo extremos (“Algunas personas disfrutan/ Pisoteando un sueño/ Pero yo no dejo/ No dejo que eso me desanime/ Porque este gran viejo mundo/ Sigue dando vueltas”). 

Otra joya muy particular: los manuscritos y chistes del payaso aparecen en español -¿se utilizará tal recurso en cada idioma al que la producción fue traducida?-. No obstante, de pronto se muestra un kiosco que ofrece diarios con grandes titulares en inglés; unos segundos después, la cámara los enfoca… y están en nuestro idioma. Muy extraño que este tipo de errores se den incluso en megaproducciones con tal penetración cultural.  

Si la película se hubiese llamado, por ejemplo, “Arthur Fleck: los oscuros orígenes de un asesino” se hubiese ajustado más a la realidad. Quizás, aunque nunca hubiese alcanzado el éxito planetario que tiene. Se optó por una salida más comercial (no hay nada de malo en ello tampoco), la que alude ya a un arquetipo del mal: el “Guasón”. 

[cita tipo=»destaque»]Mucho se ha hablado de la “violencia” de esta película y de que las autoridades de Estados Unidos tomarían medidas preventivas ante posibles atentados de personas disfrazadas del “Guasón”. Hasta el momento eso no ha sucedido y esperemos que siga así. En todo caso, sangre corre poco en la producción. Hasta en una serie negra de detectives hecha en Noruega o Suecia hay más muerte y cadáveres. Salvo por la masiva rebelión de los minutos finales, no hay mucho más. Es cierto, no toda violencia es física: los apremios, burlas y desprecio constante a Fleck están siempre presentes. Pero debe reconocerse algo: como gancho publicitario, eso de la violencia es genial.[/cita]

Ahí radica el conflicto para el espectador ¿dónde está el archienemigo de Batman?  ¿Podría un (fracasado) proyecto de comediante de Stand-up, por mucha furia que tenga contra la sociedad y la familia Wayne enfrentarse al “hombre murciélago” y ponerlo  en jaque? El sentido común dice que no.  

¿Dondé, entonces, está el Guasón “clásico”? ¿Y Gotham?

Antihéroe perdido

Resulta preciso recordar de quién estamos hablando. 

Se trata de uno de los villanos del universo de los superhéroes más icónicos de todos los tiempos. Su objetivo principal en la vida es atacar y volver loco a Batman, a quien viene acompañando ya desde el primer número de la historieta (1940). 

El choque de personalidades salta a la vista. El caballero oscuro es serio y circunspecto, poco o nada dado a las bromas y siempre afanado en luchar contra el mal y hacer prevalecer la justicia; su antagonista viste prendas estrambóticas (¿a quién se le ocurriría usar una larga chaqueta de color morado?), tiene el rostro blanco, una enervante sonrisa y el pelo verde, además de vivir en pos del crimen, el terror, la destrucción y el caos.   

Si bien en ciertos períodos vinculados a la censura en Estados Unidos se “suavizó” su carácter, durante la mayor parte de su historial criminal se ha mostrado orgullosamente como un psicótico homicida, sádico y que goza con ejercer acciones inhumanas e incomprensibles. Era que no, ha pasado buenas estadías en el manicomio “Arkham“, pero  se le reconoce un intelecto superior, el que llega a que se le caracterice como “genio” del mal, dotado de un retorcido y siniestro sentido del humor que no respeta a nadie, partiendo, claro, por Batman. Ello genera una enemistad a grado extremo. 

La apuesta de Phillips es valiente, pues atenta contra todas nuestras concepciones sobre este ser maldito, pero también con una hueste de seguidores envidiable. A su favor juega que DC Comics nunca estableció datos oficiales sobre el surgimiento y evolución del personaje. 

Se la juega por retratar los orígenes de un demente que se transforma en criminal , pese a que en las mismas historietas éste insiste en que ni él mismo los conoce: una de sus tretas es, justamente, falsearlos, modificarlos según su estado de ánimo o, sencillamente, por bromear.  Se considera al comic “The Killing Joke”, como el nacimiento del “Guasón” actual, pues le retrata no sólo físicamente, si no que establece las características con que lo conocemos desde los años `80 en adelante, incluido su deseo de… ser comediante. Ello da pie al realizador para plantear su tesis. 

Philips hace su interpretación del “Guasón” y es  válida. No por nada ha dado luz la película que todos comentan. Internet está invadido a vértigo por el fenómeno. También le acompaña la buena suerte: por estos días, no hay ninguna superproducción que le pueda hacer sombra. A veces, la oferta de superhéroes es gigantesca y lo copa todo; al presente, es un antihéroe el que goza de toda la atención del mundo. Un fenómeno muy inusual. Michael Moore aludió recientemente a Donald Trump en una columna en la que elogió de manera muy entusiasta el filme, llamando la atención de que el actual inquilino de la Casa Blanca sigue en el poder  y lo ejerce de manera arbitraria y sin responder por sus actos. Ambos son sucesos inéditos. ¿Indican un cierto momento de la Historia o son meras “casualidades”?  

El poder del Phoenix

Que quede claro: lo que estas líneas intentan es reflejar que “Guasón” se aleja demasiado de un personaje icónico de la cultura de masas, al punto de hacerlo casi  irreconocible, no desvirtuar la película. Como punto de comparación, no se puede imaginar a Hannibal Lecter llorando porque nadie lo “comprende” ni le da amor. Tanto en las películas como en la serie protagonizada por un Mads Mikkelsen capaz de hacernos olvidar hasta a Anthony Hopkins gracias a su elegancia, sangre fría y voluntad intelectual, el resultado es siempre idéntico: un perfil fidedigno a su origen, las novelas de Tomas Harris.   

“Guasón” es un filme potente y que quedará rondando en la mente de las audiencias. Por cierto, puede llegar a convertirse en un clásico, ante todo por su visión crítica de la existencia, su denuncia respecto a la falta de empatía hacia los desvalidos (llámense pobres, extraños o enfermos mentales: la lista es mucho más extensa) y su descripción de una sociedad en donde la violencia está oculta como virus, pero puede estallar al más mínimo estímulo. Los años dirán, pero no se trata de una producción “olvidable”. 

Que la interpretación de Joaquin Phoenix es de antología parece indudable. No sólo sus amargas risas de maníaco depresivo calan hondo, también múltiples detalles, algunos tan elementales como su decaída forma de fumar dejando que el cigarrillo avance en sus dedos ya impresentables de tanta nicotina y tóxicos. Arthur Fleck anhela desesperada y angustiosamente triunfar, pero íntimamente sabe que carece de toda condición para lograrlo. EL actor retrata tal conflicto mediante las extremadamente lentas y pétreas modificaciones de su rostro. No hay estallidos de furia: su decepción parece tan profunda que es inútil expresarla. 

Se le ha calificado de “sobreactuado”, algo que tal vez sea una crítica válida, al igual que sostener que se trata de una interpretación un tanto monocromática. Pero también no hay que olvidar que se trata de un cine destinado a las grandes audiencias. No es una justificación, pero sí un dato de contexto. Algo de “show” debía tener esta película. Ya el sólo hecho que un personaje con tal nivel de desazón existencial tenga éxito mundial es algo difícil de concebir. 

Triunfo absoluto a nivel protagónico. 

Espejo roto

El “Guasón” es un psicópata ultraviolento y con un humor digno de un corazón podrido. Han sido varias generaciones las que se han alimentado con ese mito. Presuponen que, más allá de su retorcimiento intrínseco, parece alguien que se la pasa bien siendo atizado con varas ardientes en el Infierno. Siguiendo el hilo lógico, ya se sabe lo que viene: gozará haciendo el Mal. Ese será su destino. 

Es muy lícito pensar en la reinterpretación de un personaje, incluso si se aleja de los cánones típicos del mundo de los comics. Sin embargo, hay ciertas ideas que no es posible modificar de la noche a la mañana. Algo -íntimo, casi visceral- se resiste a tal cambio. Es lo que pasa con el actual “Joker”. Eso es lo que enciende las alarmas en este caso. 

Es imposible imaginar a un Hitler, Stalin o, incluso, a un Pinochet (el que, cómo se sabe, no sólo lideró una dictadura horrorosa, si no que ejerció un metódico sistema para enriquecerse ilícitamente con dineros del Estado, lo que, lisa y llanamente, no es más que ser un vulgar ladrón) dubitativos, irresolutos o descentrados. Siempre tuvieron suficientes reservas de odio a la Humanidad para ser genocidas. 

Tal ánimo es el que debiera  primar en cualquier versión del “Joker”. A menos, claro, que el director quisiera presentarnos “otro” Joker. Ahora, el resultado se parece más a un capítulo de “Mindhunter” que a los orígenes de un ser que desde hace mucho abandonó toda bondad en el corazón. Hasta el “Charles Manson” de la serie da más miedo. Y eso que no mató a nadie, dejando tal rol en sus “chicas”. 

Debe reconocerse que a este “Guasón” no le faltan acólitos, tal como vemos en los minutos finales, pero es mucho más probable que para torturar a Batman decide tomar el mismo las riendas. 

Por ahí ronda un detalle curioso. A la muerte de los padres de Bruce Wayne, le tenemos recién naciendo en su calidad de archienemigo del superhéroe. Por lo tanto, tendrá quizás unos 50 años cuando deba vérselas con un Batman veinteañero, en la plenitud de sus fuerzas. ¿Cómo lo hará? De partida, no sería mal cambiar de drogas, optando por unas que no sólo controlen su risa enfermiza, si no que activen al máximo sus neuronas y le den un poder descomunal.  

Si todo se tratara de ver una película psicopática o de terror, abundan en Netflix o Internet. Lo que resulta confuso es que las antiguas caracterizaciones del personaje eran fácilmente queribles, hasta simpáticas en su arraigada maldad. No sucede lo mismo con este “Joker”. Salvo ciertas escenas muy puntuales, da una tristeza infinita durante toda la exhibición.  

Antecesores  

Este “Joker” tiene el lastre de cargar con interpretaciones que calaron hondo en el inconsciente colectivo y fueron  verdaderos monstruos en la taquilla de sus días.  

Partimos por la serie “Gotham”, que fue capaz de poner en escena a una “Mad City” (su subtítulo) por 5 temporadas y 100 capítulos, finalizando este año. Si bien sigue el crecimiento de Bruce Wayne no es si no hasta los últimos capítulos donde se le presenta como Batman. En el intertanto, una galería interminable de criminales, experimentos genéticos y seres clásicos de este universo hacen de las suyas a diestra y siniestra, siempre tratando de sembrar la idea de que el mundo no es más que un limbo en donde todos los descastados y miserables no tienen otra que tratar de imponer sus reglas. 

Es en esta amalgama de engendros enloquecidos que aparece de modo imprevisto un “alter ego” del “Guasón”: al parecer, DC Comics no le permitió a la serie usar ese nombre. Pero su fisonomía y actitud no dejan lugar a dudas. Se trata de dos hermanos que, curiosamente, se superpondrán en los papeles: Jerome Valeska y más tarde Jeremiah Valeska.  

Vamos por parte. El primero está exultante por ejercer su imperio, incluso en el manicomio Arkham, desde donde engendra sus planes a futuro. Obviamente, dado su intelecto superior, ejerce un liderazgo claro entre sus compañeros de Infierno. Sabe de qué madera está hecho y no tiene dudas. Cuando vuelve a las calles no vacila en sus propósitos, los que podrían reducirse a: identificar posibles víctimas y establecer estrategias de ataque, tratar de poner en jaque el orden establecido (esencialmente, es un terrorista, en el sentido más clásico del término) y, finalmente, causar la máxima destrucción, sufrimiento y muerte posible. Un psicópata hecho y derecho. Cuando muere, casi por osmosis su hermano le reemplaza. 

Antes tuvimos a Heath Ledger. Para muchos el mejor “Guasón” de todos los tiempos. Lo cierto es que su caracterización queda en la retina de modo indeleble. Fue su último rol  en vida. Eso no sólo lo inmortaliza, si no que da pie para pensar que estaba en sus plenas facultades, al fallecer tan joven: tenía menos de 30 años. Impresiona una actuación de tal calidad. 

¿Cómo no empatizar con este ser desastrado, desconfiado y siempre con impulsos de hacer daño? La escena de la bomba en el hospital es clave. No hace falta más para pasar a la historia del cine. Puede aquí verse un eco a “Atrapado sin Salida”, pero la libertad de este “Guasón” será distinta. Sale al mundo para cobrar revancha. Cada paso suyo huele a venganza. Le acompañan pocas cosas, a no ser por esa ropa que da pena, un rostro que es imposible de conseguir ni con un millón de resacas y su obsesión. 

Otro salto en el tiempo. Vamos a 1989. Al “Batman” de Tim Burton, donde el personaje alado es Michael Keaton, aunque quienes se robaron la película fueron Jack Nicholson y  Kim Bassinger. Fue un tremendo éxito, entre otras razones por revitalizar el género de los superhéroes, en caída en picada por ese tiempo. (¿Quién podría suponer, entonces, la avalancha de películas del género que se vendría con los años?). Trajo de vuelta un cine de lucha entre el Bien y el Mal, en un momento en que todo eso parecía olvidado. 

En esa época primaban las comedias, o dramas existenciales, además de exitosas tentativas en la Ciencia Ficción. Pero lo que generó Burton fue una tormenta. Fue un año singular que nos trajo el “Desintegration” de The Cure, un balde de agua fría para el fin de la década. Y también la caída del Muro de Berlín. Fue entonces que Nicholson hizo su “Guasón”, como broche de oro de los ´80, período que diversos analistas han definido como  años irrepetibles, por la cantidad de fenómenos tecnológicos, creativos y masivos que tuvieron lugar. Nicholson, estrella absoluta, dejó salir al Jack maligno que venía ya de “El Resplandor”.      

También Prince tuvo mucho que ver en el impacto de esta lucha entre Batman y el Guasón. Su banda sonora fue un hecho inaudito, reportándole el mayor éxito de su carrera.  Después, vino el declive, hasta que lo mató el fentanilo a los 57 años. Nos dejó “Partyman” y otras canciones notables. 

Aunque hoy pueda parecer un tanto desfasada, esta película es un clásico de esos años. Tiene todas las características de una producción con ambición y enfoque, algo muy de agradecer. ¿Y quién es nuestro “Guasón”? Ya lo dijimos: el viejo Jack.  De seguro no es la actuación que definirá su paso por el mundo, pero resulta difícil no asociarlo a este papel, siempre risueño y bromista. Era un “Joker” juguetón y playboy, ejemplar digno de su época, en donde el optimismo parecía estar por todos lados. Nunca le abandonaba la sonrisa. Le gusta molestar a Batman, pero se sostiene por sí solo. No necesita a nadie para justificar su presencia. Es Jack Nicholson. No hay dos en este mundo. Y fue uno de los “Joker” que dieron gloria a su mito.   

La risa final

Han sido recurrentes las alusiones a que “Joker” toma diversos préstamos de “Taxi Driver”. Sí, el ambiente de decadencia es muy parecido. La misma depresión abunda por doquier. Esa patética humedad de una ciudad que se cae a pedazos. Pero ¿estamos en   Gotham? Al parecer, no. Más bien parece la New York de esos años en la que deambula el payaso triste. Tanto los personajes de Robert de Niro como Joaquín Phoenix viven en una ciudad a la que detestan y quisieran ver demolida para acabar con tanta “basura”. En eso coinciden. Ambos están hartos de su vida y lo que les rodea. 

Pero este “Guasón” no es Travis Bickle. 

Taxista desencantado, Bickle busca una cierta redención en defender a una prostituta adolescente (Jodie Foster, en su primer papel). Fleck aspira a algo más ambicioso: demostrarle a la sociedad lo equivocada que está al dejar fuera a seres sensibles cuyo único propósito es dar “felicidad” a la gente. Esa es su cruzada. 

Es por ello que acepta una invitación para participar en un exitoso  programa conducido por, paradójicamente, un de Niro que encarna todo lo que los espacios nocturnos de entrevistas de USA han venido haciendo por décadas: la sátira despiadada. Poco antes de concretar su asistencia, se burla sin clemencia de este “Guasón” sin gracia y lo humilla públicamente, para gozo de la gente en el estudio y los millones que le siguen por TV. Le trata casi como a un imbécil frente a todo el país. Ahí comienza la rabia.  

Ahora bien, aquí radica una de las diferencias primordiales con el filme de Scorsese.  Travis nunca quiso ser integrado al mundo, pues siempre lo estuvo, pero le asquea. Es un hombre receloso y siempre vigilante. Un tipo capaz de cortarse el pelo a lo mohicano en 1976 (o sea, incluso antes del estallido del punk) y que no duda en entrenar sus capacidades psicopáticas frente a un espejo, andar con un arma por las calles y matar a un proxeneta de buena gana, para después recibir disparos como medallas. El “Guasón” 2019  comete asesinato, pero en su primer acto siente miedo, vergüenza y pavor. Y corre a ocultarse. 

Mucho se ha hablado de la “violencia” de esta película y de que las autoridades de Estados Unidos tomarían medidas preventivas ante posibles atentados de personas disfrazadas del “Guasón”. Hasta el momento eso no ha sucedido y esperemos que siga así. En todo caso, sangre corre poco en la producción. Hasta en una serie negra de detectives hecha en Noruega o Suecia hay más muerte y cadáveres. Salvo por la masiva rebelión de los minutos finales, no hay mucho más. Es cierto, no toda violencia es física: los apremios, burlas y desprecio constante a Fleck están siempre presentes. Pero debe reconocerse algo: como gancho publicitario, eso de la violencia es genial. 

“El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos”, cantó Mercedes Soza. Por eso, es bueno autoconocerse y, en este caso, saber si uno puede o no enfrentarse al “hombre murciélago”, quien si bien no tiene superpoderes, cuenta con una buena batería tecnológica y voluntad para ser un enemigo temible. A todas luces, el “Joker” de Todd Phillips no está en condiciones. Si el director abordara un cambio esencial en el personaje en una eventual segunda parte la historia sería otra. 

Existe un poema muy singular que tal vez más de alguien conozca. Se llama “Reir llorando”, del mexicano Juan de Dios Peza. Se centra en David Garrick, actor y dramaturgo británico del siglo XVIII, al que representa como un payaso capaz de hacer reír a todos quienes ven sus actuaciones. Cierto día, llega ante un médico reconocido un hombre muy decepcionado y triste. “Nada me causa encanto ni atractivo/ No me importan mi nombre ni mi suerte”, le cuenta. Tras recetarle diversas opciones para mejorar su ánimo, le recomienda ver al célebre payaso. “-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;/ Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?/ -Así -dijo el enfermo-, no me curo:/ ¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta”.   

Ese es exactamente el problema de Arthur Fleck. Como payaso deprimido funciona bien; no, como potencial enemigo de Batman. 

Francisco Ramírez, Periodista y escritor. Se ha desempeñado en medios nacionales y también en la cadena de TV “RT en español”. Premio “Fondo del Libro 2018” en el área Creación/Cuento, es colaborador frecuente en sitios literarios de Internet. Facebook: “Una odisea en Rusia”

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias